La caña guadúa, la madera y las fibras de wayuri caracterizan las construcciones comunitarias y familiares de Sarayaku, una comunidad indígena amazónica.
Allí, las casas tienen un solo ambiente, están pensadas en la convivencia de la familia y en la practicidad absoluta que requiere la selva. A Sarayaku solo se puede acceder por vía aérea desde el aeropuerto de Shell o por canoa. El viaje desde Puerto Canelos toma entre tres y cinco horas, dependiendo del caudal del río y es imposible viajar con demasiada carga.
Para los habitantes de esa comunidad, la dificultad de acceso es una de las razones por las cuales la modernidad del mundo occidental se ha demorado en llegar a su territorio que cubre 140 000 hectáreas. Por ese motivo, también las construcciones mantienen su originalidad y se fabrican casi en su totalidad con materiales que se consiguen en la selva. “Muy pocas casas tienen techos de zinc, la mayoría aún construye con wayuri”, cuenta Alonso Lliguango.
El centro de la comunidad, alrededor de la plaza principal, es la zona más vistosa de Sarayaku. Allí hay un restaurante, un centro de reuniones y varias casas que pertenecen a los líderes de la población. Ampliar En la sala de reuniones se observa el interior del gran techado de wayuri. Construirlas toma entre seis y ocho semanas debido a que las familias se organizan para internarse en la selva y recolectar los materiales necesarios para edificar las viviendas. Las maderas de cedro, de wambura y pulunchi son las más finas y cotizadas por su resistencia y tono natural.
Los troncos de los arboles se limpian y se colocan como vigas centrales. Se tratan con una solución hecha con infusiones de hojas para evitar termitas, y no requieren ningún mantenimiento adicional debido a que cuando los árboles se secan, la madera se endurece. “Las casas duran por años sin desgastarse, la madera es durable y resistente. Además, es más saludable vivir así, como siempre lo han hecho nuestros ancestros”, cuenta Lliguango. El techado es la parte más compleja de la construcción. Tejer las hojas de wayuri, que son una especie de palmas, requiere paciencia, habilidad y conocimiento. Ampliar Las casas no tienen divisiones interiores para tener mayor amplitud interior; la madera es dura y resistente. Las hojas se secan y luego se anudan unas con otras de forma prolija para impedir filtraciones de agua.
Los techos son ligeros y se colocan sobre una estructura de madera, a unos tres metros de altura en forma angular. Este procedimiento se realiza para que no se acumule el calor sobre la casa y el humo del fogón que hay que cada habitación pueda circular. Las casas tradicionales no tienen paredes. Para impedir que los animales silvestres ingresen se cavan canaletas alrededor de la vivienda. La ausencia de paredes también permite que el ambiente se mantenga fresco debido a que en ocasiones la temperatura en la selva asciende a los 38 grados centígrados. “Aquí solamente se edificaban paredes y muros en las temporada de guerra, para cuidar de las mujeres y para impedir que los enemigos ingresen en la noche a las casas”, cuenta Lliguango. La sala de reuniones es sitio más insigne de Sarayaku.
Allí hay asientos tallados con figuras de animales y artesanías que se exponen en las columnas. También hay una galería de presidentes del consejo de gobierno de la parroquia. Durante los eventos especiales, ese salón se decora con adornos de flores silvestres que se recogen en la selva como la rayusisa, la marpanga y una infinidad de orquídeas de todos los colores, tamaños y aromas, dice Lliguango. Las flores se combinan con hojas, cogollos de coco, y fibras de wayuri tejidas para crear adornos vistosos.
Cristina Márquez. Reportera
(F - Contenido Intercultural)
Diario El Comercio - Quito
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección:
SELECCION DE IMAGENES DE SARAYAKU
No hay comentarios:
Publicar un comentario