En este tipo de terrazas el protagonismo debe dejarse siempre al mar. Por eso, tanto el mobiliario como la decoración en su conjunto debe tratar de mimetizarse con él o potenciar el contraste para hacerlo más evidente.
En cualquier caso, una terraza mirando al mar no tiene por qué ser de grandes dimensiones, ya que un pequeño balcón con vistas puede ser todo un lujo: una mesita con tres o cuatro sillas o un par de sillones de ratán dirigidos al mar pueden ser suficientes para decorar este área. Eso sí, cuando el espacio es pequeño, mejor optar por un estilo minimalista que intentar recargarlo.
Aún así, lo ideal es tener un gran espacio frente al mar para tomar el sol, para una charla al atardecer o para una comida al aire libre. Por tanto, en la distribución de estas terrazas suele combinarse una zona de tumbonas, ya sean individuales o dobles (estas últimas muy estéticas).
Una zona de estar a base de mesitas auxiliares y sofás, normalmente bajos y muchas veces sin brazos a modo «chill-out» y específicamente preparados para exterior (como los de mimbre, ratán o tejidos sintéticos), y cuando es posible, una mesa de comedor amplia con parasoles para protegerse del sol. Si además podemos colocar unos altavoces de exterior para poner música ambiental, el paraíso está servido.
Para el suelo, maderas tropicales suelen ser habituales, aunque a nivel práctico es más común elegir gres porcelánico en tonos claros o pavimentos específicos de imitación a madera que requieren mucho menos mantenimiento y no se decoloran ni estropean con las horas de sol.
Por último, en cuanto estilos decorativos, el que más impera es el minimalista, aunque el tipo étnico-marroquí también es bastante habitual. Si se quiere contraste y vitalidad, suelen emplearse colores como el fucsia o el rojo; si se quiere serenidad, blancos, arenas o grises son los reyes.
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