16 mayo 2020

LA “FORTALEZA DE COLLIQUE”. ARQUITECTURA ARQUEOLÓGICA EN EL ANTIGUO VALLE DE CARABAYLLO - Jorge Carlos Alvino Loli URP-UNMSM



1. Introducción
El ser humano siempre se ha preguntado sobre su pasado, sobre el tiempo y la gente que le ha antecedido, y de la cual conserva sólo rastros específicos como por ejemplo los edificios antiguos; la reconstrucción del pasado es una motivación constante y legítima, pero compleja y difícil de acceder. Desde la disciplina arqueológica se considera que esta existencia humana deja evidencias, solo que algunas son más accesibles o tangibles que otras, pero a pesar de esto siempre se intenta llegar a un nivel de interpretación, aunque sea preliminar, del propio ser humano. Es aquí en donde además ejerce un papel importante la ideología asociada a las evidencias, en nuestro caso el carácter de la sociedad andina antigua y específicamente en el caso que estudiamos a la sociedad yunga.

De los muchos aspectos culturales (los cuales dicho sea de paso hoy los entendemos de manera aislada pero que en el pasado no necesariamente era así) hemos asumido a la arquitectura para nuestro estudio y exposición, es esta, a través de las edificaciones las que proyectan gran parte de las necesidades e intereses de la gente del pasado que invirtió mucho de su esfuerzo en realizarla. Los edificios contienen y comunican gran parte de la vida antigua, pero a veces somos nosotros los que proyectamos sobre ellos prejuicios e ideas contemporáneas.

Por otro lado, los antiguos documentos escritos (por ejemplo crónicas, visitas e incluso probanzas) manifiestan hechos particulares que ya poseen una intencionalidad vinculada a su tiempo y que es necesario entender en su cabalidad; los documentos nos abren además un escenario, parcializado pero muy profundo, de las preocupaciones, ideas y memoria de la gente del pasado. Esto es muy importante pues muchas veces otorga identidad a los que simplemente vemos como individuos.

Al igual que otros casos similares, el conocimiento sobre pasado prehispánico del valle bajo de Carabayllo (o como se le conoce actualmente: valle bajo del Chillón), se encuentra aún fragmentado y con grandes e inocultables vacíos. La acelerada pérdida de las evidencias físicas y documentales parece indicar que estos vacíos difícilmente serán clarificados. Sin embargo conviene avanzar con las limitaciones correspondientes considerando el potencial de las diferentes disciplinas avocadas al estudio histórico.

Este pequeño ensayo[1] intenta exponer de manera sintética una visión general, no sólo de un grupo humano, sino de los procesos sociales que pudieron presentarse en un lugar y momento determinado, en nuestro caso en el valle bajo del Chillón durante los períodos tardíos y específicamente en el sitio conocido como “Fortaleza de Collique”, sitio arqueológico actualmente inserto dentro del llamado “Cono Norte” de la ciudad de Lima, sitio muy conocido y que poco a poco ha sido asumido dentro del imaginario local como referente de pasado e identidad.


2. Los asentamientos arqueológicos tardíos en el valle del Chillón

En el valle del Chillón aún se evidencia físicamente la presencia de complejos y especializados asentamientos de ocupación arqueológica tardía (a juzgar por el material cerámico, textil, lítico y óseo encontrado en superficie) emplazados en distintas realidades geomórficas. Actualmente, si bien es cierto, ya no existen extensos asentamientos de este periodo (al menos de carácter poblacional), si es posible hallarlos en el valle medio y en sus quebradas laterales; estos sitios también comparten algunas características con asentamientos de los valles de los valles vecinos, por ejemplo algunas ocupaciones fortificadas en la cúspide de los cerros, la presencia de geoglifos en las quebradas secas, el uso de tapias o roca canteada como material constructivo, la presencia de cementerios sectorizados, etc.; sin embargo no existen los indicadores importantes de otros valles, por ejemplo el adobe como sistema constructivo principal o incluso no se ha logrado determinar la existencia de edificios con rampa central existentes en Lurín y Chancay.

Es importante considerar que la gente de un valle no solamente se organiza o desplaza en sentido vertical (es decir paralela al río o valle) por motivos económicos tal como lo expresa Murra (1975, 82-96) sino también constantemente utilizan los cerros para vincularse con gente de otros contextos, por ejemplo con el valle de Chancay, en este sentido los asentamientos de Maca, Guaraví y Trapiche, se organizan, por ejemplo, cercanos a la desembocadura de grandes quebradas como la de Quilca, la cual salvando el paso de Huachoc, accede a la quebrada de Orcón y posteriormente al valle medio de Chancay, posibilitando una vía de comunicación muy utilizada en períodos tardíos. Tanto Maca como Trapiche además comparten soluciones arquitectónicas de asentamientos en relieve y presencia de cementerios aislados en donde es abundante la cerámica y las evidencias funerarias (ajuares, deformaciones óseas, textiles) ya identificadas para esta sociedad del valle vecino. Lo mismo sucede para el material en superficie del sitio de Chocas, Zapán y Huanchipuquio (todos en la margen izquierda) en donde los edificios además han sido construidos con una técnica de roca canteada y argamasa (similar a los edificios existentes en Collique) y una menor escala. La evidencia arqueológica en estos lugares es de clara filiación Chancay, principalmente la cerámica conocida como Negro sobre Blanco (existiendo incluso formas como “cuchimilcos”), sin embargo existen otros estilos que hacen recordar a Ychsma tardío y estilos norteños como el estampado piel de ganso o estilo Pativilca. Un interesante tipo alfarero presenta ollas que presentan el borde en forma de solapa o cuello de camisa, siempre en pasta marrón oscura. Esta confluencia de variantes alfareras nos hace pensar en una complejidad y alcance social aun no explicado.

Todos los datos anteriores son parte de información arqueológica que se va construyendo dificultosamente a lo largo de años, lo cierto es que muy poco se ha investigado sobre los llamados períodos tardíos en el Chillón, incluso a diferencia de otros valles no existía una documentación de crónicas tempranas que alcanzara información sobre la gente que habitaba esta región a la llegada de los españoles. Es María Rostworowski quien propone la existencia de un “señorío” llamado Colli y que abarcó desde el valle bajo del río Chillón hasta un lugar llamado Chuquicoto (Rostworowski, 2004, 30), cercano a la actual Santa Rosa de Quives, y que políticamente comprendía curacazgos menores, supeditados al Collicapac, el cual residía en Collique. De esta manera se ha interpretado desde la etnohistoria el enfrentamiento entre los Colli y el ejército del Tawantinsuyu bajo dirección de Tupac Yupanqui; este evento supuso la derrota de los Colli y la muerte del Collicapac, incluso la captura y ejecución del curaca yunga de Quivi, Chaume Caxa (además de aniquilar a toda su gente y establecer mitimaes en el valle). En la llamada “chaupiyunga”, la tierra más apta para el cultivo de la coca, los administradores cuzqueños instalaron a los Yauyos y a los Chacllas, también los Canta recibieron amplias tierras. El Inca puso por señor a un yanacon yanayacu, quien formó una nueva dinastía dividiendo el territorio en 10 pachacas, cada una con su curaca pachacamayoc (Rostworowski, 2004, 35).

Existen algunos indicadores contundentes del manejo político militar impuesto por el Tawantinsuyu en contexto de guerras y posterior estrategia de dominación territorial y control social. Son evidencia de un interés de los cusqueños en el Chillón Bajo, además del camino conocido como Capaq Ñam (llamado por los cronistas “camino de los llanos”) en un tramo entre Puente Piedra y el inicio del serpentín de Pasamayo, la presencia del gran edificio de Tambo Inga (actualmente a la altura del kilómetro 29.5 de la Panamericana Norte). Sin embargo no se han registrado llactas o asentamientos poblacionales, lo que podría implicar que los anteriores poblados podrían haber seguido funcionando. También es posible que los sitios de la margen derecha mantuvieran su autonomía durante el Horizonte Tardío debido a una vinculación pacífica con el Tawantinsuyu; por ejemplo en  la información de la Visita de Martínez (1572) se menciona que el sitio de Maca tuvo una población considerable bajo el gobierno de su curaca Paúcar, el cual mantenía su poder político ya que “… siendo cacique el dicho Paucar y habiendo ido a visitar al ynga a Caxamalca entraron los españoles en la tierra…” (Espinoza, 1963, 59). Esto subraya la importancia de este curaca con Atahualpa a quien incluso va a visitar hasta Cajamarca antes de su apresamiento por Pizarro.


3. Estudios sobre Collique

Es importante indicar que el sitio se ubica al final de las estribaciones andinas bajas que descienden hacia el llano del valle de Carabayllo (hoy llamado Chillón); entre los cerros que son visibles desde el sitio destacan el Cerro Pirámide (1,051 m.s.n.m.) y el más cercano llamado el Cerro Zorro (617 m.s.n.m.). El sitio de Collique también llamado “Fortaleza de Collique” se emplaza sobre el último cerro que remata esta secuencia y flanqueada por una pequeña quebrada a su lado norte y una mucho más grande y árida al sur. Actualmente todo este contexto se haya ocupado por casas consolidadas.

Políticamente pertenece actualmente en el distrito de Comas, provincia de Lima, capital del Perú y se ubica de manera colindante a la avenida Túpac Amaru, a la altura de su kilómetro 16.5, junto al Hospital Nacional Sergio Bernales (figura 1); su altura en la parte inferior (a la altura de la carretera) es de 172 m.s.n.m, y en su cúspide más alta (18L 278311 y 8682401N) alcanza los 266 m.s.n.m.

Históricamente fue identificado por diversos estudiosos entre los que se encuentran los viajeros del siglo XIX como George Squier (1877) quien realiza una descripción espacial con algunas imprecisiones pero que se complementa con un interesante plano (figura 2). Una de las observaciones del viajero norteamericano es la similitud formal con otras fortificaciones como las de “Calaveras y Quisque” en Casma[2] (Squier 1974 [1977]: 46). Una observación importante es sobre la existencia de “…grupos de adobes muy desmantelados” (1974[1877]: 47) que contrasta con el resto de edificaciones del sitio realizadas con roca canteada. Otro viajero que reconoció el sitio fue el alemán Ernst Middendorf quien lo describe de la siguiente forma:

“La colina, situada en la parte izquierda del borde del valle, tiene la forma de un cono ovalado, carece de vegetación y su altura es de 400 pies, aproximadamente. Dejamos nuestros caballos cerca del camino y subimos a la cumbre del cerro para explorar la fortaleza, la que en cierto modo nos produjo una decepción. Las fortificaciones consisten en dos pequeños muros circulares, bajos, construidos con piedras irregulares que rodean las faldas del cerro en su tercio superior. En la cumbre hay un tercer muro, más alto y mejor construido, que circula una torre redonda, que es en realidad la fortaleza y también se encuentran otros edificios. Una empinada escalera en parte labrada en la roca, conduce a la plataforma sobre la que se levanta la fortaleza, y lo más interesante de ella es una especie de bastión, en el que existen aún algunos montones de las pequeñas piedras redondas que arrojaban los defensores para repeler los ataques. Los siglos que han transcurrido desde que fueron amontonadas estas piedras es algo que ni siquiera se puede conjeturar, pues la fortaleza es muy antigua, y su origen, a juzgar por la manera de su construcción y la colocación de las piedras, se remonta a tiempos anteriores a los Incas”. (2007 [1894] 35)

Pasarán muchas décadas hasta que, ya entrado el siglo XX, Pedro Villar Córdova catalogara el sitio como un “pucará” (Villar Córdova, 1935, 189) haciendo una larga argumentación de su carácter militar. Una hipótesis adicional propone Villar Córdova se basa en la crónica de Agustín de Zárate titulada Historia del descubrimiento y conquista del Perú (1968 [1555]); específicamente en el capítulo V, en donde narra una secuencia de acontecimientos entre el enfrentamiento de los españoles en Lima contra Quizu Yupanqui quien dirigió el “cerco de Lima” en 1536. Según Villar Córdova, el cronista Zárate al narrar estos acontecimientos hacer referencia de escenarios de enfrentamientos en donde se puede identificar la “Fortaleza de Collique”:

“…tuvo nueva el Marqués que tras Diego de Agüero venía gran copia de indios de guerra, envió a un Pedro de Lerma con más de setenta de caballo y con muchos indios amigos, que salieron al reencuentro a la gente del Inga, con los cuales pelearon gran parte del día, hasta que en un peñol los indios se hicieron fuertes y los españoles los cercaron por todas partes, y aquel día quebraron los dientes al capitán Lerma y hirieron otros muchos españoles, aunque no mataron más de uno de caballo. Y los cristianos los pusieron en tal aprieto, que si el Marqués no los mandara recoger, aquel día se diera fin a la guerra, pero los indios estaban muy apretados en aquella pequeña sierra, y no tenían lugar para pelear… Y levantando de allí el real, se fueron a poner sobre una alta sierra que está junto a la ciudad de los Reyes, el río en medio, peleando a la continua con los españoles. El caudillo destos indios era un señor llamado Tizoyopangui...” (1968 [1555]: 184-5);

Un curioso y breve registro parcial de las murallas aparece en una película de la Biblioteca Nacional del Perú[3] que trata sobre el Sanatorio Infantil construido a fines de la década, el cual es un complejo arquitectónico que durante décadas será el único edificio moderno en la zona y actualmente es el Hospital Nacional Sergio Bernales.

Mucho tiempo después es el alemán Hans Horkheimer quien menciona el sitio como “fortaleza” (Horkheimer, 1965, 51) y efectúa observaciones importantes como la existencia hacia el sur de plazoletas “similares a las que forman parte del complejo de marcas de las de Nazca” (1965: 51); esta observación puede confirmarse en la foto aérea del SAN de 1945, en la cual se evidencian unas líneas sobre la desembocadura de la quebrada adyacente. Al igual que Villar, Horkheimer también subraya el hallazgo de “piedras para hondas” (1965: 51). Durante estas décadas se conocía la existencia del sitio y se daba por sentada su función como lo menciona César García Rosell: “Es una de las dos grandes obras militares –la otra es la pucará de Atocongo– que construyeron los antiguos pobladores del valle antes de la ocupación incaica”. (García 1968: 50).

El primer plano de exigencia científica (figura 3) es el publicado por Frédérick Éngel en 1987 y que levantó (como muchos sitios de la costa central) Bernardino Ojeda. A diferencia del plano de Squier, Éngel señala la existencia de muchos detalles que indican un complejo uso de pequeños recintos agrupados en diferentes sitios y basurales dispersos. Otro estudio pertinente es el que realiza Tom Dillehay en el cual aporta una interpretación social del valle considerando que existía un “sistema multiétnico” y pudieron darse “estrategias económicas” distintas (Dillehay, 1987, 443). Lo interesante de esta propuesta es que abre una visión (aunque de manera general) de varios grupos de gente, cada uno con su propio sistema de arraigo, que participaron en la historia del valle y no solamente se centra en uno solo.

Como vemos, a pesar de su cercanía a la ciudad de Lima y, a las principales instituciones de investigaciones sobre el pasado andino, la llamada “Fortaleza de Collique” no ha sido objetos de estudio detallado y concluyente; quizás uno de los trabajos más estructurados es el que desarrollaron los arqueólogos Daniel Morales e Inés Correa a fines de la década de los ochenta. Una conclusión de Morales y Correa califica al sitio como “… una ciudad fortificada” (Morales 1993:529); Correa agrega que en la “fortaleza” se ha podido encontrar “…una secuencia de ocupación que va, al menos desde el Intermedio Temprano (0-600 d.n.e.) al Horizonte Tardío (1476-1532). (Correa 1992: 140). Estos dos alcances, tanto de función como de cronología, son importantes pues comprometen nuevas preguntas. La cronología propuesta se sustenta en la existencia de cerámica del Intermedio Temprano (0-600 d.C.) lo cual demostraría que “… los Collis indudablemente tiene sus antecedentes en la cultura Lima” (Morales 1993: 523); otro de los hallazgos más reveladores fue la presencia de una muralla asociada precisamente a este tipo de cerámica:

“la evidencia arquitectónica más temprana se ubica al norte en la parte media del cerro, muy cerca a la entrada principal y fuera de las murallas que datan del Intermedio Tardío. Se trata de un grueso muro de tapial de 5 metros de largo hasta con tres capas de pintura amarilla, signo de sucesivas remodelaciones. Dicho tapial corre perpendicularmente a otro de 15 m. de lado con orientación NS, que formaba parte de una gran rampa que ascendía desde la base del cerro” (Correa 1992: 140-141).

Es poco lo que se puede decir sobre el Horizonte Medio (600 – 1000 d.n.e.[4]) pues se hallaron “…sólo tres fragmentos de cerámica de la época 1B correspondiente al estilo Nievería, pero es necesario señalar que carecemos de asociaciones arquitectónicas…” (Correa 1992: 141).

Es durante el Intermedio Tardío cuando se construyeron la mayoría de edificaciones en Collique, esto coincide con lo que Rostworowski había planteado que el mismo período durante el cual se desarrollan conflictos “interétnicos” en el valle (2004 [1972]: 31), algo similar lo deduce Dillehay (1987: 427); en cada caso el control de los cultivos de coca en el valle es considerado el motivo más importante; siguiendo el correlato de este argumento Correa propone que: “… la ciudadela fortificada de Collique sería una respuesta a esta situación de conflictos”. (Correa 1992: 141). La categoría de ciudadela (o “ciudad fortificada” como se había indicado antes) sin duda evoca conceptos occidentales pero también implica un carácter autogestionario y militarizado. Por otro lado, la sucesión y aumento de murallas hacia el noroeste sería un indicador de la intensificación de estos supuestos conflictos.

Finalmente, las investigaciones demuestran que existieron varias ocupaciones aunque las más características y conocidas (el amurallamiento) parecieran ser tardías dejando algunas modificaciones durante el Tawantinsuyu lo cual se evidencia por la presencia de algunos materiales Inca pues según Morales: “Ludeña encontró en el sector del cacique escudillas de estilo Inca imperial, fragmentos de aríbalos y otros testimonios más” (Morales 1993: 530).


4. El complejo arquitectónico denominado “Fortaleza de Collique”

Aunque no es posible disgregar los edificios en funciones exclusivas o únicas y, considerando una importante sectorización de Morales (1993), podemos organizar los edificios tentativamente en base a su formalidad y cualidades contextuales (figura 5), de la siguiente forma:

-Edificaciones defensivas

Representadas por murallas que discurren sobre la pendiente alrededor de todo el cerro (figura 7); la “primera muralla” que rodea todo el sitio y que hacia el norte (sobre la ladera de menos pendiente) se subdivide ampliando la restricción sobre una pequeña quebrada natural que actualmente desemboca en la avenida Túpac Amaru y (figura 10), las murallas se vuelven a integrar en una sola hacia la ladera sur (que es más empinada). La muralla que se desprende de esta primera es considerada por algunos como una “segunda muralla” (Morales 1993: 529) y presenta una mampostería irregular y de grandes rocas sobrepuestas las que en apariencia no poseen argamasa para cohesionarlas[5]. En todo caso la última o “tercera muralla” rodea de manera muy horizontal la cúspide del cerro (figura 20 y 21) y presenta un interesante acceso asociado a una escalinata.

El esfuerzo realizado en la construcción es considerable pues “la muralla periférica es de 1,350 metros con cuatro accesos en cada uno de los puntos cardinales” (Morales 1993: 529) y alcanza un distanciamiento en el eje este-oeste de la “primera muralla” de 386 metros. Es necesario mencionar que aún existen proyectiles líticos (cantos rodados para hondas) cercanos a las murallas (figura 29) “…la mayor acumulación se encontraba en la cumbre del cerro, al costado de la principal residencia del Collicapa”. (Morales 1993: 529) Estas unidades no son del lugar y fueron escogidas por su tamaño y forma en las cuencas de los ríos.

-Edificaciones ceremoniales

Aunque es difícil determinar sin excavaciones y asociaciones a eventos determinados que edificios presentan este carácter se pueden postular algunos espacios. El primero es un interesante lugar delimitado por un muro de planta cuadrangular ubicado hacia el noreste y que es exterior a la primera muralla; este espacio en pendiente encierra una plataforma asociada a grandes rocas y probablemente era un “altar” (figura 11).

Consideramos que la categorización ceremonial implica un seguimiento de pasos evidenciados en las mismas cualidades físicas de las edificaciones frente al acto humano de percibirlas e interactuar en su dominio físico; el recorrido, por ejemplo, es orientado por sistema de pasajes y restricciones diseñados para efectuar en el ser humano una sucesión de visuales, audiciones y sensaciones determinadas, además del propio desplazamiento. En este sentido existe un evidente acondicionamiento hacia el frente noroeste donde existe una hondonada natural en donde las dos primera murallas se acercan de forma paralela y es posible distinguir un acceso en la parte más baja de la primera muralla. Sucesivamente se atraviesa varios afloramientos rocosos hasta llegar a una explanada rodeada de las elevaciones cercanas de tal manera que asemeja un gran espacio central de 30 metros de lado aproximadamente (figura 13 y 14). Finalmente algunas edificaciones laterales hacia el este son de planta rectangular y se encuentran en sucesivos escalonamientos adaptándose al relieve del cerro que en esta parte aumenta su altura.

-Edificaciones de “almacenamiento”

Sobre un espacio de forma de media circunferencia de 75 metros de diámetro delimitado por un muro bajo se distribuyen seis edificaciones cilíndricas; cada una ellas posee un diámetro superior a los seis metros y, aunque se encuentran organizadas en hilera de este a oeste (figura 15), cada una presenta una exposición distinta al viento y asolamiento. Se les ha conferido una función de depósito de bienes, de hecho “…en la limpieza de una de ellas se ha recuperado semillas de lúcuma, maíz, pallar, frijoles, maní, calabaza, algodón, pacay” (Morales 1993: 529). También existen unos dieciséis depósitos subterráneos entre este sector y el ingreso de la primera muralla que aparentemente tuvieron la función de depósitos, aunque esto debe certificarse con excavaciones arqueológicas. Finalmente otro “…complejo de almacenamiento, exclusivo de maíz en la parte alta, lado suroeste del cerro, son estructuras pequeñas de forma cuadrangular adosadas al cerro” (Morales 1993: 529).

-Edificaciones habitacionales

Ubicado al extremo noroeste del sitio y accesible desde el espacio central por una escalera. Es evidente el acondicionamiento de la topografía para convertirla en una voluminosa terraza de tierra clara que mantiene enterrados muchos vestigios arqueológicos. En esta terraza existen  agrupadas varios edificios de planimetría rectangular, separados por pasajes y emplazados sobre bajas plataformas.

Un primer grupo, inmediato al acceso desde la “plaza central” rodea un área libre o explanada delimitada hacia su lado Sur con las paredes escarpadas del cerro, precisamente apoyada en esta pendiente se emplaza un interesante edificio que alcanza casi 26 metros de largo y 6 de ancho, con entrada central que se orienta hacia la explanada anteriormente mencionada y se alinea a la pendiente del cerro, flanqueando a su vez a una escalinata que asciende en zigzag hacia la cumbre misma; por su ubicación parece un edificio importante pero se ignora su función. Es necesario indicar que existen muchas edificaciones menores en las pendientes y que se encuentran enterradas o desplomadas y que pudieron ser áreas habitacionales.

Un segundo agrupamiento se emplaza sobre una plataforma inferior y ubicada hacia el Oeste del anterior agrupamiento; en este segundo grupo existen al menos existen dos conjuntos importantes bien delimitados por muros perimetrales y separados y desfasados entre sí por un pasaje (figura 16 y 17). Al interior cada conjunto tiene subdivisiones y dentro de ellas accesos sucesivos a cada recinto inmediato que permite reconocer una complejidad espacial digna de estudiar[6], Internamente las paredes aún presentan enlucido amarillo lo cual propone espacios habitados al menos de manera temporal. Otra función propuesta para estos edificios es la de Morales quien considera que podrían“…tratarse de talleres de producción artesanal.” (Morales 1993: 530)

-Edificaciones de poder

Se emplazan en la cúspide del cerro, a 85 metros sobre el nivel de la carretera adyacente, y se encuentra delimitado por un muro perimetral que encierra un espacio de casi 200 metros de largo y un máximo de 50 metros; desde este sector se puede observar los alrededores del valle. El acceso se realiza por una escalera que arranca desde los afloramientos inferiores y atraviesa un vano en el muro de la “tercera muralla” (figura 18 y 19). Inmediatamente atravesando el vano se llega a un recinto de 11.10 x 7.70 metros (figura 22); otro recinto más pequeño se encuentra a 13 metros al Este y, en medio de ambos una serie de rocas aflorantes y erosionadas eólicamente distingue el contexto desde lejos; Morales considera esta parte como “sector del cacique” (1993: 530). Hay que precisar que hacia el extremo Este se agrupan una serie de rocas erosionadas algunas de las cuales parecen haber sido hincadas (figura 23, 24 y 25); también Éngel señala en este extremo como plataformas circulares concéntricas.

De manera complementaria es necesario mencionar que en un sitio inmediato a la “fortaleza”, en Cerro Volcán, Morales y Correa investigaron también un pequeño asentamiento donde según su propuesta: “…residía la población agrícola durante la época del período Intermedio Tardío, la cual pertenecía a la etnia de los Collis o Colliques” (Morales 1993: 526). Esta aseveración implica la existencia de gente que se autoreconoce como parte de un grupo Colli y conforma una base trabajadora sustentante, aunque en el presente caso sea un ejemplo muy focalizado y puntual.
Finalmente, es necesario indicar que al pié de la ladera Oeste del cerro, estudiando la foto aérea de S.A.N., es evidente la existencia de un pequeño cementerio que actualmente se encuentra allanado y anexo al Hospital Sergio Bernales.


5. Algunas consideraciones

-Sobre el emplazamiento. La compleja tipología de la llamada “Fortaleza de Collique” propone un análisis mayor a la simple explicación de una característica particular de un grupo social (sustentada arqueológica o etnohistóricamente), sobrepasa incluso una argumentación histórica respecto al advenimiento del Tawantinsuyu. La presencia física de estos complejos (llamadas “fortalezas”) en los valles de Huaura, Chancay y el Chillón proponen como parámetro de análisis, no solamente la situación social de un señorío en particular, sino quizá, la respuesta de las sociedades yunga tardías hacia realidades sociales que implicarían momentos de enfrentamiento recurrentes en el tiempo y que poseen como escenario el delta de deyección de los ríos y la expansión horizontal de los valles bajos que permiten la comunicación de norte a sur y viceversa. Por otro lado, las escalas monumentales de estos complejos, su emplazamiento sobre cerros cónicos relativamente cercanos al mar, la utilización de cercados geomórficos circulares, áreas y edificios de resguardo superior, el sistema constructivo, etc., los vincula a pesar de la distancia entre los valles mencionados. 

Consideramos que estos complejos[7] como la llamada “Fortaleza de Acaray” y Cerro Colorado” (valle de Huaura), la “Fortaleza de Pasamayo”, La Viña, Cerro Mascarín (valle de Chancay), la “Fortaleza de Ancón” (Bahía de Ancón), y la “Fortaleza de Collique” (valle del Chillón), estarían sustentando la necesidad del imponer y defender un posicionamiento territorial, probablemente entre grupos vecinos o enemigos comunes. Indudablemente antes que la intervención cuzqueña, la expansión Chimú es la única responsable de conflictos de gran magnitud en estos valles (fuentes etnohistóricas mencionan incluso el alcance Chimú hasta Carabayllo). Collique no es pues, única en su tipo formal ni tampoco la más extensa, por lo que creemos que este fenómeno merece ser estudiado de manera integral.

-Sobre las edificaciones. En cuanto a la distribución de edificios que hemos ensayado se distingue una clara separación física que propone una diferenciación de funciones, tanto horizontal como verticalmente, ésta sigue una lógica sencilla y tácitamente apoya una contemporaneidad entre los diferentes sectores la cual, reconocemos, no se encuentra comprobada; por otro lado hay que considerar que además de las óptimas ubicaciones por motivos medioambientales (por ejemplo en el caso de edificaciones para almacenamiento) las motivaciones ideológicas pudieron decidir el emplazamiento de ciertos edificios, por ejemplo las orientaciones de los edificios o la importancia de las visuales, investigaciones de este tipo no se han realizado aún. La circulación también es un tema importante pues aunque existen grandes espacios abiertos los indicadores de circulación, por ejemplo los accesos para atravesar las murallas eran restringidos y exigían un sentido de movimiento por medio de sendas y escalinatas; las dimensiones considerables hacen posible también una concurrencia considerable de ser necesaria. 

Finalmente, ya desde el punto de vista técnico, el sistema constructivo presenta una similitud con algunas fortificaciones del valle y algunos sitios de la margen izquierda. Las rocas canteadas parecen provenir de la misma cantera y presentan adosamientos laterales, a su vez ciertos rellenos internos y las rocas mayores y mejor trabajadas sirven de tizón al muro; estos rasgos arquitectónicos deberían estudiarse mejor.

-Sobre el material arqueológico. El sitio se encuentra expuesto constantemente a la destrucción por causas antrópicas y la contaminación urbana que cubre de una capa oscura todas las edificaciones por lo que cualquier observación es limitada. En el informe presentado por los arqueólogos Daniel Morales e Inés Correa se menciona la presencia de evidencias de distintas plantas y material asociado a la elaboración de cerámica, esto permite considerar un complejo hasta cierto punto vital y siendo mantenido por una cantidad de personas, lo cual podría cambiar drásticamente de acuerdo a algunas crisis políticas. Concluimos que se necesitan hacer excavaciones y disponer de contextos primarios para aproximarse a una interpretación apropiada, considerando incluso que, siendo el sitio de grandes dimensiones, cualquier interpretación será parcial hasta que no se realicen extensas excavaciones. El poco material alfarero en superficie parece vincularse a formas ychsma, incluso los escuetos informes arqueológicos de sitios cercanos coinciden con esta observación, no distinguiendo un corpus representativo en morfología, diseño o iconografía que pudiera asignarse a un grupo social o al menos un estilo distinto a los mencionados en este ensayo[8].


6. Epílogo

¿Cuál es la importancia que pudo tener la llamada “Fortaleza de Collique” en el pasado?, esta es una pregunta que trasciende la propia forma de las edificaciones y que no es evidente fácilmente. Hay que recordar que gran parte del contexto original de las edificaciones en el valle bajo del Carabayllo “prehispánico” ya no existen, posiblemente lo que ha sobrevivido sea un 20% de lo que vieron los primeros españoles que cruzaron el valle a fines de enero de 1533 en su expedición a Pachacamac y que sin duda pudieron observarla pues el Capaq ñan (o “Camino de los Llanos”) que ellos siguieron pasaba a sólo 4 kilómetros al oeste de la “fortaleza”. Sabemos que el camino que siguieron estaba también delimitado por altos muros de tapias que existieron hasta el siglo XX y que tanto los cerros Oquendo, el complejo Maranga, etc., presentaban grandes muros que encerraban edificios importantes, para acceder a la misma Pachacamac (lugar altamente sagrado) tuvieron que atravesar grandes murallas que aún se conservan[9]. Los muros (o murallas) entonces tenían una importancia vigente.

También podemos discrepar y pensar que las murallas (como las de Collique) representan un tiempo más conflictivo, anterior al Tawantinsuyu vigente que por primera vez vieron los españoles del XVI, Guaman Poma de Ayala hace referencia en su conocida obra El primer nueva corónica y buen gobierno sobre un tiempo antiguo, anterior a los Incas, llamado El cuarto edad de in[d]os. Aucaruna, cuando la gente “De sus pueblos de tierra baja se fueron a poblarse en altos cerros y peñas y por defenderse comenzaron a hacer fortalezas que ellos les llaman pucara.” (Guaman Poma de Ayala 2010 [1615] 62) (figura 32) Sea éste el caso las murallas tienen una función de protección militar.

Entonces, ¿Por qué se construyeron las murallas? La documentación etnohistórica (como vimos) nos propone un señorío, un cacique, un pueblo guerrero, y es ésta la que condiciona nuestro entendimiento integral del pasado, no sólo de un grupo sino de todo el valle por ejemplo. Una de las aseveraciones más difíciles de sostener arqueológicamente es la propuesta de Rostworowski quien dice que: “… el dominio territorial del “Collicapa” se extendía desde el mar hasta más allá de Quivi y también en un momento dado fue suyo parte de Lima” (1977: 93). Es difícil en principio por una evidente falta de delimitación de lo que materialmente puede diferenciar lo Colli con otros grupos culturales (no solo estilísticamente sino en asociaciones y secuencias), pero también por la falta de estudios de otros sitios (supuestamente dentro de este territorio) en donde a lo largo de varias décadas y algunas investigaciones, el corpus arqueológico deriva hacia lo conocido como ychsma o incluso chancay.

Como se mencionó reconstruir el pasado requiere precisamente tiempo, es un proceso lento y no necesariamente ordenado o integral, las investigaciones son limitadas, generalmente individuales y casi nunca publicadas. Aprendemos por fragmentos.


Figura 1

Ubicación del sitio de “La Fortaleza de Collique” y de los principales sitios arqueológicos cercanos dentro del distrito de Comas, margen izquierda del valle bajo del río Chillón.




Figura 2.

Plano de Collique del viajero George Squier (1974[1877]) que indica los sectores principales del sitio.




Figura 3.

Plano de Collique (Éngel 1987: 153) en donde se distinguen, además de las murallas, las agrupaciones de edificaciones y las diferencias de escala entre estas.




Figura 4.

Fotografía aérea (Servicio Aerofotográfico Nacional) Nº 1112-17, del 4 de abril de 1945, que muestra el cerro y las murallas concéntricas; a la izquierda la antigua carretera a Canta y las chacras de la hacienda Collique.




Figura 5.

Reconstrucción hipotética de la “Fortaleza de Collique” con los edificios más destacados.




Figura 6.

La llamada “Fortaleza de Collique” vista desde el edificio arqueológico llamado “La Alborada 1”. El sendero claro a la izquierda  señala el acceso Noroeste. En primer término la avenida Túpac Amaru.




Figura 7.

Las tres murallas sucesivas; foto muy tomada cerca a la confluencia de las dos primeras con vista hacia la ladera Norte. Nótese el talud y la mampostería.



Figura 8.

Espacio de circunvalación interna inmediata a la muralla y que demuestra el uso de parapeto lítico.



Figura 9.

Mampostería consolidada con pachillas y grandes rocas cantadas y con aplomo vertical.



Figura 10.

Acceso desde el Noroeste de la muralla más baja.



Figura 11.

Probable “altar” conformado por un recinto rectangular de muros bajos, una plataforma baja y grandes rocas.



Figura 12.

Muro de tapia con rocas medianas y barro de tonalidades amarillas.




Figura 13.

Vista hacia el Noroeste desde el “Espacio Central”. Nótese a la izquierda el acondicionamiento cultural a modo de terraza sobre una elevación natural.



Figura 14.

El llamado “Espacio central” (actualmente limpiada y alterada) ubicado al fondo de la hondonada natural del cero. Nótese los recintos que lo delimitan principalmente los adosados a la pendiente de manera escalonada. Arriba la “Tercera Muralla” sobre la pendiente más empinada.



Figura 15.

Probable depósito de bienes alimenticios cuyos muros se elevan ligeramente del suelo.



Figura 16.

Sector habitacional (y probablemente talleres) actualmente afectadas por invasiones.



Figura 17.

Reconstrucción hipotética de dos edificaciones con una interesante complejidad espacial interna. (Alvino 2007)



Figura 18.

Escalera que cruza la “Tercera Muralla” vista desde la parte superior. Nótese el espacio cortado al cerro y el acceso extendido. Abajo un edificio alargado pegado al cerro, un espacio abierto y más abajo el sector habitacional. (Alvino 2009)



Figura 19.

Parte de la escalera de ascensión que cruza la “Tercera Muralla” y allega al nivel superior.



Figura 20.

“Tercera Muralla”, mampostería y relieve rocoso.



Figura 21.

Perfil de la “Tercera muralla” sobre la ladera rocosa del cerro (Alvino 2009).



Figura 22.

Antiguo recinto de planta rectangular que se ha considerado como la “Residencia del Collicapac”. Al fondo una plataforma desde la cual se visualiza todo el valle.



Figura 23.

Rocas de la parte superior del cerro, muy visibles desde el valle.



Figura 24.

Algunas de las rocas erosionadas de la parte superior del cerro.



Figura 25.

Perfil del declive superior del cerro con un aterrazamiento y una posible huanca que es muy visible desde los sectores inferiores. La avenida Túpac Amaru y urbanizaciones modernas.



Figura 26.

Parte superior de la “fortaleza”. Vista hacia el Este, con restos de un antiguo recinto trapezoidal, las agrupaciones de rocas y la plataforma de la cúspide proyectada hacia los cerros vecinos. Se aprecian las laderas vecinas totalmente pobladas.



Figura 27.

El actual Hospital Nacional Sergio Bernales y el antiguo cementerio (cercado por un muro bajo). Al fondo el sitio arqueológico “La Alborada 1”.



Figura 28.

Cerros hacia el Suroeste con edificaciones de tapia en la parte superior; sitios arqueológicos conocidos como “La Alborada 1” y “La Alborada 2”. En primer término la avenida Túpac Amaru y a lo lejos las urbanizaciones del distrito de Comas



Figura 29.

Agrupación de cantos, probablemente antiguos proyectiles para hondas.



Figura 30.

Ofrenda ritual contemporánea y afectación sobre un muro prehispánico.



Figura 31.

Ofrenda ritual contemporánea bajo una roca en la zona arqueológica.



Figura 32.

Dibujo de Guaman Poma de Ayala que grafica la lucha en un pucará durante la mitológica Cuarta Edad. Guaman Poma de Ayala 2010 [1615]: 62.



Figura 33.

Acuarela desde la cúspide de Collique (Alvino 2003).



Jorge Alvino Loli

Arqueólogo UNMSM

jc_alvino@hotmail.com




7. Referencias bibliográficas

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[1] Todas las imágenes son del autor y fueron tomadas en el 2019, excepto las que tienen indican otra procedencia o fecha en la descripción correspondiente. 
[2] Al referirse a Calaveras se refiere al actualmente conocido como Chanquillo, también denominada por Squier como Chancayllo (Squier 1974 [1877]: 112).
[4] Seguimos el lapso de tiempo señalado por Correa (1992).
[5] Según Morales y Correa (1990) esta muralla sería anexada en “tiempos de agudización de conflicto interétnicos” y por lo tanto, probablemente, la última en construirse.
[6] Actualmente (y desde hace varios años) estos edificios se encuentran invadidos.
[7] Es un interesante estudio Krzanowski (2016, pp. 183-208) ensaya una clasificación de edificios fortificados y diferencia ciudadelas (entre las que incluye a la Fortaleza de Collique), fortaleza y atalayas.
[8] Las recientes investigaciones de Samuel Querevalú en el cercano sitio de Tungasuca no han identificado un estilo particular de esta parte del valle, sino alfarería ya identificada como ychsma en otros sitios de la costa central (en conversación con Querevalú. Diciembre del 2019).
[9] El arquitecto Enrique Guzmán considera que el acceso a Pachacamac también estuvo asociado a la llamada “Fortaleza de Atocongo”, muy similar a la de Collique (Guzmán 2007: 141).

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