4. Los juegos, el azar y la divinidad
Como mencionamos en la primera parte de este ensayo, el juego no es una actividad exclusiva del ser humano, es parte del diseño de las especies naturales en el continuo aprendizaje de la supervivencia y que ayuda a ejercitar las habilidades innatas o construir otras en sociedad; viéndolo desde esta perspectiva los juegos son una forma de relacionarse con otros seres incluso con los que ya no están en nuestro plano pero que pueden influir en el devenir humano.
Por eso creemos que también debe considerar al juego como una forma de acceder al conocimiento o llegar a un acuerdo con el futuro y de ordenar la participación de los seres en el presente, pero no de una forma ortodoxa ni autoritaria, sino dentro de una gestión necesaria y consensuada.
Los frijoles moche
El frijol ( Phaseolus vulgaris ) fue una de las especies vegetales sobre las que se construyó la civilización andina, una temprana domesticación en la costa le permitió ser el alimento de las gentes que construyeron los primeros centros religiosos y sustentó el crecimiento poblacional que habitó los primeros asentamientos. Esta importancia alimenticia fue muy valorada pero el frijol también se incorporó al sistema de creencias ideológicas y su imagen aparece en las representaciones estéticas.
En la arqueología peruana las interpretaciones de las obras artísticas se realizaban muchas veces de manera literal y por otro lado proyectando narrativas; aquí aparece, por ejemplo, en el arte Mochica (llena de imágenes mitológicas) entre otras, la imagen del frijol dentro de unas actividades aún no interpretadas por completo. Fue Rafael Larco Hoyle, reconocido especialista de las sociedades costeñas del norte, quien propuso que los mochicas tenían signos gráficos que “…no son otra cosa que aquello que universalmente llamamos ´escritura´”. (Larco 1939: 85)
Larco había observado en las pictografías de los ceramios extraños personajes zoomorfos que manipulaban frijoles decorados, personajes que los trasladaban y que Larco identifica como mensajeros (Figura 10) y, otros que, sentados frente a frente, los descifraban (Figura 11). Basta con seguir la descripción de Larco para intuir la importancia social de estas actividades.
"En la zona superior, frente a un cúmulo de arena, se dedican a sacar pallares dos personajes de alta jerarquía, que están sentados frente a frente, vestidos con lujo extraordinario. Derroche de lujo en ropas y ornamentos en la nariz aparece la joya distintiva de la jerarquía Mochica. La función que parece estar desempeñando es de mucha importancia y majestad. Teniendo en cuenta estas diferencias, creemos que este último personaje representa a uno de los altos gobernantes. Pallares que descansan sobre la arena. Parece que estaba diciendo algo. Dentro de la arena también hay pallares. El gobernador supremo lleva en la izquierda un pallar con manchas y puntos, y en la derecha, que está extendida, la característica rejilla” (Larco 1939: 102, 105-106).
La taptana
Fue Guaman Poma de Ayala quien dio a conocer en uno de sus dibujos a la yupana como un tablero de veinte casilleros y que servía para sacar cuentas; Posteriormente algunos investigadores relacionaron a la taptana con la yupana, pero con finos lúdicos. Carlos Radicati, por ejemplo, demostró a la taptana como un juego que utiliza dados, guijas o frijoles (huayruros) y una gran piedra, madera o adobe con hoyos, siendo su función asociada a ceremonias funerarias. Radicati menciona que la taptana usa un tablero con escaques y que “… la conducción del juego se efectuaba tirando a los dados” (Radicati 2006 [1979] 282).
Recientemente Viviana Moscovich la descarta para el cálculo: “…puede inferirse que la taptana-s, o tableros de escaques, tenían un doble uso: como recreación y como instrumento ritual. Por el contrario, no está especificado su uso para el cálculo en ninguna fuente” (Moscovich 2016: 150). Un hecho interesante es descubrir que existieron una gran variedad de tipos de taptanas y que aparecen en distintas partes de los andes. Un hallazgo fue realizado en Cerro Bandurria, en Chilca (Figura 13), en donde halló:
“…un adobe inca, sobre una de sus superficies se encuentra una serie de hoyos de dos tamaños, los más pequeños se encuentran alineados al centro y dos más paralelos haciendo un total de diez y de los tres hoyos mayores, dos se encuentran paralelos respecto a la parte del alineamiento de los hoyos menores, el otro se encuentra al lado opuesto… Se puede observar que estos hoyos no guardan un orden simétrico como para otorgarles función matemática… poseyendo tres hoyos mayores, sobre los cuales posiblemente se colocaban las fichas de juego en cuanto a su función ritual podemos decir que se encuentra asociada a una zona de cementerio, que hace suponer que se trata de una taptana”. (Linares 1994)
Los dados andinos. Pishca
Los llamados dados andinos son pequeños objetos poliédricos en forma de pirámide trunca ligeramente alargada y cuyos lados poseen líneas grabadas; a estos datos también se le conoce como pishca .
Se han registrado pishcas desde Ecuador hasta Argentina y Chile (Gentile 1998); en Bolivia se han encontrado en lugares como Paria (Gyamarti y Condarco 2005) y Cochabamba (Muñoz 2007). En cuanto a su contexto se puede indicar que en Viluco, Salta y Tucumán (Argentina) fueron hallados en entierros o grutas paccarinas y en Samaypata (Bolivia) vinculados a una kallanka (Alcázar 2007); como vemos su dispersión es amplia y coincide con el área de mayor extensión del Tawantinsuyu durante el siglo XVI.
Existen variantes formales de pishcas, au nque la forma principal es piramidal trunca (González Holguín, 1952[1608]: 284) como los hallados en Cuzco, existen otras como el cilíndrico hallado en Cochabamba o los modelos araucano y mapuche. También utilizan diferente material como el hueso de cinco lados llamado astrágalo y que es conocido en Ecuador como “pichca waro”.
Pichca fue una palabra muy utilizada, por ejemplo, el P. Diego González Holguín señala que la Pichca significa: Cinco; y Ppichca: un juego como los dados (1952 [1608]: 284). También en el Lexicón de Fray Domingo de Santo Tomás (1951 [1560]: 340), Pixca es Cinco número.
Martín de Murúa en su obra Origen y descendencia de los Ingas cuando habla de los contadores que el Inga tenía , menciona:
“…jugaban estos indios con un solo dado que se llama pichca, de cinco puntos por un lado, uno por otro, dos por otro y por otro tres, y el otro lado cuatro, y la punta con una cruz vale cinco, y el suelo del dado, veinte y así se juega hoy en día, y esto lo usan así los indios como las indias” (1590. Libro Tercero. Cap. XXV: 79-80).
Existen diferentes versiones sobre el uso de los dados. Por ejemplo, Pedro Gutiérrez de Santa Clara en Historia de las Guerras Civiles, menciona: “jugauan con vn solo dado de hueso, quadrado, que tenía vqo, dos, tres, quatro y cinco puntos, y se ganauan todo lo que tenían, hasta quedar en cueros”. (1905 T. III. Cap. LXIII: 550)
El extirpador P. Arriaga se refiere a la pichca
como un juego que se realiza durante el pacaricuc o velorio, por medio del cual los herederos ganaban posesiones del difunto gracias al azar y mediante la voluntad del difunto:
“El pacaricuc suele durar cinco días, en los cuales ayunan, no comiendo sal ni agí, sino maíz blanco y carne, y juegan el juego que llaman pisca, tomando el nombre de los cinco días, que es con unos / palillos de diversas rayas, y no entiendo qué tienen más misterio que para divertir el sueño, y al cabo de cinco días van a lavar la ropa que dejó este difunto al río”. (Arriaga 1999 [1621]: 200-201)
Del mismo oficio que Arriaga, Francisco de Ávila describe un procedimiento aparentemente lúdico adivinatorio con los ídolos que existían en Huarochirí.
“…su nombre general que es cunchur y chanca… cunchur es como abogado e intercesor para con los dioses mayores, y chanca es una pedrezuela que sirve para echar con ella suerte para ver si el cunchur está enojado o no… y estos no son otra cosa, ni tienen otra figura que ser dos piedras comunes, que ninguna es mayor que una camuesa”. (Arguedas y Duviols, 2009: 263).
En esta suerte adivinatoria el indio arroja la chanca mientras pregunta si está enojado el Sol, fijándose como cae la piedra (asentada mejor o no) y repreguntando sobre la molestia del Dios para saber si hacerle sacrificios.
Por otra parte, Bernabé Bernabé Cobo menciona que incluso el Inca Topa-Inca Yupanqui, estando en el valle de Yucay, animado “…se puso a jugar con ciertos Señores a la pichca, que es algo a modo de dados” (Cobo 1956 [1653]. Cap. XV. 86); y luego de ganar gracias a la intervención de una Señora que logró que le saliera el As: “…mandó el Inca que el número uno se llamase guayro en toda la tierra” (Cobo 1956 [1653]. Cap. XV. P. 86).
Cobo también identifica al juego de los dados “…el llamado pichcu era como de dados: jugábanlo con un solo dado de cinco puntos, que no tenía mayor suerte”. (Cobo 1956 [1653]. Cap. XVII.: 270).
Arqueológicamente se han encontrado pichcas aunque no siempre han encontrado al atención necesaria. Un hallazgo arqueológico temprano fue realizado por el norteamericano Hiram Bingham en Machu Picchu y cuyo dibujo fue publicado por John Rowe (1946) señalándolo como Pottery a unos pequeños objetos que consideramos como pishca (Hand Book of South American Indians Volúmen 2, Plate 79) (Figura 15). Por otro lado, Arturo Jiménez Borja menciona que en 1958 encontró un dado en Pachacamac, al limpiar
una pirámide con rampa :
"El dado hallado tiene la forma de una pirámide trunca. En cuatro de sus lados lucen surcos horizontales marcando los tantos uno, dos, tres y cuatro. La base de la pirámide no tiene nada y el ápice una ornamentación a base de líneas rectas incisas, coloreadas de ocre claro. Las dimensiones en centímetros de este objeto son: 3.1 alto, 3.4 diámetro de base y 2.7 diámetro superior" (Jiménez 1985: 50).
En el sitio de Sequía Vieja (Chile) se encontraron gran cantidad de materiales arqueológicos Tawantinsuyu y Colonial Temprano (Taboada y Farberman 2013), aunquelo importante fue el descubrimiento de datos:
“Se trata de una pirámide cuadrilátera trunca de cerámica de 40 mm de alto y 38 mm de base, con círculos grabados en sus caras en cantidades de 1,2, 3 y 4 y que podría remitir al juego incaico de la pichca, disperso por la región surandina con la conquista incaica (Gentile 1998, Castro Rojas y Uribe 2004).
Las mesas líticas y concavidades
En todos los andes aparecen rocas trabajadas por alisamiento sobre una de sus facetas en la cual se han realizado hoyos semiesféricos, arqueológicamente siempre se le asocia al arte rupestre y se les ha conocido con el nombre irrisorio de tacitas o más precisamente concavidades (Figuras 18 y 19).
A pesar de que existe gran cantidad de estas rocas aún no han sido estudiadas a profundidad (o no se les ha dado la importancia) y su función se desconoce, pero de acuerdo al contexto geográfico en el que fueron descubiertos pensamos que pudieron tener diferentes funciones como el estudio o “adivinación” del clima, e incluso rituales muy exigentes en los que debieron utilizar otros artefactos asociados a la roca, hoy ya perdidos.
Es posible que las concavidades hayan sido receptáculo de pequeños objetos o semillas, y su orden corresponde a la dispersión que se requiere de estos en la actividad lúdica-adivinatoria, pero estas son solo hipótesis pues no tenemos evidencia documental temprana en las crónicas del uso de estas rocas, pero sin duda con las nuevas investigaciones se ampliarán sus contextos.
Un hallazgo que podría referirse a un tipo de roca similar fue realizado por Jiménez Borja cuando en Pachacamac:
"... se halló dos piedras con huecos a modo de tableros de juego. Las dos fueron halladas al hacer la limpieza y ordenamiento de la calle que recorre la zona monumental de norte a sur. Una de las piedras está in situ y se mantiene allí, junto a la puerta lateral de la pirámide con rampa, y la otra hallada en la misma calle, pero desgajada de su contexto." (Jiménez 1985: 50).
Otra descripción implica una hipótesis de agrupamiento de estos rasgos.
"En el año 1981 limpiando otra pirámide con rampa se halló adobes con ahuecados y una piedra también con los mismos ahuecados. Estos nuevos tableros de barro, a diferencia de los anteriores, muestran los huecos enfilados y enfrentados. Una raya separa nítidamente una fila de huecos de la otra. Las dimensiones de estos tableros son de 50 cms de largo por 30 de ancho y 18 de alto; 37 cms de largo por 37 cms de ancho y 17 cms de alto; y 35 cms de largo por 10 de ancho y 8 cms de alto. El número de huecos es de 15, 22 y 20 respectivamente”. (Jiménez 1985: 50).
Estos hallazgos se pueden complementar con otra roca que existe en el sitio de Pampa de Flores A, o Antapucro, también en Lurín, pero también en Lumbra en Chancay, las concavidades aparecen sobre el plano horizontal y trabajado de una “mesa lítica”.
5. Otros juegos
Así como existieron algunos juegos que trascendieron los siglos y la culturas, es indudable que existieron muchos otros más arraigados a ciertas sociedades, por ejemplo, el cronista Bernabé Cobo menciona como un juego característico al trompo (el cual sabemos que es un objeto que aparece en distintas culturas) y lo describe: “ Piscoynu era juego cierto que corresponde al trompo o peonza” (Cobo 1956 [1653]. Cap. XVII.: 270).
Este objeto también aparece graficado por Guaman Poma de Ayala al graficar a un niño portándolo y haciendo girar como un juguete de sus pertenencias (Figura 20). El mismo Guamán Poma al señalar dentro del calendario inca al mes del juego o Inca Raymi, señala que existieron juegos como el riui
que era un arma arrojadiza de hilos y bolas (similar a una boleadora) que intentaban atrapar una vara arrojada al aire; otro juego era la choca que era un simulacro de combate; el uayro, vinculado a una narrativa inca y el uso de dados para lograr el As (igual que el juego registrado por Cobo anteriormente mencionado).
Otro juego es la Chuncara , en el cual aparece un instrumento o “mesa de juego” (que vimos podría haber tenido muchas variantes y necesita ser investigado mucho más); en la Chuncara había:
“…cinco hoyos pequeños cavados en alguna piedra llana o en tabla: jugábanlo con frísoles de varios colores, echando el dado, y como caía la suerte, los mudaban por sus casas hasta llegar al término; la primera casa valía diez, y las otras iban creciendo un denario hasta la quinta, que valía cincuenta.” (Cobo 1956 [1653]. Cap. XVII.: 270).
Otro juego era el llamado Chueca , y fue registrado por el sacerdote y cronista Alonso de Ovalle en su obra Histórica Relación del Reyno de Chile (1646) :
“Ala pag. 93 Pondras la quinta estampa donde se ve otro juego, que llaman de la chueca del qual se habla en la dicha pag. 93. y aunque este juego me dizen que también se juega en algunas partes de España; no le aprendió los Indios de los Españoles, como han aprendido el delos naipes, y otros, porque lo jugaban mucho antes”. ( 1646. s/n. Aduertencia…pag. 93).
Existía también el juego que “…se decía tacanaco , y era con el mismo dado y frísoles de varios colores, como el juego de las tablas.” (Cobo 1956 [1653]. Cap. XVII.: 270). Finalmente, otros juegos de los que se sabe muy poco eran el apaytalla y puma .
Finalmente, entre todos los juegos había al parecer uno muy importante que era el Quechucague , el cual se practicaba mucho en el sur del actual Chile. Sabemos de este juego por la obra del citado Alonso de Ovalle:
“…otro juego, que llaman del quechucague le juegan dejando caer al suelo como se haze al juego de la taba un palillo en forma de pirámide, del qual quando cae en pie se ganan cinco puntos, y estos se van apuntando en un semicírculo, que tienen en el suelo con cierto número de casitas donde van poniendo una piedresita, las quales también van diuidas de cinco en cinco, que en lengua de Indio quiere decir queuchu (sic), y por ello llaman a este juego del quchucague (sic)”. (1646. s/n. Aduertencia…pag. 91).
En la obra del naturalista Juan Ignacio de Molina, Compendio de la Historia Geográfica, Natural y Civil del Reyno de Chile (1776), este juego también se identifica:
"el quechu , que aprecian infinito, tiene una grande analogía con el juego de tablas, pero en lugar de dados se sirve de un triángulo de hueso señalado con puntos que echan por un arillo sostenido de dos palillos, como era quizás el fritillo de los antiguos romanos". (1795 [1776]: 124-125)
Aquí el dado es de forma truncada (triángulo) y no de madera sino de hueso. Existe un grabado revelador (Figura 23) en el cual aparece el Quechucague (flanqueado por dos niños), además la palma chilena, el pino chileno y el culen; esta ilustración se complementa con otras más del Compendio de la Historia Geográfica, Natural y Civil del Reyno de Chile.
6. Registros etnográficos
Estudios etnográficos han reportado que los juegos rituales aún se practican en algunos sitios en los andes, por ejemplo, en Huarochirí en donde Frank Salomon señala que: “El contexto para el juego en el Huarochirí de hoy no es funerario ni exactamente lúdico, sino político” . (Salomon 2002: 3) El juego ahora se realiza al interior de un recinto llamado Collca, durante una reunión comunitaria denominada Huayrona el día de año nuevo y con motivo de cambios administrativos en la comunidad. Aquí también puede asociarse la participación de los khipus o quipocamayos… cuya transferencia a los nuevos Presidentes de Parcialidades forma el clímax de la Huayrona de Tupicocha (Salomon 2002: 4).
La Huayrona
La Huayrona es un concepto importante en la actualidad. Se llamaba Wayru al valor ritual de la unidad o As y, como lo relataba el cronista Cobo, intentar lograr el As en la Pishca era importante y el lugar para hacerlo era la Wayrona. Precisamente Salomon registró una huayrona en San Juan de Pacota (cerca de Tupicocha en Huarochirí) en enero del 2000; aquí el espacio era una plaza rectangular rodeada de casas, la iglesia y la casa comunal o collca; para el año nuevo se definían dos partes, la collca y un espacio del mismo tamaño en la plaza, esta disposición se utilizaba para una transición política lo que demuestra el uso de “…simetría en espejo que asimila el proceso político al proceso lúdico-ritual” (Salomon 2002: 5).
Espacialmente la collca se asemejaba a las antiguas kallankas incas en “… la forma rectangular alargada con aperturas hacia sólo un lado” (Salomon 2002:5). Este espacio se organizaba estrictamente ubicando una peaña central donde existen objetos sagrados (cruz de trabajo, chicote, vela, hierbas, varas y los dados) (Figura 24).
Durante la reunión las personas ingresan, saludan, se sientan frente a frente (la junta saliente y la junta entrante), luego beben y bailan. El momento más importante es cuando se trasladan al espacio sagrado exterior en donde solo dos personajes (gato y payaso) animarán y arbitrarán los tiros de dados. Las juntas (saliente y entrante) arrojarán los dados en orden y como caigan estos prometerán lluvia, este juego se llama Huayra huayra pichcamanta, y habría significado “El as, el as de los cinco”.
Como mencionamos, varios de los juegos aún siguen practicando bajo distintas circunstancias, a veces en condiciones familiares más íntimas, por ejemplo, según referencias orales hace algunas décadas se practicaba el juego de dados en Huancavelica, provincia de Tayacaja, distrito de Pazos en donde:
“…cuando la persona fallece ya los diez días de fallecido, se juega un juego llamado Chuncay y consiste en picar a papas grandes en forma de dados hasta lograr diez cubos, cada uno algo más grande que un dado normal” (James Quilca comunicación personal).
Otros juegos locales son el Huaquchi y Puljen, que se hacen luego de la muerte de la persona.
Esto no es raro, pues las referencias de este término son muy antiguas, por ejemplo, el P. Diego González Holguín (1608 [1952]: 121), señala que Chuncana Cuna significa los “instrumentos de cada juego” y Chuncaycuna sería “Cualquier juego de la fortuna”. Por otro lado, Garcilaso, al discutir sobre las posibilidades del término chunca, que significa diez, menciona que también “…llaman chunca a cualquier juego, porque todos se cuentan por números y que todos los números van a parar al deceno. Tomaron el número diez por el juego”. (Garcilaso 1991 [1609]. Lib. Segundo. Cap. XIV: 102).
7. Reflexión final
Las actividades de competencia han sido siempre importantes en las civilizaciones para ordenar y formalizar las relaciones sociales; canalizaban energías y evitaban el surgimiento de conflictos pues el ser humano posee aún esa capacidad de generar violencia hacia su propia especie. De la misma manera los juegos son una forma de entrenamiento o aclaración de situaciones específicas en donde la razón no es suficiente. Los juegos equilibran la vida pues al acudir a la imparcialidad del destino o azar también resuelven o imponen las decisiones que no se pueden asumir.
Hay que considerar la distancia histórica y cultural que ahora tenemos, y que ha intentado separar el juego, la política, la religión, la economía, etc.; por ejemplo, el cronista Bernabé Cobo al discutir sobre los juegos que existían menciona que: “…usábanlos más por entretenimiento que por codicia de la ganancia” (Cobo 1956 [1653]. Cap. XVII.: 270), quizás por la ausencia de dinero y el sentido de codicia asociado a él en el pasado.
El uso de los dados quizás sintetiza muy bien este sentido andino del juego y como pueden variar en el tiempo. Los usos adivinatorios agrícolas registrados por los cronistas también pueden haber variado; Durante el Virreinato los juegos con dados pueden haber adquirido un valor más lúdico, pero hacia el siglo XVII se retomó un sentido religioso funerario en velorios (actualmente se registra etnográficamente su función lúdica en los velorios en donde su denominación pichca 'cinco' se asocie a los cinco días de velorio que inician el tránsito al otro mundo). Recordemos que aquí los juegos trascienden la mera distracción o entretenimiento y alcanza un papel importante en la comunicación o relación con seres que son de este mundo pero que intervienen en la existencia.
Finalmente hay que recordar que todas estas creencias forman parte de nuestro patrimonio inmaterial y han sobrevivido pues poseen un contenido genuino, humano y que se identifica con nuestro medio y carácter.
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[1]Graduado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Ricardo Palma; Graduado de la Escuela Académico Profesional de Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Egresado de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y de la Maestría en Arte Peruano y Latinoamericano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
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