David G. Ricalde, M.Sc., biólogo de la conservación y consultor en conservación de biodiversidad
Email: dricalde@hotmail.com
Foto 1 y 2: Construcción de un jardín de lluvia por voluntarios organizados en el Gran Vancouver, Canadá, debajo del sistema de tren urbano. Antes y después.
LO QUE DEBERÍAMOS SABER
En Perú hace mucho que se ha perdido el control en la gestión saludable de desarrollo urbano, una de las bases obligatorias para tener ciudades vivibles y sostenibles al más largo plazo, incluyendo una efectiva participación ciudadana en el proceso. Este tipo de gestión no debiera adoptarse solo para el caso de ciudades monumentales, turísticas o aquellas que tienen presupuestos, sino como un principio fundamental en desarrollo de cualquier centro urbano.
A este tremendo reto, donde se incluye el tema de la gestión del agua, se suman el efecto aniquilante de la pérdida de áreas verdes diversas y también todavía silvestres que son repositorios de biodiversidad, problema que también reduce el real valor para una determinada área, valor que comúnmente no es apreciado por el grueso de la ciudadanía y aún peor cuando este problema tiene origen en la toma de decisiones de gobiernos locales. La pérdida de áreas verdes o silvestres también se ha convertido en una amenaza mucho mayor por el impacto que tendrá el cambio climático que afectará mucho más a zonas urbanas.
Hay evidencias que el clima está cambiando y no tenemos información precisa. Por ejemplo, no sabemos si en una determinada región lloverá más o menos o contrariamente si serán más secos de lo que ya son. Sea lo que venga, necesitamos áreas verdes en distintas modalidades o remanentes de áreas todavía silvestres o semi naturales en todos los tamaños posibles, mejor si son grandes, para primariamente salvar la biodiversidad. Además, las áreas verdes serán los sumideros o percoladores de aguas de lluvias más eficientes que podrían funcionar a bajo costo dentro de áreas urbanas. Así la importancia de proteger áreas verdes, preferentemente con vegetación nativa, para conservar lo que queda de la biodiversidad y gestionar un manejo de aguas más eficiente y sostenible es un asunto que está fuera de discusión.
Ciudades deberían tener estudios sobre recursos naturales, biodiversidad, gestión eficiente del agua, entre otros, pues para asegurar una buena gestión del agua, pero será crucial saber cuánta agua se utiliza por sectores en un determinado valle o ciudad (uso comercial, agricultura, parques y área abiertas, uso doméstico, institucional, industrial, recreacional y otros).
Con referencia al manejo de aguas, municipios modernos tienen mucho más que solamente valores prediales mal calculados (o aquellos sin integrar otros valores de servicios ecosistémicos, históricos o de paisajes culturales, entre otros no considerados para los predios), igualmente contar con tablas promedio de precipitación y temperaturas mensuales por distrito o provincia.
Gobiernos locales más avanzados discuten, en conjunto con su ciudadanía, sobre su futuro sostenible y el asunto de la gestión del agua es uno de los que más se estudia y se han desarrollado distintas estrategias y tecnologías como herramientas para acompañar este proceso.
CIUDADES DEBEN AJUSTAR SUS NECESIDADES PENSANDO COMO UN ECOSISTEMA
El presente artículo solo comenta el caso de jardines de lluvia y similares de modo específico, para profesionales y estudiantes de la arquitectura, comentando sobre estas estructuras como una opción más natural para resolver la problemática de la escorrentía de las lluvias que es o puede ser un problema potencial de gestión urbana.
En la actualidad varias grandes urbes norteamericanas como San Francisco, Seattle, Vancouver y muchas otras menores están aplicando principios para el desarrollo de bajo impacto (DBI), que básicamente se trata de utilizar estructuras que imitan a la naturaleza, donde estas estructuras puedan hacer el trabajo o dar servicios ecosistémicos y así facilitar su gestión de manejo del agua de lluvias por ejemplo. A continuación, un listado de estructuras consideradas o utilizadas como DBI:
• Cobertura de árboles: dosel, densidad o materiales naturales que proporcionan hábitat, retención de agua en el suelo y sombra para reducir la evaporación
• Mantenimiento natural del jardín: menos césped, sin productos químicos uso, pastos de estación cálida tolerantes a la sequía
• Plantas nativas: conservar y restaurar (algunas son ideales para un césped alternativo)
• Tecnologías de cubiertas verdes
• Pavimento permeable
• Sistemas de compostaje y mantillo o capas protectoras de suelo fértil
• Sistemas de retención de agua de lluvia: cisternas, barriles de lluvia, cunetas para mitigar el escurrimiento pluvial y también jardines de lluvia y biocenegales (ver figuras 1,2 y 3)
Hay varias ciudades en países desarrollados que ya ingresaron en el desarrollo de jardines de lluvia desde inicios del presente siglo. Este tipo de DBI incluye ingeniería de calidad de agua en sistemas naturales para maximizar el almacenaje de agua para uso posterior, mientras también se diseñan sistemas para trasladar y filtrarla para crear un sistema robusto de manejo de aguas de lluvia, como si fuere un lago o un embalse naturalmente creado.
Foto 3: Jardín de lluvia en la Ciudad de Toronto
JARDINES DE LLUVIA: LA SOLUCIÓN
Gestores municipales y sus especialistas en ingeniería ambiental, empresa privada, ciencia ciudadana y voluntarios organizados en ciudades norteamericanas y europeas trabajan juntos construyendo jardines de lluvia, mayormente en ciudades con alta pluviosidad. Estos grupos incluyen ingenieros, arquitectos paisajistas, físicos de suelos, planificadores urbanos y otros especialistas para asegurar que la infraestructura de DBI sea diseñada para maximizar los beneficios del agua de lluvias, haciendo tratamientos de calidad y reducción del volumen de escorrentía y también para incrementar la estética natural dentro de una comunidad.
Grupos ciudadanos, conocidos como guardianes de ríos y como parte del esfuerzo voluntario de la ciencia ciudadana, inclusive reciben financiamiento directo de municipios para construir jardines de lluvia mayormente en lugares públicos. Además, también existe una minoría creciente de propietarios privados ecologistas que invierten sus propios medios para contar con estos jardines de lluvia.
Los jardines de lluvia (ver Fotos 1-8, 10-11, figuras 1 y 2) son estructuras que imitan la naturaleza, ya sea menguando, expandiendo y/o percolando las aguas de las lluvias que van de regreso al suelo. Por lo que potencialmente pueden a) reducir problemas de drenaje en un vecindario, b) además de restaurar la humedad del suelo; y esto no es todo, porque finalmente c) proveen valioso hábitat urbano para la vida silvestre y la conservación de biodiversidad y también d) mejoran la belleza de los vecindarios.
Las aguas de lluvias, al correr sobre superficies duras impermeables, especialmente caminos pavimentados, veredas y otras estructuras similares, colectan contaminantes como aceites, pesticidas, heces animales, fertilizantes y químicos domésticos y residuos de jardines, llegando así a conformar lo que se conoce como agua de tormentas. Estas escorrentías contaminadas también resultan del lavado de automóviles y/o riego de jardines, canchas de fútbol o áreas con césped.
El agua de tormentas y escorrentías no es tratada y es descargada directamente tal como está hacia desagües que terminan en cursos de agua cada vez más grandes. Escorrentías contaminadas impactan negativamente en la vida acuática y hábitat de orillas y finalmente degradan la calidad de nuestros ríos, riachuelos y humedales, originando daños demasiado costosos que son amenaza para la gestión urbana sostenible.
La mayoría de las ciudades de Canadá y otras del Noroeste de los EEUU tienen dos tipos de desagües, uno para aguas de origen doméstico que terminan en plantas de tratamiento que pueden ser manejadas por empresas privadas especializadas en servicios ambientales, y el otro tipo de desagües es para el agua de las lluvias o agua de tormentas colectada en calles y avenidas y sumideros en parques y áreas verdes que son canalizadas por otra red aparte que termina en riachuelos y ríos y, además estos últimos, hasta tienen vigilancia ecologista por ciudadanos voluntarios o guardianes de ríos, quienes organizados por miles reportan anomalías de inmediato a divisiones especializadas de manejo ambiental municipal.
En estos países, la participación ciudadana cumple un papel importante en la vigilia de microcuencas, cuencas y humedales, siendo promocionada y hasta financiada por los gobiernos municipales por mandato. Estas sociedades, que han avanzado bastante en la gestión de residuos orgánicos y sólidos y han superado ese estado, ahora actúan y participan en otra dimensión recuperando o cuidando áreas verdes o naturales para beneficio de todos utilizando estructuras DBI para su gestión de aguas urbanas.
Foto 4: Jardín de Lluvia en un área de uso público construida por el Programa de Mejora del Paisaje Urbano de la Ciudad de Delta, Canadá. Nótese cómo aguas provenientes de la calle asfaltada ingresa por desagües hacia el jardín.
Foto 5: Detalle de la construcción de un jardín de lluvia entre una avenida y un área verde de recreación. Programa de Mejora del Paisaje Urbano de la Ciudad de Delta, Canadá.
COMO SE COMPONE UN JARDÍN DE LLUVIA
Por lo general, se describen los siguientes componentes, que pueden variar acorde a necesidades y condiciones del lugar donde se quiera gestionar el manejo del agua. Se describen los siguientes partes componentes (adaptado de Campell et. al. 2013: Top Ten Design Considerations for Rain Gardens. Kerr Wood Leidal Associates Ltd., Burnaby, BC)
• Estrato para crecimiento de plantas
• Vegetación
• Trinchera, cama rocosa o reservorio
• Desagüe
• Zona de almacenamiento por encima del suelo
• Area de inundación
Cada vez existe más ciencia y más difusión de tecnologías para construir jardines de lluvia, inclusive existen programas profesionales a nivel universitario donde verge el aporte más científico de expertos en hidrología, física de suelos, tecnología de materiales, arquitectos, agricultores, expertos jardineros paisajistas y otros. Actualmente, con la existencia de aplicaciones de búsqueda por internet, es posible acceder a un sinúmero de recursos y conocer de la experiencia de gestión urbana de ciudades importantes de Norteamérica y Europa.
Como un ejemplo, la ciudad de San Francisco promueve que propietarios privados puedan asesorarse mediante herramientas interactivas para planificar y calcular costos de construcción y construir jardines de lluvia. En Washington DC se dá el caso que propietarios pueden inclusive conseguir el beneficio de hasta obtener créditos que pueden negociarse por retener y limpiar aguas de tormenta a través infraestructuras verdes (anacostiatrust.org).
CÓMO FUNCIONA UN JARDIN DE LLUVIA
Los jardines de lluvia son una solución más cerca de lo sostenible para el manejo de aguas de origen pluvial, por lo que pueden ser instaladas por municipalidades y en propiedades privadas. Se definen como una depresión vegetativa que colecta y filtra el agua de lluvia. Estas estructuras artificiales o semi artificiales permiten a las aguas empozarse temporalmente y luego extenderse lentamente y hundirse en la tierra. El agua de la lluvia puede ser filtrada y por lo tanto limpiada por plantas y el suelo antes de reingresar en el sistema acuífero subterráneo y cursos de agua.
Los siguiente diagramas son bastante explícitos sobre el funcionamiento de un jardín de lluvia (ver figuras 1-3). Curiosamente, algunos de estos son similares a los principios usados por la cultura preinca Wari para desarrollar andenerías que hasta hoy pueden ser utilizadas, pues han mantenido intactas su capacidad de conservar el suelo y permitir la percolación del agua de las lluvias, inclusive evitar colapsar con el tiempo o generar deslizamientos en laderas de alta pendiente, ya sea en la costa, sierra e incluso la ceja de selva que es bastante lluviosa.
Foto 8: Jardín de Lluvia que permite el ingreso de escorrentía de una avenida en Peer, Bélgica, similar al diagrama de la Figura 2.
No hay duda que, el uso de jardines de lluvia es una alternativa más recomendable que los convencionales sistemas de canaletas de los techos de casa y acequias en calles y carreteras que no limpian el agua ni permiten un uso más inteligente del recurso para mitigar el impacto de escorrentías no controladas como producto de la urbanización y deterioro de la naturaleza. Adicionalmente, en grandes ciudades de países más desarrollados, también se pone más de moda instalar techos verdes, uso de materiales con superficies permeables en veredas y sitios de parqueo de automóviles, instalación de cilindros y barriles para lluvia, y también se han creado lo que se denomina como biocenagal, que junto con los jardines de lluvia, son la mejor tecnología actualmente disponible para limpiar escorrentías que corren en el ámbito urbano.
El biocenagal igualmente reduce la velocidad de la escorrentía, captura el agua para uso del ecosistema o permite que esta percole a través del suelo y una vez más limpia recargue acuíferos del subsuelo (Figura 3 y Foto 9).
Foto 9: Biocenagal en toda su extensión que muestra su funcionalidad en una vía de doble tráfico, similar a lo mostrado en la Figura 3.
Foto 10: Jardín de Lluvia y Biocenegal. Dos estructuras DBI en una que muestra el uso y beneficio para manejar escorrentías en Vancouver, Canada.
Debido a estas ventajas, al presente, se invierte en instalar jardines de lluvia y biocenagales en sitios públicos como parques, escuelas, plazas, malecones, centros comerciales, áreas de parqueo, avenidas de doble vía, o dentro de la propiedad privada. Además de embellecer paisajes urbanos, estas estructuras también elevan el valor predial para áreas que tradicionalmente se consideran como de baja o ninguna utilidad, y no hay nada más equivocado que eso porque en la naturaleza, donde esta exista, nada está por demás. Por lo general se comete el error de no considerar el valor más importante de estas áreas: su funcionalidad ecológica a mediano y largo plazo y lamentablemente son destinadas o transformadas para otros usos, afectando así el capital y patrimonio natural de un municipio o región.
Los jardines de lluvia y otras DBI similares son excelentes herramientas para incentivar una mejor cultura del agua en zonas urbanas como en otras rurales. Se debe entender que literalmente no hay ninguna ciudad donde exista un exceso de áreas verdes, pues al contrario estas se van disminuyendo, por la codicia, corrupción, especulación de tierras, irresponsabilidad e ignorancia. Grupos ciudadanos organizados en grandes urbes están demandando a gobiernos municipales que jardines de lluvia y otras estructuras de desarrollo de bajo impacto sean obligatorias como parte del crecimiento y gestión urbana, y no solo sean consideradas --como opcionales o voluntarias-- por cualquier propietario, empresario constructor y mucho menos desatendidas o no consideradas por instituciones y funcionarios que tienen a su cargo el presente y futuro de la gestión urbana.
Foto 11: Vecinos voluntarios y expertos construyendo un jardín de lluvia demostrativo, con el apoyo de especialistas de manejo ambiental de la Universidad Simon Fraser, en conjunto con municipalidades y grupos comunales, al norte del Gran Vancouver, Canadá.
Finalmente, también es importante recalcar que construir jardines de lluvia y otras estructuras DBI no son tan fáciles como en apariencia. Expertos advierten sobre el rigor del nivel técnico que se requiere para hacerlas realidad, además del costo de mantenerlas en el tiempo y otros detalles referentes a su manejo a largo plazo. En los últimos 20 años, municipios norteamericanos han producido abundante material de difusión y educación sobre los beneficios de estas estructuras DBI, de este modo; poco a poco, ciudadanos voluntarios se suman a fuerzas especializadas de municipios para mantener y limpiar estas estructuras DBI.
Desafortunadamente, todavía hay mucho que hacer. Tanto gestores y planificadores urbanos y también propietarios privados no necesariamente muestran el interés en implementarlos debido a la naturaleza de las exigencias que hay que enfrentar para construir estas estructuras verdes alternativas. Sin embargo, considerando la problemática futura del desarrollo urbano y la necesidad de contar con ciudades más vivibles, tanto gobiernos locales y la ciudadanía deben; como parte de su responsabilidad, obligarse a considerar estructuras de desarrollo de bajo impacto para encaminarse hacia la sostenibilidad como cultura del mañana. En este reto para el futuro, la participación de investigadores arquitectos y otros planificadores asociados es crucial. En Perú, es necesaria una pausa ecológica con el asunto de repensar sobre cómo vamos con el desarrollo urbano.
Podríamos decir que la falta de liderazgo, innovación, investigación, adaptación y redescubrimiento de estructuras DBI continuará debilitando la meta de contar con una mejor gestión urbana integral exitosa, para superar el momento en que nos encontramos, a merced de una gestión mediocre, informal, depredatoria con el patrimonio natural y monumental y atentatoria con la salud pública. Jardines de lluvia y otros similares, aunque pequeños, pueden tener un impacto a gran escala, en espacio y tiempo, una suerte de micro gestión de desarrollo urbano más rentable y con bastante participación ciudadana para hacer que ciudades sean más resilientes al cambio climático y ecológicamente más sanas.
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