1. Introducción
Los
sitios arqueológicos son evidencias del pasado, en su dimensión material
contienen vestigios que han sobrevivido al tiempo y que poseen información
valiosa sobre el ser humano, sobre sus acciones, sus ideas y su vida; muchas
veces solo vemos de estos sitios sus edificios que se presentan ante nuestros
ojos como ruinas; pero, ¿qué hacer
cuando estos sitios han desaparecido completamente?, ¿cómo ubicarlos o
conocerlos cuándo por efectos de nuestras acciones las destruimos y encima las
olvidamos?
La costa peruana posee territorios propicios para diversas actividades económicas en particular la agricultura, esta posibilidad es un logro que al hombre le costó mucho conseguir. Hace 10,000 años la costa era prácticamente una franja desértica que era interrumpida por ríos estacionarios que permitían limitadamente algunos recursos de supervivencia para el antiguo poblador andino. El proceso de domesticación del valle debió durar miles de años motivado por lograr la habitabilidad permanente de territorios cada vez más lejanos a fuentes de agua, el traslado de este elemento era por esto necesario.
De esta manera, en el pasado, la lógica de escoger un lugar en donde materializar
un asentamiento puede haber tenido muchas motivaciones culturales, por ejemplo,
estrategias políticas o creencias religiosas, pero también debió considerarse
su mantenimiento y poder acceder a fuentes de agua y protegidas de vientos o
aluviones.
El
sitio conocido como Huaral Viejo se encontraba en el valle bajo del río
Chancay, en la margen derecha del delta de su deyección, en un lugar cercano a
los cerros, específicamente en un terreno relativamente llano y estéril con
elementos geográficos dominantes. Mencionaremos dos de los más importantes:
Pampas eriazas. Eran muy extensas en la antigüedad, aunque existen algunas aún y se encuentran en las partes bajas de los cerros y en algunas quebradas. En la antigüedad la permanencia en estos espacios debió considerar el uso de canales y reservorios. Para nuestro interés existían algunas pequeñas extensiones entre los cerros al norte de Huaral que eran consideradas como “pampas” (actualmente casi todas han sido transformadas en campos de cultivo) estas eran Pampa Descansa Muerto (al este del antiguo Huaral Viejo y que conectaba hacia el río Chancay) y, precisamente, Pampa Huaral Viejo (sobre el que se emplazaba el sitio en cuestión).
Cerros. Esta zona posee cerros bajos de rocas graníticas en descomposición sin vegetación, en la antigüedad eran los principales referentes de delimitación espacial; los cerros principales que rodean el sitio en el que se encontraba Huaral Viejo son los siguientes: Cerro María Paz. Es una elevación cuya cima mayor alcanza los 480 msnm y que se distribuye en un eje suroeste-noreste de 3 kilómetros; en una de sus entradas hacia el suroeste es en donde se emplazó el sitio de Huaral Viejo. Cerro Prieto. Es un cerro que alcanza los 407 msnm y se ubica a dos kilómetros al noroeste de lo que fue Huaral Viejo. Es muy distinguible su tonalidad oscura en el perfil del territorio. Cerro Cabuyal. Es una prominencia más compleja que alcanza 670 msnm y cuyo brazo oeste se acerca hasta llegar a 500 metros del cerro María Paz con el cual forma un callejón en medio del cual se establece el fundo El Carmen y el fundo La Victoria, este último ya en La Esperanza Alta.
3. Contexto arqueológico
Los
estudios históricos o arqueológicos realizados en las cercanías son casi
inexistentes sin embargo mencionaremos las referencias del gran arqueólogo
Julio C. Tello que realizó una visita al valle entre el 18 y 20 de febrero de
1935 (luego de que en 1904 Max Uhle lo hiciera); por otro lado también se
desprende de este evento las percepciones de Domingo Díaz, Hermógenes Colán y
Jorge Montalvo, vecinos de Huaral y Chancay, quienes acompañaron a Tello a los
sitios arqueológicos del valle bajo de Chancay[1];
en esta visita fueron reconocidos los siguientes sitios: “Cerro Sipán”, “Huaral
Viejo”, “Andoma”, “Santa Catalina”, “Jecuán”, “Calera de Jecuán”, “Pampa de San
Juan”, “Sango Frío”, “La Huaca” y “Macatón”; de todos estos sitios los
intelectuales locales hacen una descripción que: “…no ha sido dictado por el
profesor, sino que es el fruto, de sus explicaciones…” (Colán, H. et al 1936) además
hacen la advertencia de que “…el tiempo y las irrigaciones, van destruyendo
rápidamente los vestigios de la antigua civilización” (Colán, H. et al 1936). A
continuación, presentaremos brevemente algunos sitios arqueológicos que pueden
incluirse dentro del contexto espacial y temporal de Huaral Viejo.
Un sitio muy poco conocido posee el nombre que recuerda a sitios norteños: Cerro Sipán; se opinaba que el nombre del lugar fue “…tomado del antiguo propietario o arrendatario de esta chacra, llamado don Gregorio de Sipán…” (Colán, H. et al. 1936); en ese momento era considerado como “un pequeño fuerte” con “grandes canchones y plataformas”. Existía entonces una “hilera de adobes [tipo] inkaiko rectangular, en la cúspide, tan delgado que recuerdan crestas… los canchones en todo semejante a Tambo Inga” (Tello 2015: 55); esta analogía también pudo deberse por su emplazamiento sobre rocas y el orden perpendicular y escalonado de sus muros; otra similitud puede ser el sistema constructivo de tapial, pero en este caso los bloques son menores y conservan pequeñas piedras angulosas entre las capas de tierra clara.
Es posible que en el pasado los muros hayan
sido mayores alcanzando bloques de “hasta cinco metros de altura” los que
conservaban “ligeros escalones en los que estaban colocadas las varas de la
techumbre” (Colán, H. et al. 1936). En sus apuntes Tello menciona una variedad
de sistemas constructivos y cerámica “Chancay” (Tello 2015:41)
En
algunos reconocimientos que hemos efectuado y contrastando la foto aérea más
antigua (SAN: 25 abril 1945) podemos señalar que las edificaciones más
importantes se distribuían en un primer sector en la parte baja del cero Sipán
en su lado noroeste cubriendo en su eje longitudinal cerca de 250 metros,
siendo casi inmediato al actual cementerio de “Los Naturales”.
También
hay que señalar que en la cumbre del pequeño cerro hay muros de pirca que “…fijándose
en los grandes peñascos que allí se encuentran, se piensa en la organización de
la defensa del sitio, consistente como en la mayoría de las poblaciones, en las
temibles “galgas” (Colán, H. et al. 1936). Resulta extraño que este importante
sitio, no fuera mencionado en el inventario que el arquitecto Agurto realizó en
1974. Sipán se encontraba exactamente a 1 kilómetro exactamente al sur de
Huaral Viejo.
Cerro Andoma
Es
un sitio que ocupa una prominencia geológica de forma casi cónica de 300 metros
en su eje mayor y que se eleva 60 metros en medio de terreno campestre y dista
100 metros de los cerros Huando. Los restos arqueológicos se distribuyen en la
parte baja rodeando casi todo el perfil del cerro, en especial se destacan los
sectores del lado oeste en donde existen una terraza cercada en un cuadrángulo
escalonado (Figura 7) y, el sector sureste, con habitaciones y pasajes de
posible carácter residencial. Su prominencia sobre el terreno horizontal
destaca claramente pero igualmente Agurto al parecer no lo menciona por razones
inexplicables.
Huando Cementerio
Este
cementerio se ubica a 200 metros al este de Cerro Andoma, y se emplaza entre
las estribaciones bajas de los cerros Huando; con una extensión de 2 hectáreas,
fue destruida totalmente hacia el 2011. Según el registro efectuado en 1935, y
discutiendo específicamente sobre las tumbas de la zona de Huando, éstas
presentaban una piedra casi de un metro de alto a 50 centímetros de alto “…como
si fuera una señal de que allí existe un sepulcro” (Colán, H. et al. 1936). La
cámara mortuoria era cúbica de dos metros de lado, además los cuerpos
parecieran tener vínculo familiar, se disponían en posición horizontal envueltos
en textiles.
Probablemente Agurto se refiere a este sitio en la ficha 14J08:
“Se
trata de un cementerio de los típicos del lugar, con un enorme grado de
destrucción. En la superficie se encuentra material típico: tiestos de distinto
grosor; negros, rojos, bastos y burdos. Parece que las excavaciones se han
hecho hace tiempo porque existen pocos restos humanos en la superficie. En el
centro de esta quebrada existen unas cuantas construcciones de adobe y adobón
bastante destruidos, pero todavía se puede apreciar que han estado constituidas
por dos o tres cuartos.”
Sacachispas
Ubicado en una de las entradas de las faldas de los cerros Huando
y distribuyéndose sobre un eje de más de 200 metros existía este extenso
cementerio. Probablemente es el sitio al que se refiere el arquitecto Santiago
Agurto como “Centro poblado y construcciones”, fue registrado en 1974 con la
ficha 14J07:
“Se
trata de los restos de una antigua población, típica del valle, que está
ubicada en una hondonada, en una pequeña quebrada seca. Quedan restos de muros
de adobón, típicos también, pero tan destruidos, que a primera vista es difícil
apreciar que es una ciudad o población, y se le confunde con un cementerio.
Los
muros de adobón son de unos 40-50 cms. De ancho y vaciados en hiladas de 1 1.2
mts. de largo. Por los pocos restos que quedan se nota que la construcción
forma cuadriláteros o habitaciones rectangulares de distinto tamaño y
proporción. Como ya se ha dicho, solamente quedan algunos en pie, sobretodo en
la parte baja. El resto, semeja un paisaje lunar, pues la zona está sumamente destruida; las excavaciones han sido
realizadas hace mucho tiempo porque prácticamente no se encuentran restos en la
superficie. Esto se explica por la cercanía de la Hacienda Huando, se encuentra
a pocos centenares de metros.” (Agurto 1974)
De este gran sitio actualmente en superficie se encuentra ocupado
por el Centro Poblado Sacachispas.
Red vial (El Capaq ñan)
Hasta no hace mucho
se desconocía la existencia de caminos prehispánicos en la cuenca del río
Chancay. Hoy queda demostrado su existencia (Hidalgo 2014). La compleja red
vial se extendía por quebradas, cerros y probablemente por el mismo valle,
conectando a los principales asentamientos Chancay con las zonas de producción
y extracción, facilitando el intercambio de productos necesarios para la
subsistencia de los sitios, así como también para el abastecimiento de bienes
suntuarios proveniente de otras regiones. Hay una evidente integración espacial
entre los asentamientos y su entorno a través de los caminos, este podría
explicar en parte la ubicación del sitio, pues está cerca de un suelo fértil y
a pocos kilómetros del mar, lo que debió facilitar el intercambio de productos
agrícolas con marinos en la margen derecha del río Chancay.
4. Huaral Viejo
Antecedentes y referencias
El
lingüista y arqueólogo alemán Max Uhle fue quien, luego de recorrer muchos
países del mundo y de especializarse en la arqueología sudamericana, continuó sus
estudios en el litoral de la costa andina llegando a excavar en lugares como
Pachacamac y Ancón, pero en este caso nos interesa los trabajos que logró
realizar en Chancay, aquí recorrió varios sitios de la margen inferior derecha del
valle de los que obtuvo y catalogó materiales arqueológicos. Los sitios que
visitó fueron:
- La Mina (sitio A)
- La Calera de Lauren (sitio B)
- La Calera de Jecuan (sitio C)
- Huaral Viejo (sitio D)
- Cerro Trinidad (sitio E)
Es
importante mencionar que el área de reconocimiento abarcaba la margen derecha
baja del río, por lo tanto, la cultura arqueológica encontrada mayormente fue
vinculada a la terminología territorial local, es decir con la denominación Chancay,
aun cuando no existía un ordenamiento cronológico anterior. Por otro lado, el
sitio de Huaral Viejo, obtuvo la terminología D y se distinguía por ser la más
alejada del resto (a más de 12 kilómetros del mar y fuera del actual distrito
de Chancay), escapa por esto (de manera extraña) a la estrategia de
prospección.
Ubicación y edificios
La
ubicación de Huaral Viejo es referida de manera superficial por Colán y otros:
“…se encuentran a un kilómetro de ´Sipán´ y a
unos cuatro del ´Huaral´ actual colindando por el N.E. con la primera sección
del cerro ´María Paz´ del lado de la ´Irrigación del Diablo´ y por el S y el
S.O. con los terrenos denominados ´Nueva Victoria´ de Huando.” (Colán, H. et
al. 1936)
Este
cerro María Paz[3]
es muy visible hacia la perspectiva norte del valle y sirve como referencia a
la ubicación el asentamiento mismo. Es de observar que Huaral Viejo era “…una
extensa población, con su cementerio hacia el este…y ocupó cuatro fanegadas (27,000
m2 aproximadamente).” (Colán, H. et al. 1936). Según este dato y contrastándolo
con el área construida que difícilmente puede intuirse de las fotografías de la
colección Max Uhle del Museo de Berlín, podemos considerar que el asentamiento podría
tener unas dimensiones aproximadas de 90x300m.
El Cementerio
Un
dato relevante es la existencia de un cementerio (hacia el este) lo cual, al
ser un sector funerario independiente, es un típico indicador de los sitios costeños
y especialmente de los sitios chancay. En el plano del valle de Chancay
realizado por Gamio, en 1917, se aprecia el área arqueológica de Huaral Viejo,
precisamente dividido en dos sectores, sospechamos que el más pequeño (al este)
correspondería al cementerio señalado (esto no se aprecia claramente en las
fotografías). En las breves descripciones de Kroeber se menciona principalmente
tumbas:
“Algunos patios, rodeados de muros,
representan entierros familiares y contienen varias tumbas parecidas a pozos.
La mayoría de las tumbas del cementerio habían sido previamente abiertas. Medía
unos 5 m. profundidad, y lados 1,9 - 2,1 m. largo. La paca de la momia en la
parte inferior, 1,4 m. de ancho y unos 1,8 m. alto, consistía principalmente de
hierba y contenía solo un brote de los huesos de un esqueleto incompleto de un
joven; también se pudieron recolectar muy pocas telas, mientras que en la parte
superior del pozo se encuentran varios fragmentos de telas lesionadas, además
de cráneos.”
También
ratifica la existencia de este sector funerario los apuntes de Julio C. Tello: “A
1 km hacia el E de Huaral Viejo aparece el cementerio antiguo que queda al este
del camino carretero” (Tello 2015: 43).
Cerámica. Es muy
poco lo que describe Max Uhle sobre la cerámica de Huaral Viejo; existe una
fotografía que registra un gran cántaro de estilo Negro sobre Blanco que
publica Kroeber (Figura 19).
Piedra del Diablo. Respecto a un probable petroglifo cercano a Huaral Viejo existen referencias, debido a esto el lugar tomo el nombre de “La Irrigación del diablo”; siguiendo una leyenda antigua la propietaria de “Retes” pidió al Diablo aguas para sus tierras cambiando por esta su propia alma, las mismas vendrían del cerro de María Paz. En este cerro que tenía este nombre a causa de la dueña del lugar, según una leyenda existía:
“…una roca, con la figura del enemigo del
hombre, medio pintada o tallada y de la cual había de brotar el agua al conjuro
diabólico. Esta roca, desapareció bajo la acción de la dinamita, en el año de
1927 en que se construyó los cauces y túneles de la irrigación” (Colán, H. et
al. 1936).
Considerando
la existencia de otros petroglifos existentes en el valle y la evocación
figurativa que hacen los informantes, es muy posible que esta roca haya
existido con una representación antropomorfa similar quizás al de Caqui o las
existentes en Quisque.
Huanca. Existía
“en el fundo de Eugenio Alvarado hay una piedra de 4.50 a 5 m de largo. 1 de
ancho y otro 1 de alto, se halla orientado y echado de E a O. al sitio lo
llaman “Descansa Muerto…” (Tello 2015: 44) “Esta Huanca se halla al centro de
la antigua población de Huaral Viejo, donde existían huacas de adobones” (Tello
2015: 58). Esta evidencia sin duda pudo ser considerado como una “Wanka de
granito” (Tello 2015: 44) “Huanca” que…ha tenido que ser llevada hasta allí por
mano del hombre” (Colán, H. et al. 1936).
La función de estas grandes rocas en general
se desprende de la documentación de los llamados extirpadores de idolatrías, como el padre jesuita, Pablo Joseph de
Arriaga, quien publicó en 1621 el libro La
extirpación de Idolatría en el Perú (republicado en 1920 por Horacio
Urteaga a través de la Imprenta San Martí y Cía.). En sus descripciones
menciona la función de una huanca:
“Chíchic o Huanca llaman a una piedra
larga que suelen poner empinada en sus Chácaras, y la llaman también Chacrayoc,
que es el Señor de la Chácara, porque piensan que aquella Chácra fue de aquella
Huaca, y que tienen a su cargo su augmento, y tal como la reverencian, y
especialmente en tiempo de las sementeras le ofrecen sus sacrificios” (Arriaga
1621)
Esta
roca, debido a sus dimensiones, debería haber resistido hasta épocas actuales;
rocas similares existen en algunos sitios actuales como en Santo Domingo y, con
forma más vertical en Pisquillo Chico o la que se ha recuperado cerca a Retes
(Alvino 2018).
Osteología. Según el
informe los cráneos que se encontraron en superficie del cementerio eran “… cuneiformes (formas de cuñas)
predominando los braquicéfalos, (cortos y redondos) raro el dolicocéfalo
(alargado hacia atrás y algo hacia adelante)” (Colán, H. et al. 1936); esto no
es extraño de acuerdo a los estudios de Pedro Weiss respecto a lo que denomina
2da Época o Post-Tiahuanaco, de conjuntos de diversos cementerios del litoral
entre los cuales señala a Lauri en donde existe “…una miscelánea de tipos…” (Weis
1961: 55)
Otra observación se refiere a la dentadura en donde aparece “… un color verdoso, proveniente del óxido de cobre, o de oro, que, según la costumbre de estos tiempos, se colocaba en la boca de los muertos” (Colán, H. et al.), esto demuestra una costumbre “…que se hizo más general en la época Inca” (Weiss 1961: 55)
Huaral Viejo durante el Tawantinsuyu.
Según
la mayoría de los historiadores especializados se ha descrito el advenimiento
del Tawantinsuyu a la costa central andina hacia fines del siglo XV durante la
ascensión al poder del inca Pachacutec, entonces existían en este territorio diversas
sociedades muy arraigadas a su contexto geográfico y con sus propias
formaciones culturales, una de estas es la que conocemos actualmente como
Chancay (aunque no sea esta la palabra original).
Durante
el Horizonte Tardío la reorganización social cusqueña instauró la división
poblacional en hunus o agrupaciones de 10,000 tributarios por lo cual los
antiguas agrupaciones se adecuaron a este ordenamiento probablemente manteniendo
como autoridad a un curaca local; en el caso del valle de Chancay “…Parecen
haber sido tres las agrupaciones incaicas, con sus correspondientes
subdivisiones y ayllus o parcialidades, dependientes estos del pueblo
principal: Cuyo, Aucallama y Chancay, de este último se indican los siguientes
ayllus: “Sullca-Cumpi” (cerca de Chancay), Supllán o Supillán (entre Huaral y
Chancay), Chanca-Ayllo (hoy Chancayllo), Raure o Laure, Jecuán, Guaral Paico
(Huaral Viejo), Huando, Chaygua o Guayan y Huaca-Puquio (La Huaca o Santa María
del Puquio). (Ipinze, La Verdad, 30-IX-1938: 2. Huacho); esta propuesta
declarada por el historiador Ipinze coincide en distribución geográfica y en
algunos topónimos asociados a sitios arqueológicos.
De
esta manera el territorio del valle pasó a integrar la “provincia” del
Chinchaysuyo. Es probable que debido a las especiales relaciones que los
Chancay mantuvieron con el Tawantinsuyu (ya sea por su asociación cultural con
Pachacamac o a situaciones particulares) no se construyeron los grandes
asentamientos o llactas, tan indispensables dentro del sistema de integración
al control cusqueño en su política administrativa, pero probablemente los
asentamientos si fueron modificados para manejar los bienes producidos en el
valle. Además, se han encontrado en puntuales contextos, alfarería cusqueña de
estilo imperial (aríbalos), sin que por esto haya dejado de producirse cerámica
decorada en estilo local o llamada Negro sobre Blanco.
Huaral Viejo en las fuentes históricas
Cuando
en enero de 1533 Hernando Pizarro, en su camino a Pachacamac en busca del “rescate” de Atahualpa, llega a al valle
de Chancay, se inicia el proceso de desestructuración social del territorio, la
gente pierde no solamente su libertad política sino también sus actividades
productivas cambian y decaen despoblándose paulatinamente el valle, a los pocos
años se implantó el sistema de encomiendas. La institución de la encomienda
reconocía al conquistador (al que se llamaría encomendero) con una población
original (sin que fueran considerados esclavos) pero que tendrían que tributar
y ser evangelizados por un adoctrinamiento que aplicaría una feroz extirpación
de idolatría. De esta manera los ayllus (base económica y social tan
importante) fueron sustituidos por haciendas, fundándose pueblos (para andinos
y españoles) los cuales impusieron una redistribución poblacional y dependencia
política en el valle.
Fue
precisamente como “asiento de naturales” que se fundó el pueblo de San Juan
Bautista de Huaral el cuarto trimestre de 1551 (era entonces Virrey del Perú
don Antonio de Mendoza, Marqués de Mondéjar) en reemplazo de la población
prehispánica de “Guaral-Viejo”
(Ipinze 1957), los ayllus reducidos allí fueron los de “Lumbra, Cuyo, Huayán,
Huando, Guaril, Jecuán, Acután y Huaca Puquio, entre otros, lo que indica que
en un principio se contó con una gran población” (Rosas, 1976: 60).
A
partir de 1551 (debido a la fundación del pueblo de Huaral) el sitio que
recordamos llevaría el nombre de Huaral
Viejo y “…fue, durante los primeros diez años del coloniaje la mayor de las
que habitaban los naturales de la zona, sin considerar Aucallama” (Ipinze
1957). Hacia 1570 se reordenó a los pobladores y fueron instalados en el nuevo
barrio de Los Naturales (lugar que actualmente forma parte del extremo norte de
la ciudad de Huaral), en Huando y en García Alonso, a la vez que los mitmas o
“indios forasteros” ocuparon los solares del barrio de La Huaquilla. Algunos
consideran que la denominación de Huaral se debería al nombre del curaca de
estos ayllus pues en algunos documentos[4] de
1567 se menciona como fundador de Huaral al “cacique
don Martín Guaral Paico” (Ipinze, 1957), y no por el antiguo nombre de “Guaril”[5],
el ayllu más importante de las parcialidades en época Tawantinsuyu (Rosas 1976:
61). Finalmente, todo esto acontecía estos territorios y su reducción ya habían
sido delegados al Capitán don Jerónimo de Aliaga.
5. Algunas
reflexiones
La
dimensión cultural de Huaral Viejo no pudo ser detectada hasta la década de los
sesenta, cuando se realizó la MACH (Misión arqueológica Chancay) dirigida por
Horkheimer; entonces el arqueólogo alemán señaló “tres superpoblaciones”
arqueológicas “…cada una de 2 a 3,000 almas” las cuales habían sufrido mucho y
“…la cuarta “Huaral Viejo”, ha desaparecido bajo el riego” (Horkheimer 1963)[6];
esta observación la realizó a inicios de los 60, pero ya antes, y de acuerdo a
las fotos aéreas de 1945, el lugar había desaparecido totalmente por lo que
consideramos que su destrucción se realizó completamente entre 1927 y 1940.
Las
pocas evidencias materiales permiten considerarlo como un lugar del período
Intermedio Tardío y Horizonte Tardío, es probable que bajo las actuales
plantaciones deben existir algunos restos resistentes al tiempo, esto
únicamente pueden dilucidarlo excavaciones precisas.
Lo
más importante, Huaral Viejo ha sido un lugar recordado, de manera general, por
la memoria de los huaralinos, como el antecedente más cercano a lo que es la
ciudad de Huaral, su cercanía y su nombre incluso, la vinculan a la historia de
esta ciudad. Sin embargo, desde la arqueología poco es lo que se pudo deducirse
debido a su apresurada destrucción y a la falta de materiales o estudios que
pudieron darse en su tiempo.
6. Agradecimientos
Expresamos
nuestro agradecimiento por el apoyo en el trabajo de campo al Licenciado Kevin
Guillermo Maguiño de Chancay y a los arqueólogos Manuel Morón Arias y José Luís
Quispe, todos amigos de la UNMSM.
7. Referencias
bibliográficas
Agurto, S. (1974). Inventario y catalogación arqueológica de los sitios del valle de
chancay. Instituto Nacional de Cultura. Lima.
Alvino, J. (2019). “El petroglifo de Ancón.
Las rocas y la muerte en la sociedad Chancay”. En: Apuntes. Revista digital de arquitectura. N*119. Mayo.
Arriaga, J. [1621] (1920). La extirpación de la Idolatría en el Perú.
Urteaga, H. (Reeditor). Imprenta y Librería Sanmartí y Cía. Lima.
Colán, H., Díaz, D., y Montalvo, J. (1936).
“Estudios arqueológicos en el valle de Chancay. 1935”. En: Álbum de oro huaralino. La obra del siglo. Tomos I, II y III.
Homenaje a Jorge Montalvo. Morales, A. y Pacheco, D. (Editores). 1991. 320 p.
Huaral
Espinoza, W. (1987). Los Incas. Economía, sociedad y estado en la era del Tahuantinsuyo.
Amaru Ediciones. 499 p. Lima.
Hidalgo C. y J. Moreno. (2019). “Rutas
prehispánicas en la zona de intercuencas de los ríos Chillón y Chancay”. Actas
del V Congreso Nacional de Arqueología. Lima.
Ipinze, E. (1957). “Las fundaciones de
Huaral y Aucallama”. La Verdad. 27 de agosto. Huacho.
Jochamovitz, A. (1930). La labor
constructiva del Perú en el gobierno del Presidente Leguía. Imprenta Torres
Aguirre.
Kroeber, A. (1926). The Uhle pottery colecctions from Chancay. University of California
Press. Berkeley, California.
Montalvo, J. (1940). Álbum de Oro Huaralino. 1890-1940. 179 p. Huaral.
Uhle, M. (1903).
Colección Digital del Museo Ibero-Amerikanisches Institut. Berlín.
Romero, C. La fundación de Chancay. En:
Revista histórica n* 9. Entrega IV. Pgs 381-387).
Rosas, E. (1976). La provincia de Chancay
en la Colonia y la Emancipación (Chancay-Huaral). Edit. Gráfica Industrial.
Lima.
Tello, J. (1956). Arqueología del valle de Casma. 344 p. Editorial San Marcos. Lima.
(2015). Arqueología del territorio Chancay.
Cuadernos del Archivo Tello.
Weiss, P. (1961). Osteología cultural. Prácticas cefálicas. 140 p. Lima.
Jorge Alvino. Graduado de la Facultad
de Arquitectura y Urbanismo de la URP, de la Escuela Académico Profesional de
Arqueología de la UNMSM; egresado de la Facultad de Educación de la UNMSM.
Maestría de Arte Peruano y Latinoamericano de la UNMSM.
Carlos
Hidalgo. Licenciado en Arqueología por
la UNMSM, Diplomado en Gestión
de Proyectos (Universidad del Pacífico) y con Maestría en Administración de
Negocios (UTP). Investigaciones arqueológicas en Huaral y Cajamarca.
[1] Hermógenes Colán secas era
alumno de la Universidad Católica, y de Tello; en aquella oportunidad fue
acompañado por Jorge Montalvo (quien sería un destacado profesor y escritor de
Huaral), Domingo Díaz y Luis Ferrari (que no firma la crónica).
[2] La crónica de Miguel de Estete menciona
el largo itinerario que realizó el hermano mayor de Francisco Pizarro,
Hernando, en busca del “Santuario” de Pachacamac, en busca de los bienes que se
entregarían para la “liberación” de Atahualpa, prisionero en Cajamarca desde
donde partió Hernando. En este viaje después de descender de la sierra alcanzó
el norte del valle de Chancay atravesando las lomas de “Lachay” en enero de
1533.
[3] Es probable que el cerro, hoy conocido como María Paz, haya tenido
alguna influencia espiritual tutelar en esta población; más allá de su
importancia como protección ambiental, su visibilidad localiza el sitio dentro
de la fisonomía del valle bajo. El emplazamiento de sitios arqueológicos
ocupando el terreno inmediato al arranque de la pendiente de los cerros es
recurrente en el valle; sitios como Pisquillo, Tronconal, Laure o Portillo
comparten esta característica.
[4] “Existe una escritura de fecha 19 de agosto de 1567, que trata del
cacique y fundador don Martin Guaral Paico, de los indios principales de Juan
Cancha y Domingo Jullca Paico; de cuatro fanegadas de tierras y huertas que don
Santiago Pérez mayordomo del capitán encomendero, don Jerónimo de Aliaga,
compró para éste, advirtiéndose que el cacique principal llevaba por apellido
el nombre con que fue fundado el pueblo o asiento de indios…”
[5] El doctor Ipinze
expresa, que el cacique don Martín Guaral Paico fue el fundador del pueblo de
Huaral, apoyándose en las siguientes razones: que don Martín Guaral Paico, era
el cacique principal del pueblo, con un mando político y administrativo; que
poseía tierras en dicha localidad, encomienda del Capitán español don Jerónimo
de Aliaga; que llevaba por apellido el nombre con que fue fundado el Pueblo; y
que entre la fundación de Huaral (1551) y la fecha en que fue registrada la
escritura por el Escribano Público (1567), sólo había una diferencia de 16 años
(Pero no descartemos la posibilidad de que el nombre de Huaral proceda del
antiguo ayllu “Guaril”, quizá el más importante de las parcialidades en la
época incaica.
[6] Consideramos que
estas tres super-poblaciones eran Pisquillo Chico, Laure y Lumbra.
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