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31 julio 2018

Espacios Sensibles - HibrIdación físico-digital para la Revitalización de los Espacios públicos - Domenico Di Siena



Este texto es un extracto del trabajo de investigación: Espacios Sensibles - Hibridación físico-digital para la Revitalización de los Espacios públicos (Domenico Di Siena)

Según J.Borja el espacio público se puede valorar por la intensidad y la calidad de las relaciones sociales que facilita, por su capacidad de mezclar grupos y comportamientos, de estimular la identificación simbólica, la expresión y la integración cultural [1]. Así que podríamos decir que el espacio público urbano sigue siendo el lugar privilegiado de ejercicio de la ciudadanía y de expresión de los derechos civiles.[2]

El espacio público crea ciudad

Es el lugar común de la ciudad, de todos los ciudadanos y ciudadanas. El espacio público define las esencias de una ciudad, su carácter o si se prefiere, su alma. También, es en el espacio público en donde se “teje” ciudad, pues se va configurando la cultura de esa comunidad. Se puede pensar que la imagen de la ciudad se expresa con sus iconos arquitectónicos. Los edificios singulares son sólo el adorno o el desdoro o, en el mejor de los casos, las joyas que adornan la ciudad, nunca su carácter esencial. Convendría acotar, entonces, qué entendemos por espacios públicos. 

A la cabeza nos vienen, en primer lugar, los parques y plazas más singulares de la ciudad. Es una visión reduccionista. El espacio público lo conforman todos los lugares de encuentro, en los que se establece una forma de relación ciudadana y en los que se va configurando la cultura propia de esa comunidad. Por ello, también son espacio público las plazas y parques de los barrios, los mercados, los mercadillos, los locales de ocio y deportivos, los teatros y cines, las calles…y los que se configuran continuamente en la red.
El espacio público crea ciudad, la cohesiona y, a la vez, redefine continuamente la esencia de la misma.[3]

Espacio público se ha estructurado a partir de significativas exclusiones

Por el contrario otros autores sostienen que el espacio público ha sido y es lugar de exclusión social y supresión de derechos. Según Margaret Crawford esa versión de una esfera pública presentada como un “espacio democrático” en el que todos los ciudadanos tienen derecho a intervenir, donde las desigualdades sociales y económicas se dejan de lado temporalmente con el fin de determinar un bien común, olvida que tales espacios siempre se han estructurado a partir de significativas exclusiones (mujeres y esclavos en Atenas, mujeres y trabajadores en la primera esfera pública burguesa). 

Y oculta que hay otros entornos físicos que a menudo representan más certeramente el espacio democrático, como muchos espacios cotidianos invisibles en el discurso de los profesionales sobre la ciudad, donde sin embargo se expresan públicamente diversos segmentos de la población. Lugares triviales y comunes (aceras, solares vacíos, aparcamientos), aparentemente sin significado, lo adquieren a medida que quienes los usan (sean manifestantes, paseantes o vendedores ambulantes) los reorganizan y re-interpretan.[4]

En esta misma línea, el libro City Builders (1994) de Susan Fainstein habla de como el espacio público estaría siendo desplazado por espacios privatizados pseudo-públicos en los cuales la diversidad y la libertad se pierden. De acuerdo con Fainstein, los urbanistas post-modernos basan su argumento sobre la declinación del espacio público en dos supuestos que no justifican convincentemente: (1) que la ciudad alguna vez aceptó la diversidad y el intercambio social más de lo que lo hace ahora, y (2) que la “ciudad deseable” sería más auténtica que la que se está creando actualmente. En su análisis de Londres y Nueva York ella se hace cargo de ambos supuestos.

Con relación al primer supuesto, Fainstein argumenta que la idea de un pasado mítico es desmentida por varias verdades históricas: (a) en Londres y Nueva York la gente considerada inaceptable por la sociedad en su conjunto era mantenida fuera de los sectores de la ciudad donde se congregaban las clases pudientes, y (b) en Nueva York la exclusión de la gente de color de espacios comerciales y el mercado habitacional era un hecho de la vida, y ni siquiera ilegal, hasta mediados de siglo. En efecto, si renunciamos a adoptar una perspectiva extremadamente negativa de la presente situación del espacio público, basada en el prejuicio político o un programa ideológico, el pasado aparece en toda su contradicción y no como una utopía incuestionada.[5]

La utopía burguesa (Fishman, 1987), construida mayoritariamente en los suburbios, era extremadamente excluyente hacia los sectores más pobres de la sociedad. Si bien es posible argumentar que a mediados del siglo XX había un grado mayor de resistencia política, acompañada de una apropiación radical del espacio (protestas, marchas, etc.), no existía un espacio público absolutamente abierto o libre. Aun más, si el concepto de resistencia es modificado a fin de incluir un espectro más amplio de luchas o prácticas (racial, de género, ecológica, etc.), la ciudad y su espacio público aparecen hoy aun más diversos y abiertos que en el pasado. Hoy la ciudad es más tolerante con las minorías raciales y sexuales que hace cincuenta años, haciendo de la idea de un pasado mítico un inconcebible histórico.

(…) Por un lado, los urbanistas post-modernos señalan que en los gloriosos tiempos de la modernidad urbana el espacio público era disputado en su uso y destinado a la formación de ciudadanía; y por otro, Foucault sostiene que el espacio (público o privado) es siempre disciplinario y expresión de relaciones de poder social.[6]

Los no-ciudadanos oficiales y la ciudad ilegal

La ciudad como espacio público, abierto, necesita de zonas ilegales o alegales, territorios de supervivencia porque en ellos se puede obtener alguna protección y algunos excedentes de los bienes y servicios urbanos (zonas rojas, centros degradados) o porque se ocupan precariamente excedentes de vivienda o de suelo en los márgenes. El proceso hacia la ciudadanía requerirá un doble proceso de legalización del habitante (papeles, empleo) y del territorio/vivienda (sea el ocupado, sea otro alternativo). Pero un proceso puede dinamizar el otro o viceversa. [7]

 FUENTE



[1] BORJA, J(1998): «Ciudadanía y espacio público», en “Urbanitats” núm. 7: Ciutat real, ciutat ideal. Significat i funció a l’espai urbà modern, CCCB, Barcelona. Disponible en: <http://urban.cccb.org/urbanLibrary/htmlDbDocs/A011-B.html>. Obtenido en10 de julio de 2009.

[2] LÓPEZ DE LUCIO, R. (2000), “El espacio público en la ciudad europea: entre la crisis y la iniciativa de recuperación. Implicaciones para Latinoamérica”, en: Revista de Occidente, Madrid. Disponible en <http://www.etsav.upc.es/personals/monclus/cursos/lucio.htm>. Obtenido en15 de julio de 2009.

[3] LÓPEZ ARANGUREN, L. M., entrevista personal junio de 2009.

[4] GIGOSOS, P. y SARAVIA, M., “Negociar con las manos el espacio público”, en: Papeles n.100:Relaciones Ecosociales y Cambio Global, CIP-Ecosocial (FUHEM) e Icaria , Madrid. Disponible en: <http://urblog.org/index.php/Plaza/2009/06/14/p675#more675>. Obtenido en 10 de julio de 2009.

[5] GUZMÁN CÁRDENAS, C. (2008). Nuevas Síntesis Urbanas de una Ciudadanía Cultural (La Ciudad como Objeto de Consumo Cultural)

Disponible en http://www.oei.org.co/sintesis.htm. Obtenida en 10 de mayo de 2009.
[6] SALCEDO HANSEN, R (2002). El espacio público en el debate actual: Una reflexión crítica sobre el urbanismo post-moderno. EURE (Santiago) [online], vol.28: n.84 . Disponible en: <http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0250-71612002008400001&lng=es&nrm=iso>. Obtenido en10 de julio de 2009.

[7] BORJA, J., op. cit.

























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