El término barriada no surge a la par con las invasiones que se tomaron en Lima a inicios de los treinta, siendo la invasión un hecho relativamente nuevo, se remitió su definición a viejos conceptos como los de “urbanización o barrio clandestino”. A fines de la década de los cincuenta, el término “barrio marginal” ya era parte del hablar limeño, es así como surge “barriada”, derivación despectiva directa del término barrio, con el que, desde la perspectiva de la élite limeña, se pensaba que era lo afín a la “delincuencia, promiscuidad e inmundicia social” y gracias a nuestra prensa conservadora de entonces, este calificativo fue aun más generalizado.
“Para ningún peruano ajeno al ámbito elitista criollo, con apellidos de ascendencia europea, es un secreto que el Perú es un país discriminatorio. Sin embargo el hecho de reconocer el racismo como parte de una problemática social pasa por darnos cuenta que nuestros derechos están siendo vulnerados (…)”*
Marginal: es aquello de importancia secundaria o escasa, y las personas o grupos que viven y actúan fuera de las normas sociales y comúnmente admitidas.**
Es muy importante entender el término de barriada no solamente dentro de un marco urbanístico, si no también como el impacto social que tuvo en aquellos años, la indicación de marginal como fue calificada, demuestra el concepto de invasión, de irrupción causada por terceros. Estas invasiones eran, para la élite limeña, el foco de “delitos, degeneración e incultura”, para Pablo Berckholtz Salinas, la barriada es una “aberración social, (...) vivienda maldita, carente de luz, de sol, de aire, de limpieza, donde el hombre no encuentra su ración de oxigeno para compartirlo con su familia y cooperar indirectamente con el adelanto racial.”***
En 1957, al crearse la Oficina Nacional de Barriadas, nace la Ley Nª13517 conocida como la Ley Orgánica de Barrios Marginales que la reconoce oficialmente, y que, sin embargo, aún no despoja el término de la connotación peyorativa que atrae. No obstante, dicha ley no repara en el perfil insalubre del barrio, más solo el ‘acceso al suelo’.
Con el tiempo, el término barriada adquiere especificidad y notación, puesto que según reglamento (Ley Nº 13517 de 1961) la unidad de barrio podrá constituirse sobre la base de varias de las mismas, formando así distintas unidades que se agruparán entorno a un posible conjunto urbano que les brinde el equipamiento necesario como para consolidarse como unidad, delimitando su realización como implantación urbanística, definiéndose como Urbanización Popular de interés Social. Por consiguiente y acoplándose a la norma, todas las barriadas obtenían reconocimiento legal, convirtiéndose en urbanización.
Posteriormente, durante el golpe de estado de Velasco, se canceló el término de barriada, para lograr una ‘legitimidad social y política” muy aspirada por el cabecilla de turno, llamándole “pueblo joven”; término que nuevamente cambió durante el segundo gobierno de Belaunde, pasando a ser “asentamiento humano”; cuya vigencia se halla hasta nuestros días. Sin embargo este nuevo término consolida una calificación político-jurídica más que al hecho urbanístico mismo, por lo que el autor considera recomendable el emplear el término barriada ya que explica mejor dicho fenómeno, tanto como connotación histórica y como urbanística.
Conjunto habitacional, ¿a la vuelta de la esquina?
Su definición se remite a la vivienda social realizada por el Estado, un claro ejemplo es Mi Vivienda, que prolifera en cantidad y a la vez criticado por diversos sectores; sin embargo esta caracterización “social-estatal” es discutida pues actualmente proliferan en Lima conjuntos habitacionales desarrolladas por el sector privado, considerando como estos a los tantos edificios por departamentos que invaden a Lima cada día más.
Las tradiciones y urbanismo en Lima
Las diferencias entre urbanización, conjunto habitacional y barriada se aprecian en el carácter de los procesos de producción, intercambio y consumo al que son dirigidos; su diseño y posterior construcción.
Mientras que la urbanización estatal destaca su desarrollo y construcción por el estado peruano, además de no ser sujeta a las prescripciones reglamentarias, llega al usuario a través de diversos procedimientos (sorteos y precalificaciones según el grado de necesidad); las urbanizaciones privadas operan de distinta manera: esta es maniobrada por una empresa privada y profesionales independientes, que se acatan a la reglamentación actual. La primera mantiene el objetivo de solucionar las necesidades de habitabilidad de un sector de peruanos, no muchas veces lo realiza con la imaginación necesaria, me refiero a que no solo las construcciones “bonitas” deben ser creativas; la segunda muchas veces solo piensa en lograr una alta rentabilidad construyendo bloques y bloques de edificios muy parecidos que cada vez densifican más la ciudad, bloques de edificios lo hace cualquiera, lo que se requiere es un nuevo planteamiento de la vivienda.
En el caso de la barriada, es su propia gente la que lo gesta, la que la piensa. El procedimiento es el siguiente: ocupación colectiva o invasión del terreno, su “lotización/ocupación” y su construcción gradual (muchas veces interminable dada la situación de pobreza referida a la(s) familia(s) que la habitan); finalmente muy pocas barriadas se lotizan de manera esquemática y varían de tipo urbanístico a lo largo de la historia.
Las diferencias y puntos de concordancia entre las tres principales tradiciones del urbanismo limeño: la tradición del urbanismo estatal, la tradición del urbanismo privado y la tradición del urbanismo barrial; se generan en sus condición social, material, político, económico, cultural o ambiental.
El transcurso de la historia de nuestra ciudad nos muestra una característica muy ‘peruana’ es el que en ningún otro país de similar desarrollo al nuestro, el barrio puede nacer aún sin tener una vivienda como tal construida o normativas propias que la respalden, menos aún contar con los servicios básicos o cumplimientos de sanidad mínimos requeridos para el desarrollo óptimo de una sociedad, de la persona humana; en otras palabras: lote no definido + grupo de gente = barriada. Muy por el contrario, las urbanizaciones privadas y estatales, presentan una situación y contexto diferentes, además de compartir una postura urbanística, es decir son urbanísticamente concientes de si mismas.
Sin embargo, el Perú ya no puede darse el lujo de continuar viviendo y fomentando esta realidad de barriada o asentamiento humano desprotegido y fuera de la ciudad, esto no solo afecta a la gente de bajos recursos viviendo en barriadas si no también a la sociedad que por permitirles este desarrollo dificultoso y marginal, crea una capa de distanciamiento irracional, ilógico e inhumano fomentando el pensamiento de que sociedad y urbanismo en desarrollo no somos todos, si no solamente de los que pueden.
Urge y es necesario políticas de estado y nuevos planteamientos de vivienda, que fomenten la participación del pueblo y grupos de expertos peruanos que realmente conozcan y estén al tanto de la problemática urbana, peruanos universitarios y profesionales que busquen soluciones a nuestros problemas urbanísticos, problemas de vivienda, y generen soluciones óptimas y creativas para los de menores recursos, dentro de un marco de desarrollo sostenible y realicen trabajos de hormiga que recopilen nuestra historia urbanística y logren finalmente enderezar el árbol urbanístico torcido de nuestra ciudad.
*CHOLO SI, INDIO NO. Vanessa Verástegui Ollé, Estudiante de Posgrado de Antropología en la Pontificia Universidad Católica del Perú. GIM PERU- Grupo Impulsor Contra el Racismo y de la Mesa contra el Racismo de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos.
** Urbanismo marginal para marginados. José María Molina Terrén, España.
*** Berckholtzs Salinas, Pablo. “Barrios marginales-Aberración social.” Pág. 18. Lima.