18 diciembre 2024

TOTORAL. ARTE RUPESTRE, PAISAJE Y PATRIMONIO EN EL VALLE MEDIO DE CHANCAY - JORGE CARLOS ALVINO LOLI

 


1. Introducción

Cada valle de la costa central andina ha sido escenario de procesos culturales complejos que probablemente no lleguemos a conocer por completo. Estas zonas geográficas muchas veces no son extensas en comparación con otras, sin embargo, pueden contener evidencias sustanciales en espacios naturales como las estribaciones montañosas o simplemente en las pequeñas quebradas.

En este ensayo presentaremos algunas evidencias culturales agrupadas en el entorno a una quebrada llamada Totoral en el valle de Chancay tan solo como muestra de lo mucho que falta por conocer en los ámbitos más cercanos o sencillos.

 

2. Geografía, medio ambiente y ecología

Nuestra área en estudio se centra en un sitio arqueológico ubicado en las laderas bajas del cerro Totoral, en la margen derecha del valle medio del río Chancay. Primero queremos aclarar que tomamos este concepto de “valle medio” sabiendo que, aunque la conocida subdivisión de un valle por sectores (alto, medio, bajo) es coherente como enfoque cíclico, también es cierto que en la realidad existen muchas variantes formales que intervienen en el paisaje del mismo, pero para nuestro caso sigue siendo útil fisiográficamente, por esto creemos que esta parte del valle sería el sector medio, pues:

 

“… está formado por el canal consecuente que forma un valle alargado y estrecho; los tributarios subsecuentes son escasos y el agua del canal principal escurre por un fondo flanqueado de terrazas aluviales angostas y escalonadas” (Córdova 2019: 91)

 

De esta manera nuestro contexto presenta al río Chancay, un río profundo y de aguas rápidas que además aumenta su caudal en los meses de verano, por lo que a veces las quebradas se activan (como lo sucedido en 2021 con las cercanas quebradas de la margen derecha, Huamachos y el Palmo).

Topográficamente es importante anotar que el valle ya se iba estrechando desde Huayán (339 msnm) y más adelante en Lumbra (591 msnm), pero es en este sector cerca de Quisque (804 msnm) donde las laderas comienzan a acercarse y elevar verticalmente sus prominencias por lo que el espacio toma un aspecto encajonado. Otro rasgo importante es que en este lugar el trayecto del río cambia de orientación girando varias veces mientras atraviesa las prominencias rocosas que estrechan el cauce. 

Son hasta tres giros importantes que realiza el cauce en casi cuatro kilómetros antes de que vuelva a su trayectoria de noreste a suroeste. Además, hay que señalar la importancia del aporte de la quebrada Huataya (933 msnm) que en la margen derecha del rio se abre a un paisaje más abierto y cultural.

Totoral es el nombre de una angosta, pero larga, quebrada ubicada en la margen derecha del río Chancay justo después de que este cambie, en un trecho corto, de orientación en su curso. La quebrada Totoral es una quebrada profunda a comparación de sus vecinas; arranca desde la altura del río y en dirección norte se interna 1,800 metros antes de bifurcarse. 

Frente a Totoral el río discurre a 790 msnm y dista a 42 kilómetros de la desembocadura en el Océano Pacífico, por lo que el clima y la vegetación son características. Según el Mapa climático de la ONERN de 1969, esta zona se puede considerar climáticamente como muy seco semi cálido y de formación ecológica desierto sub tropical; también es conocida su identificación como parte de la Yunga Marítima en donde “…la humedad es relativamente baja durante el día y aumenta en la noche. La temperatura fluctúa entre 20 y 27°C durante el día; las noches son frescas, a causa de los vientos que bajan de las regiones más altas” (Pulgar Vidal 1981: 59). Asimismo, posee en su grupo de suelos del tipo lítico, litosol Desértico y Regosol Desértico (seco), lo cual dificulta cualquier labor agrícola extensiva.

También en este mismo registro se presenta a la zona como área fragmentada para el cultivo que en su mayor parte eran “terrenos de huertas frutales y otros cultivos perennes” como los “cultivos pomoideos” (ONERN 1969 mapa 5). Aparte de los cultivos de manzanos o nísperos, la flora nativa en los cerros está constituida especialmente además del molle (Schinus molle) y el lúcumo (Lucuma obovata) por cactáceas como pitajaya (Cactus pitajaya), el curi (Cereus macrostibas), el pumaparurun (Melocactus), entre otras.

 







3. El asentamiento arqueológico

El asentamiento arqueológico cercano, identificado por Krzanowski por el código Ch-56 (Krzanowski 2008), se ubica en la parte superior de una terraza (870 msnm) que se desprende de la falda sur del cerro Quishque (1,750 msnm); se encuentra flanqueada por dos pequeñas quebradas, al oeste la quebrada Totoral y al este la propia quebrada de Quisque bajo, entre ambas hay una distancia promedio de 230 metros. 

Sus dimensiones aproximadas son de 100 metros en su eje noreste y suroeste y 90 en su eje noroeste y sureste, además cuenta con un pequeño cementerio prehispánico en su esquina suroeste de 60 metros de longitud y 20 metros de ancho. En la parte media del asentamiento alcanza una altitud es 868 msnm ubicándose a 60 metros encima de la carretera moderna de Huaral-Acos.

 Características arquitectónicas

De acuerdo a la planimetría se puede caracterizar por una trama regular de recintos de planta rectangular de dimensiones similares (4 x 4 metros) que se adosan entre si tratando de respetar un alineamiento en el eje noreste y suroeste; no se aprecian grandes espacios de articulación espacial o espacios abiertos en medio de un conglomerado aproximado de más de 300 recintos.

Estos recintos no distinguen mayores diferencias entre los mismos. Los muros no alcanzan el metro de altura y 40 centímetros de espesos, existiendo pocos adosamientos y acceso evidentes. La técnica utiliza piedra canteada de manera irregular utilizándose las piezas más grandes (.50 x .50 m) en las bases y unidades más pequeñas y diversas en las zonas superiores; se advierte también el uso de argamasa de barro de distintos espesores para completar áreas sin piedra.

Hacia el norte del conglomerado central existe un área abierta en donde existe una amplia terraza de baja altura (25 metros de ancho, 10 de profundidad y 1 metro de alto) que pareciera ser un lugar importante. Se encuentra libre de muros y otras construcciones exceptuando la presencia de algunas rocas medianas periféricas y lo que podría ser una plataforma que pudiera ser un altar o podio muy destruido. Atrás de esta plataforma el relieve del cerro se levanta progresivamente como cerramiento natural.

 Cementerio elevado

Como indicamos existe una pequeña área funeraria hacia el suroeste de la terraza natural, sus dimensiones son relativamente pequeñas pero lo suficiente para marcar el sector como funeraria independiente, una característica de los sitios chancay que poseen como anexo un área de estas características.

 








Cerámica

Al ser un sitio sin mayor estudio no se tiene mayores datos arqueológicos ni reflexiones que sirvan de guía o antecedente que aporte algún dato relevante por lo cual el principio que utilizamos fue descriptivo y de ordenamiento.

Se han encontrado en superficie algunos tipos de cerámica identificados con anterioridad, entre ellos el llamado Lauri impreso, lleva el nombre del sitio chancay cercano al litoral en donde inicialmente fue identificado y que se caracteriza por poseer círculos impresos con caña a su borde exterior. Aunque se debe mencionar que al referimos a este tipo también lo hagamos de otro reconocido en contextos más seranos, por ejemplo, al de Cayash. 

En efecto, Krzanowski, analizando una gran cantidad de especímenes alfareros señala la existencia de una “tradición cerámica de larga duración, que abarca el Período Intermedio Tardío y el Horizonte Tardío… la tradición Cayash” (Krzanowski 2016: 148); son características de este tipo las ollas denominadas “tipo Quillahuaca”, decorados con estampados (circulitos, hoyuelos o ranuras). Producida con arcilla atemperada con piedra triturada de riolita-dacita de granulado grueso.

Es tan particular y recurrente este tipo de decoración que citamos una descripción más sugerente al respecto: “los círculos fueron estampados a profundidades diferentes… y sin mucho cuidado. A menudo están en distancias desiguales y en diferentes niveles.” (Krzanowski y Tunia 1991: 250)

También se ha visto en menor medida la existencia de fragmentos de cerámica Negro sobre Blanco de pasta clara, aunque de baja calidad. Otros tipos de formas, principalmente ollas, han sido realizados con pasta oscura y gruesa, lo que puede deberse a su origen de canteras en zonas altas.

 



4. Arte rupestre

 

Quilca de Totoral

La entrada a la quebrada Totoral tiene una amplitud de 130 metros; actualmente se encuentra culturalmente muy alterada manteniendo en ambas márgenes pequeñas áreas de cultivo teniendo además en su margen este un pequeño y cementerio moderno de cierta antigüedad. En este sector hemos constatado la existencia de dos expresiones rupestres distintas: Un petroglifo con forma de espiral y una roca con concavidades; por su cercanía (casi 85 metros) ambas debieron en algún momento vincularse, aunque no necesariamente de manera espacial.

La primera roca como mencionamos se encuentra en un terreno llano y próximo a otras rocas medianas, pensamos que es la roca que había sido mencionado por Horkheimer (1965) quien señala su ubicación, aunque sin mayor contexto: “…La Quebrada Totoral se encuentra a 4 kms arriba de Cañahuasi… al borde E de la Quebrada Totoral, a la izq. De la carretera a Acos.” (Horkheimer 1965).

La roca de Totoral se encuentra a veinte metros de la ladera del cerro, pero parece haberse mantenido in situ sin mayor desplazamiento y en su contexto inmediato no se encuentra mayores evidencias arquitectónicas o culturales prehispánicas. De tamaño mediano (1 metro sobresaliendo del suelo), es lo suficientemente grande para no ser movido por fuerza y, debido a sus tonalidades rojizas y claras, es visible desde lejos. La forma levemente piramidal termina en un ápice limpio, sin aristas marcadas. 

Aunque no posee dimensiones espectaculares su ubicación aislada y en parte su visibilidad podría remitirnos al concepto de huanca, en este caso ubicada al inicio de la quebrada. La función de las huancas se deduce de la documentación dejada por los llamados extirpadores de idolatrías, como el padre jesuita, Pablo Joseph de Arriaga, quien publicó en 1621 el libro La extirpación de Idolatría en el Perú (republicado en 1920 por Horacio Urteaga a través de la Imprenta San Martí y Cía.). En sus descripciones menciona:

 

“Chíchic o Huanca llaman a una piedra larga que suelen poner empinada en sus Chácaras, y la llaman también Chacrayoc, que es el Señor de la Chácara, porque piensan que aquella Chácra fue de aquella Huaca, y que tienen a su cargo su aumentó, y tal como la reverencian, y especialmente en tiempo de las sementeras le ofrecen sus sacrificios” (Arriaga 1621)

No resultaría rara la significancia ideológica que podría tener esta roca (aunque se haya perdido mucho de su contexto original) debido además por la intervención cultural a la que fue sometida al trazar el petroglifo. Las rocas en las grandes civilizaciones del pasado tenían la facultad de contener energías vitales por lo que fueron objeto de culto: “El culto no va, pues, dirigido a la piedra en tanto que sustancia material, sino al espíritu que la habita, al símbolo que la sacraliza” (Eliade 1964: 257).

 

Espiral como estructura

Reconstruir el significado de las formas grabadas en la roca es un objetivo prácticamente imposible de cumplir, el intérprete social y las pautas culturales de su entendimiento se han perdido casi totalmente; nuestro propio pensamiento funciona y tiene lógicas distintas y podemos fácilmente caer en especulaciones por lo que ninguna respuesta debe ser claudicante. Sin embargo, hemos decidido exponer algunas de sus características más claras y objetivas.

Sobre la capa superficial oxidada de la roca se ha trazado por percusión poco profunda formas a partir de líneas secuenciales. Estas formas ocupan la parte superior de la roca la cual posee una superficie continua, volumétrica y orgánica (con solo una parte seccionada que deja una faceta plana), más bien asemejando el volumen de un animal en reposo.

Sobre el dorso superior aparecen líneas percutidas muy tenues que se confunden en los lugares donde la roca no se ha oxidado. Entre las formas podemos distinguir líneas largas, líneas quebradas, círculos, etc. y principalmente la forma de una espiral de 4 giros.

Variando según la orientación del giro, su forma de construcción y la cantidad de vueltas, esta forma es recurrente en varios lugares de la costa central, en particular como arte rupestre la hemos encontrado en Lurín (Antapucro), Rímac (Cerro Culebra), Calango (Cochineros) y en Chancay (Colcapampa).

 Respecto a esta forma (la espiral) podemos decir que ha sido mencionada por distintos autores y algunos plantean que representa el tiempo: “La espiral tiene un punto de origen (un centro) y una continuación infinita. Significa el correr del tiempo o la duración de la vida natural” (Joly 1988: 115), pero también como movimiento: “viaje es un movimiento circular hacia un centro interior” (Henderson J. 1969: 151). El significado de esta forma al parecer fue muy importante dentro del mundo iconográfico andino, principalmente vinculado con el concepto de Pachacuti.

Roca con concavidades

Se encuentran en una sola roca ubicada en el extremo de un pequeño morro inferior del Cerro Quishque que es cortado por la carretera. La roca se encuentra con su faceta trabajada en posición horizontal. Las concavidades no pasan de 10 distribuyéndose 7 agrupadas y otras dispersas hacia la izquierda.

A diferencia de muchos trabajos rupestres existentes en los andes, por ejemplo, los existentes en el norte en donde las dimensiones son mayores y pueden entenderse con otra función, en el valle de Chancay las concavidades existen en las rocas manteniendo unas dimensiones principalmente menores, excepción de Chala, Pacaybamba y la roca 1 de Lumbra (Alvino y Guillermo 2019), sitios en los cuales difícilmente sobrepasan los 10 cm. En Totoral podemos evidenciar la existencia de una roca con presencia de unas pocas de estas concavidades, pero cuya ubicación en el contexto del entorno es significativa.







5. Cementerio

Otro aspecto relevante del patrimonio de esta parte del valle implica ya otro tipo de bien, en este caso nos referimos a las evidencias funerarias modernas de los pobladores del siglo pasado. Consideramos importante su mención pues forman parte de sus creencias religiosas trascendentales y poseen cierta singularidad en el contexto pues además han sido interpretadas y expresadas en su lenguaje estético que posee cierta gracia y explica algo de la historia de esta parte alejada de las ciudades como patrimonio rural.

El cementerio de Totoral es un cementerio antiguo que existe en la quebrada del mismo nombre, salvada del huayco y posiblemente separada de las casas originales de los agricultores, por ello su entorno es rural. Creemos que debemos considerarlo como evidencia histórica del siglo XX, asociado al patrimonio industrial que pudiera expresarse en las haciendas del valle o de la propia arquitectura rural que aún existe cada cierto tramo a la vera de la carretera. Las tumbas son de la gente que vivió en las cercanías y las siguen usando, además algunas presentan una tipología propia que merece estudiarse como fenómeno más amplio.

Este cementerio mide aproximadamente solo 50 metros de largo y 20 de ancho y posee ciertas semejanzas con otros cementerios como el de Platanal, en el cual además persistían entierros prehispánicos intactos (en los últimos años han sido casi totalmente destruidos), o también podemos mencionar al de Macas (Alvino y Yanfer 2019) en el valle del Chillón o el de Palle Viejo en el valle de Santa Eulalia, todos cementerios que se van acomodando al espacio funerario e instaurando sus tumbas con formas arquitectónicas sagradas.

 








6. Mitología del lugar

La interpretación cosmológica de la gente ha sido importante frente a este paisaje, algo abrupto y estrecho, de este modo surgen algunas narrativas míticas como la siguiente sobre el río Chancay:

 

“Sucedió que las selvas, que están al otro lado de la Cordillera, parieron una inmensa culebra. Nació hambrienta y con gran sed. Después de comer se reclinaba a la orilla de un río y no se movía hasta dejarlo seco.

La culebra subió las montañas hasta llegar el punto donde nace el río Chancay; como el viaje había sido largo se detuvo a beber. El chancay era entonces río grande; tan grande que en tiempo de creciente llenaba su quebrada de cumbre a cumbre.

 

Desde la Costa un águila marina estaba encargada de cuidar al río. Como el río se iba quedando poco a poco seco, el águila voló hacia las montañas y cerca de Acos en el sitio llamado Huataya dio alcance a la sierpe. Allí pelearon por mucho rato, tanto que la tierra de los cerros se puso colorada de la sangre que corría. Tan grande fue la refriega que al atardecer morían el águila y la serpiente. De esta manera el águila defendió el río, pero la culebra había tomado ya mucha agua, mermándolo, hasta dejarlo flaco, tal como está ahora.”

 

Relato de Mario Chávez. Recogido en Acos, Canta, Lima Publicado en Jiménez Borja, A. (1973).

 

El relato describe la transformación del paisaje del valle por causas sobrenaturales y seres míticos que podrían estar ocultando hechos sociales muy antiguos. También es importante las señas geológicas locales que son interpretadas aún en la actualidad como seres míticos. Por ejemplo, el dique de roca clara que se encuentra sobre el peñón del cerro Pacaraos y que precisamente se ubica en el lugar en donde, según el mito anterior, la serpiente había tomado agua del río. También es de notar que en la margen derecha del río, sobre la zona de Huataya las laderas de los cerros se vuelven rojizas por oxidación mineral de los suelos.

Estas interpretaciones, muchas veces lejos de una arqueología artefactual, pertenecen a una lectura del paisaje mismo pues en todo tiempo histórico este ha sido vivenciado e interpretado y todavía en muchos casos podemos contemplarlo en su externalidad: “…en un mismo paisaje existen elementos constantes en el tiempo histórico como la geomorfología, ciertas condiciones climáticas, las redes de drenaje principal y algunas formaciones vegetales” (Molano J. 1995: 2) Pensamos que estas constantes se mantienen en Quisque y sus alrededores y su impacto en la vida cultural histórica fue importante y debiera ser estudiado más detenidamente, como hipótesis quizás el arte rupestre sea parte de esta lectura: “...El paisaje es una expresión fenomenológica de los procesos sociales y naturales en un tiempo dado. Puede considerarse una puerta de entrada para descifrar lo que no muestra, pero que siempre sugiere. Su permanencia es testimonio de los tiempos que se han plasmado en espacio geográfico.” (Molano J. 1995: 2)

El paisaje del contexto que hemos presentado, aún no alterado por completo, sigue siendo sin duda parte del patrimonio del valle aun no valorado.

 

7. Reflexiones

Lógicas de asentamiento

Aunque muchos sitios arqueológicos tardíos de la cuenca del Chancay han desaparecido se puede señalar algunas características de ellos:

-Ubicación en las quebradas alejadas del río en las cotas inferiores de cerros. Como en Pisquillo Chico, Laure, Portillo.

-Sobre afloramientos rocosos o cerros pequeños como Bandurria, La viña, cerro Mascarín, etc.

-En la desembocadura de quebradas o vinculadas a quebradas. Quilca Lumbra.

-Sobre terrazas cercanas al río y dependientes de un cerro por ejemplo Saume, San Miguel Totoral.

En nuestro caso (asentamiento Ch-56 y los petroglifos) estos se emplazan en el valle medio, la escasez de terreno y la necesidad de seguridad del asentamiento ante las crecidas del río puede haber impuesto la adaptación de terrazas aluviales para uso agrícola, hecho que aún podemos advertirlo en algunos lugares. También debió existir un sistema caminero principal en la margen derecha que se empalmara con la margen izquierda por medio de puentes colgantes que debieron ser muy importantes (tal y como son ahora) para trasladarse e intercambiar productos principalmente en meses de verano cuando el caudal hace imperante su uso. Creemos que la zona de Quisque es una zona propicia para el cruce, no solo porque de allí se desprende una ruta hacia

 Vinculación del asentamiento con el paisaje

Debido a la realidad topográfica muchos de los asentamientos de los valles costeños se vinculan con las prominencias adyacentes a su área construida. De esta manera pueden estar existiendo centros ceremoniales religiosos como Moche en donde el cerro Blanco repercute en “su condición de cerro tutelar” (Canziani 2009: 205). Faltaría disgregar y contextualizar este concepto muy vinculada a las referencias etnohistóricas en escenarios de la sierra (cusqueña, por ejemplo) y ver la posibilidad de su uso integral en las sociedades costeñas tardía.

Desde esa perspectiva, en Chancay los asentamientos más grandes como Pisquillo, Portillo, Saume podría vincularse con los cerros que los respaldan o cobijan topográficamente. El caso de Saume es más interesante pues se asienta sobre una alta terraza geológica lo cual será la solución que varios sitios tomarán como ejemplo, entre ellos el sitio que hemos descrito el cual tendrá también su adscripción a su respectivo cerro Quishque (1,750 msnm) pero además pensamos que se vincula a la quebrada adyacente de Totoral por ser la más importante de la zona.

Arte rupestre y significación cultural.

La periodización y función son las prioridades arqueológicas pero muchas veces tropieza con falta de evidencias según la naturaleza de los materiales sobre los cuales se necesita aplicar estos requerimientos. El arte rupestre en la cuenca del Chancay, ya no solamente el valle, se muestra muy complejo con una probable gestión de miles de años.

Es poco lo que puede generalizarse desde una sola roca con trabajos rupestres, por motivos de espacio, para nuestro ejemplo no explicaremos las rocas existentes en la zona de Quisque, Chala o hasta Colcapampa, que pensamos pudieran asociarse estilísticamente; tampoco las existentes en otros valles que presentan similares formas, por ejemplo, las de Lurín o Mala, pero creemos que existe una gran tradición costeña de hacer arte rupestre, con una gran cantidad de exponentes y su significado cultural debe asociarse a las culturas ampliamente estudiadas. Sobre esta aparente escazes de arte rupestre Gufrfroy había hecho una observación:

 

“el hecho de grabar sobre las rocas no parece haber sido un gesto tan común, que se realizaba en cualquier momento ni en cualquier lugar. Tanto la distribución espacial como temporal de los yacimientos parece indicar la existencia de una lógica subyacente que limita la dispersión de las piedras grabadas y organiza su repartición. En la gran mayoría de los valles costeros, los sitios petroglíficos están presentes en pequeña cantidad, en sectores limitados y contienen un número relativamente reducido de piedras y glifos”. (Guffroy 2007: 118).

 

Otra reflexión metodológica es la que hace Hostnig cuando piensa en “como considerar y delimitar un sitio rupestre” (en comunicación personal 2024), esto en virtud a que si solo hay una sola roca (como en el caso de Totoral) o en las cercanías hay más. Estas son consideraciones que se tienen que discutir en cada caso.

Por otro lado, refiriéndonos a la técnica aplicada en Totoral esta dependió de las propiedades de la roca misma (que tenía alteraciones producto de la exposición atmosférica) de tal modo que el contraste de tonalidad, rojiza la superficial y clara de lo que genera el diseño. En esto se parece a la opción de arte en Quisque y Colcapampa por lo que creemos de manera preliminar que pudieran pertenecer a un mismo período y hasta cierto punto el tipo de percusión superficial (sección, profundidad, etc.) es similar a las existentes en algunas rocas de Antapucro, Lurín.

Aunque en los anteriores sitios mencionados existen formas provenientes del medio local con múltiples variantes, en nuestro caso de Totoral solo resalta la figura de una espiral, forma geométrica muy significativa dentro de la cosmovisión andina, tal y como hemos expresado anteriormente, por eso pensamos que esta roca expresa una concepción madura y consolidada de la ideología en esta parte del valle, sin que por esto deje de incluir un significado mítico local al respecto de su simbología lo cual hace más interesante su potencial cultural. 

Nos referimos siempre a un pensamiento antiguo (algunos lo llamarían arcaico) en donde los mitos guardan conocimiento que al ser contemporáneo con los petroglifos pueden contener parte de su lógica significativa y estética. Pudieran existir mitos transversales en el tiempo y de gran alcance cultural, pero también locales.

8. Agradecimientos

Este breve ensayo ha sido logrado debido al apoyo en el trabajo de campo de algunos amigos y excelentes profesionales, por ello reconozco la participación de los arqueólogos sanmarquinos Kevin Guillermo Maguiño, Gabriel Cóndor y Kleyson Lobato.

 

9. Referencias bibliográficas

Agurto, S. (1974). Inventario y catalogación arqueológica de los sitios del valle del río Chancay. Instituto Nacional de Cultura. Lima.

Alvino (2016). “Arte rupestre en Antapucro, valle medio del río Lurín, Lima”. En: Boletín de Lima, n° 186. Pp. 112-126. Lima.

Alvino, J. (2019). “Sisicaya y Antapucro. Arte rupestre en el valle medio del río Lurín”, Lima. En: En: Apuntes. Revista digital de arquitectura. n° 123. Setiembre. Lima.

Alvino, J. y K. Guillermo. (2019). “Lumbra. Un asentamiento de la cultura Chancay con arte rupestre”. En: Apuntes. Revista digital de arquitectura. n° 124. Octubre. Lima.

Alvino, J. y Sh. Yánfer. (2020). “Arquitectura arqueológica de la sociedad yunga de Maca. Valle de Carabayllo”. En: Apuntes. Revista digital de arquitectura. n° 130. Abril. Lima.

Canziani, J. (2009). Ciudad y territorio en los Andres. Contribuciones a la historia del urbanismo prehispánico. Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial. 549 p. Lima.

Córdova, H. (2019). Naturaleza y sociedad. Una introducción a la geografía. Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial. 346 p. Lima.

Eliade, M. (1964). Tratado de las religiones. Morfología y dialéctica de lo sagrado. 2 t. Ediciones Cristiandad. Madrid.

Guffroy, J. (2007). “Reflexiones acerca del funcionamiento y de las finalidades de los sitios con piedras grabadas” 117-134 pp. Actas del Primer Simposio Nacional de arte Rupestre (Cusco, noviembre del 2004). Hostnig, R.; Strecker, M. y Guffroy J. (editores). Instituto francés de Estudios Andinos. Lima.

Henderson, J. (1969).  “Los mitos antiguos y el hombre moderno”. En: Gustav Jung. El hombre y sus símbolos. Editorial Aguilar. 320 p. Madrid.

1965     “Identificación y bibliografía de importantes sitios prehispánicos del Perú”. En: Arqueológicas. Revista del Museo Nacional de Antropología y Arqueología. Nº 8. pp. 40-51 Lima.

Jiménez Borja, A. (1973). Imágenes del mundo aborigen. Edit. Jurídica. 72 p. Lima.

Joly, L. (1988). El signo y la forma. Una geometría original. Universidad de Lima. 167 p. Lima.

Krzanowski, A. (1991). Estudios sobre la cultura Chancay. Universidad de Jaguelona. 284 p. Krakow.

(2008). Kultura Chancay. Srodroke wybrzeze Peru. Kraków.

(2016). Ensayos sobre arqueología y etnología de los andes peruanos. Jagiellonian University Press. 299 p. Crakow.

Pulgar Vidal, J. (1981). Geografía del Perú. Las ocho regiones naturales del Perú. Editorial Universo S.A. 313 p. Lima.

Molano, J. (1995). “Arqueología del Paisaje”. En Cuadernos de Geografía, Vol. V, (2). Revista del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia. Pp 1-10.

 


No hay comentarios:

TRADUCE APUNTES A CUALQUIER IDIOMA

BUSCA TUS TEMAS FAVORITOS

TE INVITARNOS A SEGUIRNOS