Parte I.
El hombre no inventó la arquitectura.
Los seres vivos en la Tierra han evolucionado para adaptarse al medio de la forma más eficaz posible. El propósito de cualquier especie en la naturaleza ha sido siempre procurar el menor gasto energético y de recursos posible con el fin último de perpetuarse. La evolución ha traído consigo la aparición de las más variopintas características en los seres vivos que, a lo largo de millones de años, han producido alteraciones singulares en sus configuraciones para poder adecuarse a su entorno.
Sin embargo, en ciertas circunstancias, que desde disciplinas como la biología se deberían investigar, este proceso evolutivo no ha desembocado en una adaptación anatómica del ser vivo al medio, sino que el propio ser vivo ha sido capaz de alterar el medio (Fig. 2) con la finalidad de adecuarlo a sus necesidades biológicas: aparece la arquitectura.
Las numerosísimas definiciones, de gran calado intelectual, que los más avezados investigadores -la mayor parte de ellos arquitectos- han venido ofreciendo a lo largo de los siglos sobre la arquitectura parecen haber olvidado el trabajo que durante millones de años han realizado los seres vivos en esta disciplina (Fig. 3) y que nos ofrece resultados que aúnan las más trascendentales condiciones exigibles a lasconstrucciones, a saber: belleza, firmeza y utilidad –hágase el esfuerzo de salvar la potencialmente peyorativa interpretación historicista de estos términos-, y que los seres humanos, tal vez por nuestra singular idiosincrasia, auspiciada por un desarrollo desenfrenado y en constante búsqueda de lo imposible, hemos olvidado convenientemente en aras de unos resultados discutibles desde cualquier punto de vista racional.
La naturaleza se llena de construcciones singulares que constituyen el germen de una nueva arquitectura natural en la que el ser humano, tal vez el más desarrollado desde el punto de vista intelectual entre los seres vivos, puede y debe desarrollar su actividad como parte de la sociedad a la que pertenece (Fig. 4).
Evidentemente no se propone aquí el retorno a las cuevas que, sin embargo, constituyeron durante mucho tiempo un cobijo totalmente apropiado para los hombres, pero sí que se debe apostar por una arquitectura y por un urbanismo respetuoso con el medio, capaz de convivir con el mismo atendiendo a los principios fundamentales que las construcciones del resto de los seres vivos ofrecen: utilización mínima de recursos del entorno, permitiendo su regeneración y con ciclos de vida compatibles con la naturaleza.
Tal vez los ejemplos más interesantes de arquitecturas naturales los encontremos entre los seres que viven en grupos más o menos organizados en sociedades complejas y alejadas en este sentido de la simple adición, aunque no por ello menos interesante (Fig. 5), de refugios que responden a una estructura orgánica desorganizada.
En este sentido, la capacidad constructiva de los insectos resulta abrumadora si la comparamos con la de los seres humanos. La naturaleza se llena de lecciones de arquitectura, no solo en lo referente al diseño propiamente dicho o a la belleza –casi objetivable en algunos casos-, sino también a su funcionalidad, a la adaptación al medio sin agravios al mismo, a la firmeza de las construcciones e inclusive a su propia adaptabilidad a las necesidades cambiantes de la sociedad que alberga.
Así, encontramos numerosos y maravillosos ejemplos de arquitecturas naturales entre los panales de abejas con geometrías de precisión milimétrica (Fig. 6); nidos de avispas capaces de diseñar complejas figuras (Fig. 7); entre las hormigas, cuya creatividad parece no tener finy que son capaces de ofrecernos construcciones asombrosas, dignas de los más prestigiosos arquitectos e ingenieros, pero sin menoscabar el entorno en que se implantan.
Estos últimos ejemplos de nidos de hormigas (Fig. 8, Fig. 9 y Fig. 10) nos ofrecen niveles de desarrollo en lo referente a los sistemas y tecnologías constructivas comparables a las más modernas edificaciones humanas, cuyo grado de complejidad aumenta en función del nivel de desarrollo social de la propia especie.
Además, llama la atención poderosamente la singular jerarquización de espacios y la separación de usos que estos complejos sistemas disponen para atender a las necesidades de la comunidad y que se adecúan geométricamente de forma precisa a esas mismas necesidades sin desentenderse del medio.
Parte II.
Sin embargo el hombre sí inventó la contaminación.
Las arquitecturas naturales, tal y como se ha indicado, por grande que sea su nivel de desarrollo, se construyen atendiendo a unos principios básicos de respeto y adaptación al medio, utilización mínima de recursos del entorno sin producir su agotamiento y permitiendo su renovación de forma racional – a pesar de que aparentemente el nivel de desarrollo intelectual de los seres vivos, ser humano aparte, no permite hablar de racionalidad en los procesos mentales de las especies-, y generación de sistemas y tecnologías constructivas compatibles con el entorno y con las necesidades que deben cubrir atendiendo a la población que albergan.
Estas complejas estructuras, inevitablemente producen residuos, sin embargo, estos residuos son absorbidos por el propio medio puesto que son totalmente compatibles con él y se biodegradan completamente en tiempos razonables para las escalas de ciclos de vida en que se mueven las diferentes especies en la naturaleza. El hombre, a pesar de ser intelectualmente “superior” y haber suplido las carencias biológicas de adaptación al medio con sus capacidades mentales, es el único culpable de generar residuos de carácter contaminante y prolongada permanencia en el medio por su difícil descomposición (Fig. 11) –y consecuentemente recibe el la dudosa distinción de ser su inventor o creador- en sus procesos de interactuación con la naturaleza.
Esta introducción en el medio natural de elementos sintetizados siguiendo procesos químicos y físicos diseñados por la mente humana y sistemas que no se encuentran en el entorno de forma natural (Fig. 12) podría plantear una gran número de ventajas de forma inicial en el proceso de adaptación del ser humano a los diferentes ecosistemas en que habita; de hecho así ocurre, sin embargo, el ser humano no ha sido consciente, hasta época bien reciente, de que estos procesos, también relativamente novedosos en la historia de la humanidad, al margen de ser nocivos para él mismo, perpetúan en la naturaleza un legado que provoca un grave, y posiblemente irremediable, daño del que, a día de hoy, desconocemos si la Tierra podrá recuperarse, a pesar de que las opiniones más pesimistas no ofrecen el más mínimo atisbo de luz sobre el futuro de nuestro planeta –o al menos de nuestra especie- a medio e incluso corto plazo.
Desgraciadamente esta contaminación ha pasado a formar parte de nuestro entorno, llegando el ser humano a convivir con estos elementos ajenos al hábitat del planeta de forma natural e incluso forzando a otras especies a transformar sus hábitos (Fig. 13) para obtener provecho de la basura que el hombre genera, con el peligro que conlleva para ellos mismos al consumir elementos potencialmente venenosos y para el hombre, al introducir estos mismos elementos en la cadena trófica, que terminarán irremediablemente retornando al ser humano por más controles que se quiera interponer.
Estos elementos que el hombre ha introducido en la naturaleza de forma artificial (Fig. 14), para lo cual ha consumido desmesuradas cantidades de energía que se ha visto obligado a generar destrozando el medio ambiente y que, gracias a su inteligencia, consigue perpetuar de forma infinita, si los comparamos con los ciclos de vida humanos, produciendo un daño irreparable en la biosfera ya forman parte del hábitat natural. El error está cometido, el daño está hecho.
Parte III
Así pues, la basura existe, earthship.
Como quiera que nos veremos obligados a convivir durante mucho tiempo con estos elementos contaminantes nacidos de la tecnificación de los procesos y sistemas humanos, no cabe otra alternativa que su aprovechamiento, evitando en este proceso consumos energéticos inaceptables con el único fin de reintroducir estos productos en las cadenas consumistas del ser humano, atendiendo a los principios básicos de la arquitectura natural: estos elementos se encuentran en el medio, es necesario aprovecharlos sin consumir recursos y evidentemente de forma que produzcan la menor incidencia posible en el medio.
Esta reutilización de los productos contaminantes creados por el ser humano – matícese la diferencia con el reciclaje que en ocasiones requiere del concurso de procesos consumidores de energía- puede permitirnos elaborar arquitecturas (Fig. 15) que, lejos de ser naturales, son sin embargo comprometidas con el medio, asumiendo las realidades que nos encontramos en este entorno que hemos alterado hasta casi destruir.
Adicionalmente esta reutilización de productos puede servir de ayuda en aquellas sociedades empobrecidas y que no tienen recursos (Fig. 16, Fig. 17) –podríamos introducir aquí un gracias a dios- de los que ha creado el ser humano para fundamentar su desarrollo insostenible. Debemos hacer un gran esfuerzo por solventar estas profundas diferencias existentes entre sociedades ricas y pobres, pero este esfuerzo no puede sustentarse en los principios que han provocado estos mismos desequilibrios, como consecuencia del egoísmo social incrustado en nuestro entorno, se hace necesario un cambio de concepto que debe partir de los principios más básicos que la naturaleza nos presenta diariamente.
Se están realizando numerosos ensayos en la actualidad que tienen como referente estas nuevas “arquitecturas del reutilizaje”, y que son capaces de salvaguardar conceptos de diseño tan queridos (Fig. 18), y en ocasiones requeridos, en la arquitectura desarrollada por el ser humano. Estas construcciones son capaces de aunar las tecnologías más recientes y también las más antiguas (Fig. 19) –en gran medida reflejo de los principios más básicos de la estática natural- con esos productos aparecidos de los procesos industriales desarrollados por el ser humano y tan dañinos para la naturaleza.
De hecho, el movimiento Earthship surge en los años 70 de la mano del arquitecto Michael Reynolds, de estos principios anteriormente referidos, con la finalidad de crear edificaciones(Fig. 20, Fig. 21) fundamentadas en procesos energéticos pasivos y construidas con materiales reutilizados o naturales.
Parte IV
Aunque el hombre, en ocasiones, supo adaptarse al entorno de forma natural e incluso construir con sentido usando materiales que respetan el medio ambiente.
El proceso de generación de basura, de contaminantes, de residuos perjudiciales por parte del hombre es relativamente reciente –al menos en su vertiente más nociva- y fruto, sin lugar a dudas, del desarrollo desenfrenado y asociado a connotaciones megalómanas que asaltó al hombre a partir del siglo XVIII y que se vio asociado a un desarrollo revolucionario, en el sentido peyorativo del término, de carácter industrial que se desvió de los principios racionales y naturales que, hasta entonces, habían servido convenientemente a los intereses del ser humano en su constante y necesario proceso de adaptación al medio que le permitía desarrollarse en sociedades cada vez más complejas.
En este sentido, el ser humano supo adaptarse al medio alterándolo y adaptándolo a sus necesidades (Fig. 22, Fig. 23), sin dejar de lado el respeto por el medio ambiente, tal y como ocurre con el resto de especies del planeta en su constante relación con sus respectivos hábitats.
Se aplicaron los principios más elementales en los procesos constructivos, sin necesidad de desarrollar tecnologías avanzadas consumidoras de grandes recursos energéticos, y utilizando los medios materiales del entorno inmediato para resolver los problemas de adaptación al medio (Fig. 24).
De hecho, el ser humano fue capaz y ha sido capaz en tiempos recientes de utilizar estos recursos del entorno para adaptarse al medio y habilitar espacios capaces de albergar los más variopintos usos y resolver las carencias de nuestra compleja sociedad sin necesidad de arremeter de forma violenta contra el medio ambiente (Fig. 25, Fig. 26).
Es posible hacer una arquitectura respetuosa con la naturaleza sin necesidad de abusar de los recursos del medio y consiguiendo un resultado eficiente desde el punto de vista energético, pudiendo resolverse, con un necesario trabajo de concienciación previo, y siempre con el concurso de todos los partícipes en el proceso constructivo, lo cual incluye también -y necesariamente- al promotor, además del arquitecto y el constructor, cualquier necesidad espacial con resultados sorprendentemente naturales (Fig. 27) que pueden responder precisamente a esa arquitectura natural con la que las especies que habitan Tierra nos deleitan.
Es más, como resultado de un minucioso estudio de las necesidades actuales de los seres humanos en su relación con el entorno podemos encontrar soluciones (Fig. 28) que, de forma autónoma, resuelvan todos los requerimientos exigibles a una edificación sin necesidad de depender constantemente de recursos externos o consumos que alteren el equilibrio natural de nuestro hábitat.
No es complejo, puesto que podemos recurrir a una avanzada tecnología ya existente y que,en ocasiones, ha sido tan dañina, desarrollar sistemas constructivos respetuosos con el medio y que utilicen de forma coherente los recursos que la naturaleza desinteresadamente pone a nuestro servicio, sin necesidad de prescindir, tal y como se ha indicado anteriormente, del diseño. Es más, la utilización desde el conocimiento de estos materiales nos permite, incluso aplicando sistemas constructivos correspondientes o desarrollados para otros materiales, alcanzar resultados sorprendentemente creativos (Fig. 29, Fig. 30) que serían dignos de incluirse en la selecta historia de la arquitectura.
Fig. 29. Casa de paja del arquitecto Arjen Reas.
(http://decoarq.com/)
Fig. 30. Casa de barro del arquitecto Alex Villafan.
(http://moldeadodirecto.blogspot.com.es/)
Parte V
Pero la construcción y el desarrollo irracional ha contribuido a empeorar el medio ambiente.
Plantear una dicotomía contundente entre crecimiento o progreso y desarrollo (Fig. 31) pueda ayudar a reorientar el futuro de nuestro planeta y, de forma menos presuntuosa, el de la arquitectura. El crecimiento o progreso, entendido como un conjunto de procesos orientados a la mejora descuidada de la situación individual o de colectivos reducidos sin el menor atisbo de responsabilidad social y natural nos dirige irrevocablemente al fracaso como sociedad y muy posiblemente a terminar con el planeta Tierra en las condiciones en que lo conocemos hoy en día.
Sin embargo, un desarrollo concebido desde el respeto por la naturaleza y consecuente con la realidad de nuestros hábitats permitirá que nuestra sociedad avance en equilibrio con el medio ambiente que es, en definitiva, nuestro medio de vida.
Resulta sorprendente comprobar cómo hemos sido capaces, en ese exacerbado proceso de crecimiento, de menospreciar la más simple exégesis que nuestro propio entorno nos ofrecía y hemos construido (Fig. 32) indistintamente desatendiendo a la ubicación, al entorno, sin reflexionar mínimamente sobre los condicionantes ambientales o los recursos que se consumirían y esto nos ha llevado a esperpentos espectaculares y en cierto modo admirables, eso sí, que condicionan un futuro desarrollo sostenible.
Se han extremado en ocasiones hasta tal punto los requerimientos de diseño (Fig. 33) –contrapuestos con aquellas edificaciones que sí reflexionan sobre las circunstancias del entorno procurando inteligentemente sustituir consumos elevados con sistemas alternativos (Fig. 34)- y se ha dado tan poca importancia a los sistemas pasivos que, sencillamente, hemos olvidado o despreciado las consecuencias posteriores que estas construcciones acarrearían con lo que los consumos energéticos se han disparado hasta límites insostenibles en una economía de mercado como la que nos gobierna.
En este sentido, encontramos numerosos y tristes ejemplos en nuestras ciudades (Fig. 35, Fig. 36) que clarifican esta falta de previsión, de reflexión y de responsabilidad para responder, a pesar de que tenemos tecnología más que suficiente para contrarrestar estas aberraciones humanas en las que vivimos, a los requerimientos que, como seres humanos con necesidades de adaptación al medio en que decidimos habitar, tenemos para poder solventar nuestras carencias biológicas evolutivas.
Es nuestro deber encontrar un nuevo camino, cuyas vías de acceso ya han sido abiertas, hacia una nueva arquitectura natural que nos sirva como seres vivos y no solo como seres humanos viviendo en sociedad, para desarrollarnos en nuestro planeta de forma respetuosa con medio ambiente, que será, en definitiva, el único camino que podrá asegurar una vida digna a nuestras futuras generaciones.
Rubén Cabecera Soriano, arquitecto.
Arquitecto en aiuEstudio, www.aiuEstudio.com
Twitter: @encabecera
Reseña profesional:
Mérida, 21 de diciembre de 1976 (Badajoz).
Arquitecto especializado en edificación por la Universidad de Sevilla desde junio de 2.001.
Máster en “Urbanismo y Ordenación Territorial” por la Universidad de Extremadura. 2.007-2.008. Máster en “Arquitectura y Patrimonio Histórico” por la Universidad de Sevilla. 2.006-2.008. Doctorando por la Universidad de Sevilla sobre el programa “Teoría y Práctica de la Rehabilitación Arquitectónica y Urbana” con DIPLOMA DE ESTUDIOS AVANZADOS (D.E.A.) Y LA SUFICIENCIA INVESTIGADORA con el trabajo “Espacio Urbano en los pueblos de colonización. Extremadura, Plan Badajoz e intervenciones asociadas (1.952-1.972). La Bazana”. Máster en “Gestión Ambiental, Calidad y Auditoria para Empresas, EnvironmentalStudies,Quality Control and Safety Technologies” por la Escuela Europea de Dirección y Empresa, EUDE. 2.010-2.013.
Ponente en las jornadas “Los pueblos de Colonización: El Escenario Extremeño” en las jornadas de “Pueblos de Colonización organizadas por el COADE. Participante en el I Simposio Nacional, “Pueblos de Colonización durante el franquismo. La arquitectura en la modernización del territorio rural” del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Coordinador y coautor del libro “Pueblos de Colonización en Extremadura” publicado por la Editora Regional desde la Consejería de Agricultura y Desarrollo Rural en mayo de 2010. DEPÓSITO LEGAL: BA-295-2010, ISBN: 978-84-8107-070-5.
Autor del libro “Manual para la elaboración del Plan de gestión de residuos de construcción y demolición” editado por la Fundación Premysa en noviembre de 2010, en el marco del proyecto Ecofuturo cofinanciado por el Fondo Social Europero. Ponente en Ficon 2010 en las jornadas sobre LA REHABILITACIÓN EN EXTREMADURA.- “IMPULSO Y APUESTA EN LA COYUNTURA ECONÓMICA ACTUAL” organizadas por la consejería de Fomento en marzo de 2010. Ponente en las “JORNADAS GESTIÓN Y VALORIZACIÓN DE RESIDUOS DE CONSTRUCCIÓN Y DEMOLICIÓN” organizadas por la Fundación PREMYSA en septiembre de 2010. Profesor en el curso “Urbanismo práctico” organizado por la Diputación de Cáceres en junio de 2009. Profesor invitado en el “Programa de doctorado de Ingeniería Gráfica, Geomática y Proyectos” del departamento de Expresión Gráfica de la Universidad de Extremadura en el curso 2009-2010. Profesor invitado en el “Programa de doctorado de Ingeniería Gráfica, Geomática y Proyectos” del departamento de Expresión Gráfica de la Universidad de Extremadura en el curso 2011-2012. Ponente en el Congreso internacional BSA 2012 de OPORTO con la conferencia “Evaluation of theefficiencyto use sustainableclassicaltechniquesonthemodernconstruction”.
Profesor titular de las asignaturas, INGENIERÍA DE LAS INSTALACIONES, EQUIPOS Y MAQUINARIA AUXILIAR EN LA INDUSTRIA AGROALIMENTARIA desde el año 2012 y de la asignaturaINGENIERÍA DE LAS OBRAS Y CONSTRUCCIONES AGROINDUSTRIALES desde el año 2011 del GRADO EN INGENIERÍA DE LAS INDUSTRIAS AGRARIAS Y ALIMENTARIAS del CENTRO UNIVERSITARIO SANTA ANA, Centro adscrito a la Universidad de Extremadura. Vicepresidente de la Asociación para la Promoción y el Impulso de la Transparencia en Extremadura, APITEX, desde su fundación en marzo de 2012.
Como profesional libre el currículo se puede observar en:
www.aiuEstudio.com
f: https://www.facebook.com/pages/aiuEstudio/253233964726409
Mérida a 15de agosto de 2013.