Cuando llega un segundo en el que calla el mundo, solo escucho la esencia de la magia en la brisa chocante contra los caracoles rojizos que trasforman su espacio tridimensional, en el hábitat perfecto de la humanidad contemporánea que se sumerge en el mundo del lector al navegar en el entorno de circunferencias perfectas, femeninas en su silueta e imponentes como el efecto de la luz sobre la geometría inmensa, en los bosquejos rayados bajo el puño y letra del más sofisticado e inspirado en el sol y monstruosidad, de la sabana de Bogotá.
No existe tiempo ni espacio para lidiar con mediocridades, solo se desglosa la poética de un creador sencillo y nervioso, un defensor a capa y espada de su intimidad, su secreto de facilidad para esparcir el lápiz y dejar huellas permanentes en el ojo del alma, un creador que siempre desconfiaba de las demás sombras, en las que a distancia se sumergía, para desplegar su pasión por vivir y crear sus diseños en medio de tantos secretos que solo con el transcurrir del tiempo, se fueron escabullendo por donde los vanos y puertas permitieron dar solución y dieron la bienvenida a ese acaparamiento de paisaje que sus obras siempre asaltan sin oportunidad alguna de compartir, un dialogo constante entre lo interno y lo externo.
Para el padre de la arquitectura Colombiana, el levantamiento de mega proyectos peatonales innecesarios, siempre fueron un desperdicio, un atentado a lo ya creado con lógica, una solución mediocre y ostentosa a un simple problema de movilidad vehicular, que fácilmente se podría solucionar con un re-diseño vial, respetando en su totalidad, la morfología de los barrios, la cultura de la ciudad que los mismos habitantes han ido posando en ella para construcción de sus perfiles. Es molesto ser testigo de los defectos. Él sabía que la tierra era sagrada, que el cielo y las estrellas hacían parte de sus diseños, que el agua y los rayos del sol, tenían ya, ejes establecidos e invisibles sobre sus diseños y que el ladrillo a la vista, era lo natural de sus espacios.
Eso era el Arq. Salmona, un creador que al viajar a Francia y haber trabajado en los talleres de Le Corbusier, había aprendido la verdadera veracidad, manifestando su gran talento en el oficio, entregando toda su energía, plasmando en sus rayones un arte perfecta, un mundo diferente, exacto y placentero, en donde representaba buena arquitectura para el hombre fuera de lo cotidiano, logrando una realidad fantástica con el auxilio de gigantesca maquinaria bajo el ritmo de la incontrolable libertad de sus diseños, en donde hacía para todos lo que en realidad necesitábamos, lugares de encuentro y comunicación, puntos para el intercambio de bienes e ideas de pasado y futuro, una cultura que existe y existió, sabía que lo justo eran lugares con un final de humanidad, hizo de la ciudad una realidad materialista que hospeda verdaderas construcciones, sueños en levantamiento que conforman los poblados, permitiendo todos los días la continuidad de la ciudad, solo que algunos no se preocupan por hacerlo con compromiso, es decir, derraman una gigantesca pobreza creativa.
La ciudad en el tiempo, se ha convertido en la gran oferta enriquecedora de la humanidad, dentro de esta se guardan cientos de fachadas, que limitan el espacio público del privado, esa tridimensionalidad que encierran sus corredores interiores, esos recovecos de misterio y oscuridad, conocidos por el Arq. Rogelio como el barrio ajeno pero que pertenece al que lo recorre, aunque sea por un instante. La urbe es la alegría y la congoja, es la realidad, es nuestro entorno. La destrucción de nuestro mundo es la tristeza representada en la privatización del espacio público, el acaparamiento de las circulaciones peatonales por parte de la movilidad vehicular, se ven carcomidas en sus filos derramados, pisoteados por la barbarie del hoy, el daño en el diseño urbano hecho por el individuo ignorante nos retrocede a lo primitivo de cada perímetro consolidado, luchando contra la otra sociedad que protege y hace respetar, defienden su refugio, saben que es uno de los tantos vestigios en los valores civiles, comprenden que es en la ciudad donde el pensamiento, TOMA FORMA.
Hay que evitar la anti-ciudad. Si se planea mal por lo tanto se ejecuta mal y esto suele ser el resultado de lo frio y vacio, detalles que no contribuyen a la suavidad de todo espacio reconocido como la ciudad, sino a algo baldío, muerto o desperdiciado. Recuperar nuestros perímetros, es recuperar la poesía extraviada, hay que recoger lo de un lejano pasado, volver a lo nuestro, hay que ser humilde con nuestro mundo, nos convertimos en un montón de egoísmo tecnificado, somos terrorismo sin armas y con ellas; acabamos, pisoteamos, marchitamos y desaparecemos nuestro propio hogar. Nos damos la oportunidad de destruir, pero jamás la de levantar cada trozo con rigor invencible, rimando formas y tonos con el increíble azul de ese inmenso manto que cubre cada ciudad, sediento de armonizar una arquitectura de realidad, una arquitectura temporal, un diseño que huya de los modos.
MARIA CECILIA CORONADO JIMENEZ
Arquitecta de 27 años, oriunda de Popayán-Cauca Colombia, autora de diversos poemas publicados en el periódico EL LIBERAL, revista Trazos y en un catalogo de cocina Caucana, realizado por el SERVICIO NACIONAL DE APRENDIZAJE (SENA) de su ciudad natal; ha realizado estudios sobre Gestión de Calidad y Pedagogía. Actualmente es miembro activo de la SOCIEDAD COLOMBIANA DE ARQUITECTOS REGIONAL CAUCA (S.C.A) y estudiante de FORMULACION DE PROYECTOS.
1 comentario:
me encantó el edificio de la biblioteca.
no conozco sobre la obra de este arquitecto, pero que buena referencia a lo "circular" que poseen sus creaciones, de acuerdo a las imágenes subidas.
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