I
El movimiento moderno ha muerto. La posmodernidad se abalanza sobre la historia queriendo hacerse protagonista de la nueva arquitectura. Eran las 3:32 del 15 de julio de 1972 un réquiem por su eterno descanso se escuchó al caer el conjunto funcionalista Pruitt-Igoe en Missouri.
El movimiento moderno o la arquitectura de la modernidad, nace conjuntamente en Europa y Estados Unidos en 1920 como respuesta histórica a reconstruir un continente azotado por la guerra, con una urgente necesidad de vivienda y el emprendimiento de grandes proyectos urbanos en las viejas ciudades europeas, de la mano de jóvenes arquitectos, para quienes reproducir el pasado era vergonzoso.
Un rechazo total a todo vestigio de la arquitectura clásica, una rotura total con la tradición fue el enfoque de los noveles arquitectos quienes reaprendieron la forma de concebir el urbanismo y la arquitectura, a través de procesos de diseño donde lo funcional y racional era el parámetro a seguir.
Los espacios habitables racionalizaron al extremo el concepto de habitabilidad, sometiendo a sus habitantes al querer del arquitecto.
“La forma sigue a la función”, sentenció Lois Sullivan; y la vivienda se convirtió según Le Corbusier en “una máquina para vivir”, configurándose la función como el elemento básico e integrador de toda arquitectura. Wright vio “el edificio no como cueva, sino como un amplio refugio para el espacio abierto”(la casa natural, P. 16 1970). La liberación total de todas las formas conocidas (primer objetivo de la Bauhaus), y retomado por Moholy-Nagy en su instituto de diseño de Chicago, determinaron la destrucción de toda forma de clasicismo. La arquitectura del pasado quedó enterrada.
La función racional del edificio, era el paradigma establecido, verdad verdadera que se anteponía a la forma y a la estructura negando así el concepto Vitruviano escrito en su tratado "De Architectura", que la arquitectura descansa en tres principios: la Belleza (Venustas), la Firmeza (Firmitas) y la Utilidad (Utilitas). O como diríamos los arquitectos contemporáneos, en la forma la función y la estructura, siendo todas de igual importancia en el desarrollo de un objeto de arquitectura.
De cualquier manera, dentro del marco del modernismo, la forma nunca pudo seguir a la función. La revolución industrial con sus nuevos materiales (hierro y vidrio) permitió envolver la función, pero nunca alcanzó la consecuencia de su causa. La planta libre, permitida por los nuevos materiales, manifestó una nueva forma de “hacer espacios”, es decir de elevar en tres dimensiones el diseño de la planta.
II
Le Corbusier, avanza hacia esta destrucción del pasado planteando sus cinco puntos para una nueva arquitectura, o mejor en sus palabras “los cinco puntos significan una estética fundamentalmente nueva, nada queda de la arquitectura de épocas anteriores…”. (obra completa, 1910 -1929 P.128, 1937). Mientras por una parte, Le corbusier avanzaba en la búsqueda de las relaciones espaciales básicas, por otro lado Walter Gropius, y su mítica Bauhaus buscaba una nueva sensibilidad hacia las formas y los materiales. A su interpretación estos hacedores de una nueva arquitectura coinciden en que se debe partir de las medidas del hombre.
Convencidos de que estaban ante la respuesta definitiva a todos los problemas de la arquitectura, el movimiento moderno se estancó. No resolvió la manera de permanecer vigente ante los cambios que pedía un mundo en continuo movimiento y desarrollo, donde las ciudades se convertían en seres vivos inmanejables que crecían conforme a sus necesidades económicas, sociales, migratorias etc. El movimiento moderno dejo de ser alrededor de 1960 lo demás fueron escaramuzas de un desahuciado.
III
Pareciera ser que la esperanza de una nueva arquitectura solo cumplió con la fase de destruir todo indicio de lo clásico y de lo histórico. Como a todo buen muerto, le aparecieron sucesores. El ámbito de la arquitectura se llenó de movimientos que pretenden heredar el legado del movimiento moderno inclusive negándolo. Los deconstructivistas, por ejemplo, quisieron seguir negando lo establecido. Bernard Tschimi, arquitecto franco estadunidense, que predica la práctica de la libertad personal del diseñador frente a sus obras, afirma: “… Las circunstancias culturales de hoy sugieren la necesidad de descartar categorías establecidas de significado e historias contextuales… para estimular el conflicto más que la síntesis, la fragmentación más que la unidad, la locura y el juego más que el manejo cuidadoso, … detrás una arquitectura que no significa nada” (Parc de la villette, diseño arquitectónico, 3-4 1987).
El rey ha muerto… Que viva el Rey. Brutalistas, estructuralistas, Neo-racionalistas, neo-clasicistas, tardo-modernistas, y demás tendencias post modernistas se lanzaron en pos de la corona. El vacio dejado por el movimiento moderno, aunado a la necesidad del hombre de romper con los paradigmas impuestos por la modernidad, causó una excesiva reacción. Una gama de tendencias salieron del partidor tratando de imponer su criterio y su verdad sobre los demás “ismos”. Arquitecturas personalizadas y esnobistas, buscaron temerariamente adaptar a sus caprichosas respuestas volumétricas, un discurso filosófico que les diera peso y coherencia y se impusiera sobre las demás tendencias de moda. El paisaje urbano, de manera desbocada se lleno de objetos de arquitectura de un aberrante eclecticismo, que conjugaron formas anacrónicas que presentaban el futuro pero rememoraban el pasado.
Tipologías estáticas, que aparecieron después de los años 60 con el nombre de neo-racionalismo, cuyo mayor representante fue Aldo Rossi, fueron atacadas ferozmente por la dinámica del deconstructivismo. Ambas tendencias, sin lograrlo pretendieron ser los legatarios del extinto movimiento; el primero retomando la búsqueda de la forma primaria y el otro negando todo apego al pasado.
Ni lo uno, no lo otro, sino todo lo contrario, pareciera ser el dilema que enfoca la búsqueda de un significado a la arquitectura. El problema radica en pretender resolver un asunto de fondo desde la forma; es decir se pretende llegar a la forma absoluta basado en el deseo utópico de la unidad y la armonía, o su negación, según fuera el caso. Estos movimientos continúan especulando en la búsqueda de elementos de moda que le den identidad a su tendencia, siempre desde lo formal.
IV
Si penetramos en el pensamiento de Martin Heidegger, y nos aproximamos a la esencia del significado en arquitectura, encontramos planteado en su tesis el desmoronamiento de metafísica europea, que al igual que los modernistas destruye los símbolos del pasado, y remplaza el “ser de” por el modo de “ser en el mundo”. Aquí el ser no es reflejo de una idea absoluta, sino toma identidad en la medida que se relaciona con otros seres.
Heidegger, identifica su pensamiento como fenomenológico, y cataloga la fenomenología como la ciencia del ser de las entidades, (ser y tiempo 1951), partiendo desde Husserl “De vuelta a las cosas mismas” pero no entendiendo las cosas en los términos Husserlianos de conciencia humana, sino como “ser en le mundo”. A través del pensamiento fenomenológico, se puede “Diseñar para la vida” en palabras de Moholy Nagy. (Visión en movimiento, P.33)
Llegamos entonces a concluir que los forjadores del movimiento moderno de manera ingenua, aplicaron principios fenomenológicos, pero aplicados a la forma y no al significado de la forma, que entrelaza el pensamiento y el sentimiento, o mejor, la idea y la materialización de esta.
SI retomamos la idea pura del movimiento moderno, libre de los fundamentos formales y académicos de sus creadores, encontramos una corriente arquitectónica valida y vigente, generadora de una deconstrucción libre de sistemas e ideologías, y que encaminada hacia una postura fenomenológica de los modos del ser en el mundo, devolviendo la identidad de cada ser desde su forma mas primitiva, seremos los legítimos herederos del legado del modernismo.
aeternam dona ei Domine.
Et lux perpetua luceat ei
Requiescat in pace.
Amen.
BIBLIOGRAFIA
GIEDION, Sigfried, 1941. Espacio, tiempo, arquitectura.
WRIGHT, Frank Lloyd, 1970. La casa natural.
Le Corbusier, 1937. Obra completa, 1910 -1929.
Le Corbusier (1999). Principios de urbanismo (La Carta de Atenas).
TSCHUMI, Bernard, 1987. Parc de la villette, diseño arquitectónico
HEIDEGGER, Martín, 1951. ser y tiempo
HALL, P. (1996). Ciudades del mañana. Historia del urbanismo en el siglo XX. Barcelona
Lefebvre, H. (1970). La Revolución Urbana. Madrid: Alianza Editorial.
Norberg Schultz, C. (1975). Existencia, espacio y arquitectura.
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