Resulta aleccionador hablar sobre Antoni Gaudí en un mes de junio cuando él nació en la localidad de Reus en Barcelona, España y hacerlo luego de haber visitado y estudiado algunas de sus obras y en un momento en que gran parte de los ejemplos notables de arquitectura son marcadamente espectaculares, mediáticos pero muchas veces anónimos e intrascendentes en esencia, razón fundamental para apreciar y homenajear su legado que tras su muerte en 1926 cayera en un relativo olvido luego de ser denostada por la crítica internacional por “barroca y excesivamente fantasiosa”.
La figura de Antoni Gaudí comenzó a ser reivindicada hacia el año 1950, por Salvador Dalí a la que luego se sumó el arquitecto Josep Lluís Sert. En 1956 se creó la Cátedra Gaudí en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona dedicada al estudio de su obra y en 1957 se realizó una primera gran exposición internacional de sus proyectosen el Museo de arte moderno (MOMA) de Nueva York, luego muchas otrashasta el momento actual en que siete de sus obras ostentan la categoría de patrimonio cultural de la humanidad declaradas por la UNESCO.
“La originalidad es volver al origen” decía el maestro, para quien el principal libro de arquitectura era el árbol que veía a través de la ventana de su estudio.
A partir de esta postura franciscana de amor por la naturaleza que lo hiciera suyo fue capaz de construir las obras más singulares de la historia de la arquitectura, auténticas metáforas de la naturaleza parafraseadas desde sus tres reinos, referentes impresionantes de innovación y sui generis visión del espacio.Su obra nunca dependió de ningún estilo o moda y debe ser por eso que quienes la entienden mejor son los niños y profanos.
Admirador profundo de la arquitectura popular hecha sin arquitectos y proyectada sin cálculos de la que captó la agudeza perceptiva de utilidad y generación topológica de formas adecuadas al uso y las actividades del hombre.
Antoni Gaudí sostenía que la geometría abstracta de los arquitectos hecha con compás y escuadras, desde las pirámides de Egipto ha sido consecuencia de un proceso de simplificación pensada en función a su facilidad de trazado y no en el objetivo final de la arquitectura que es la de lograr un espacio en el que “se ha de estar bien” como escueta y categóricamente conceptualizaba el confort que se debía encontrar, ilustrándonos en una correcta comprensión del funcionalismo al enfatizar que el propósito de la naturaleza nunca ha sido crear obras de arte, sino ante todo elementos útiles en la que nada es arbitrario, concluyendo en que si el arquitecto busca la funcionalidad en sus obras, acabará hallando la belleza.
Llegó a la conclusión de que si volvemos la mirada a la naturaleza podemos entender que sus estructuras y formas casi nunca se definen con dicha geometría abstracta sino con la llamada “geometría reglada” que en palabras sencillas son sinónimo de superficies alabeadas formadas porel giro de líneas rectas. Por estas y otras razones, sus obras más emblemáticas se basaron en la idea de extrapolar dicha geometría a la construcción arquitectónica mediante helicoides, conoides, paraboloides hiperbólicos así como el uso de arcos catenáricos extraído y recreado de la larga tradición constructiva catalana, todo a través de un singular método de cálculo estructural que él ideó mediante una maqueta polifunicular nunca antes vista que lo aplicó en las iglesias de la colonia Güell y Sagrada Familia.
Su propuesta fue muy vanguardista cuando por ejemplo en la casa Milá o “La Pedrera”, aplicó el criterio de “planta libre” que años más tarde sería uno de los postulados de la arquitectura moderna sobre todo en la obra de Le Corbusier quien luego de visitar sus obras y tomar apuntes en 1928 encontró en ellasel camino y viraje geométrico para su propuesta del pabellón Philips y de la iglesia de Ronchamp.
Fue uno de los primeros arquitectos ecologistas cuando por ejemplo en el parque Güell demostró una aguda preocupación por no agredir a la naturaleza creando todo un sistema para reverdecer aquella “montaña pelada” para lo cual entre otras cosas proyectó una gran cisterna de recolección de agua debajo de la sala hipóstila, complementándola con un lenguaje naturalista y mimético que empleó en el diseño de todo su entorno.
Su obra cumbre, el templo expiatorio de la Sagrada Familia que hoy se halla en el tramo final de su culminación prevista para el 2026 viene a ser el epílogo de toda una vida dedicada a la arquitectura, porque en él trabajó durante 40 años para cuya materialización destinó incluso aportes económicos personales, además del esfuerzo intelectual extraordinario en la elucubración de su espacialidad mediante dibujos y numerosas maquetas hechas en escayola dado a que siempre prefería trabajar la tridimensionalidad de cada detalle.
Esta obra es una de las primeras catedrales modernas desligada del lenguaje convencional de la arquitectura religiosa, contiene toda una significación poética y litúrgica que lo encumbra como arquitecto pero que “…más allá de eso lo convierte en un ser completo interesado por todo el arte y toda la ciencia del mundo como Leonardo Da Vinci”…como bien afirma Luis Gueilburt, escultor y estudioso de su obra que hoy nos explica la vigencia lúcida de su autor, paradigma de inspiración para todos los involucrados en la búsqueda de una arquitectura más propositiva y trascendente de menos pose y mayores raíces.
Mag. Arq. Máximo Orellana Tapia
Docente principal en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional del Centro del Perú, con estudios de postgrado en la ETSAB (Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona) en temas de Patrimonio Arquitectónico Construid así como en la Cátedra Gaudí sobre la Arquitectura de Gaudí.
Magister en arquitectura, mención Urbanismo por la UNCP, colaborador en algunos medios de comunicación sobre temas de Arquitectura y Urbanismo.
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