Fernando Belaúnde Terry. El arquitecto y los
andes
Jorge Carlos Alvino Loli[1]
Resumen
Este
breve ensayo intenta exponer algunas ideas sobre la obra escrita del arquitecto
Fernando Belaúnde Terry respecto al pasado andino y como, en ellas, se pueden
distinguir algunas características asociadas al contexto intelectual de su
tiempo y a motivaciones propias vinculadas con principios de la nacionalidad
peruana. Muchas de nuestras observaciones son razonamientos efectuados a partir
del análisis de breves artículos, métodos de trabajo detectados, percepción de
las obras o mensajes expresados (muchas veces de modo retórico) por Belaúnde,
es pues en este sentido, una aproximación cualitativa siempre abierta a la
espera de mayor información.
1. Introducción
Fernando
Belaúnde es probablemente el arquitecto peruano con mayor trascendencia social
a partir de su concepción de una visión integral del Perú; esta visión sin duda
se canalizó por su intensa vida política proyectada hacia la gente, pero
también, debido a su formación y cualidades personales, a partir de las cuales pudo
desarrollar obras intelectuales, a veces no consideradas por su imponente figura
pública. Aspectos importantes son, además de su desarrollo profesional como
arquitecto diseñador y urbanista, sus obras estéticas y sus ensayos históricos;
en ambos casos la geografía y la historia son materia de indudable valor, de
esta manera se puede detectar una particular forma de compromiso con el pasado
prehispánico andino, que es lo que en esta oportunidad nos interesa.
Nacido
en 1912[2],
heredó un fuerte vínculo con la política principalmente por su padre, Rafael
Belaúnde, e incluso por su tío Víctor Andrés Belaúnde, este último un gran
intelectual que ejerció una fuerte influencia sobre el pensamiento social del
Perú en concordancia con el pasado andino y europeo. Sin embargo, este mismo
vínculo hizo que su padre fuera deportado en 1924 durante el gobierno de
Leguía, de esta manera la adolescencia del joven Fernando le permitió conocer Francia
y Estados Unidos pero siempre permaneciendo pendiente del Perú. Sus estudios
profesionales en el extranjero (como lo hacían otros siguiendo la formación en
Beaux Arts) adquieren en Norteamérica un sentido más social y amplio de la
finalidad de la arquitectura[3].
Hay que recordar que en Estados Unidos se realizaban imponentes obras urbanas
como los rascacielos o los puentes (la era del acero y el concreto), pero sin
embargo ideológicamente era escenario de diversos discursos como el planteado
por Lewis Mumford o la influencia de obras significativas de Frank Lloyd Wright.
2. La historia y arqueología en el Perú
Cuando
volvió al Perú, en abril de 1936, Belaúnde encuentra en Lima una ciudad
creciente, con nuevos edificios institucionales, vías que conectan el centro
con nuevas urbanizaciones y una yuxtaposición de diversas tendencias
estilísticas en arquitectura; es posible que también llegara a notar las
monumentales y trabajosas carreteras que la Ley de Conscripción Vial logró
materializar durante el Oncenio de Leguía. Por otro lado, pudo notar la gran
importancia que la Historia, como ciencia, estaba alcanzando en la sociedad
peruana a través de la obra de intelectuales de diversas disciplinas. Podemos
colegir que aunque Belaúnde pudo tener alguna formación de arquitectura
histórica esta no implicaba la formación de arqueólogo ni historiador, pero sí
pudo complementar sus conocimientos con algunos cursos luego de su llegada al
Perú, tal como él mismo indica: “Invitamos a conferencistas tan notables como
Porras, Muelle y Valcárcel. Tello nos dio un memorable cursillo en el Museo
Arqueológico. Ellos nos adentraron en los misterios del Perú Milenario. Yo
asistía a esas y otras clases con la avidez del estudiante” (Chirinos 1987:
67).
Aunque
no existen mayores datos podemos coincidir en que estos cursos datan de inicios
de la década de los cuarenta o un poco después, es decir antes del inicio de la
enseñanza de la arqueología profesional en las universidades peruanas
(1955-1960) y obviamente luego de los descubrimientos de Julio C. Tello. Hay
que advertir sin embargo que la difusión de los estudios arqueológicos era muy
limitada incluso en ámbitos académicos; los otros conferencistas que alude
Belaúnde son grandes intelectuales que aportaban desde la etnohistoria, la
historia del arte y la antropología sin duda complementando los descubrimientos
de Tello. También se puede colegir que la capacitación recibida puede
inscribirse dentro de las tendencias de la antropología cultural y con la firme
idea de un origen autóctono; no es de extrañar que (al igual que Tello)
Belaúnde recorriera el territorio peruano en busca de conocimiento, y que
incluso viera en la selva grandes proyectos a futuro.
Comprendamos
que ya Julio C. Tello se encontraba en los años finales de su vida pero los
museos que había fundado se encontraban en pleno funcionamiento, así como sus
publicaciones, Introducción a la historia
antigua del Perú (1921) y Antiguo
Perú (1921), pero también aparecían nuevos descubrimientos en la costa
norte como los de Larco Hoyle, los cuales planteaban nuevas incógnitas. Otro de
los acontecimientos importante de esa época fue el XXVII Congreso Internacional
de Americanistas, realizado en su primera parte en México en su segunda en
Perú, éste se realizó durante el mes de setiembre de 1939 en Lima; este
congreso contaría con exposiciones Toribio Mejía Xesspe, Rebeca Carrión, Jorge Muelle
y el arquitecto Héctor Velarde.
El
contexto artístico implicaba también una decadencia de estilos nacionalistas
como el indigenismo pictórico e inclusive el neocolonial que aun así extendería
su influencia algo más de tiempo; la Segunda Guerra Mundial y el crecimiento de
Lima por ejemplo con las primeras barriadas planteaba nuevas perspectivas
sociales hacia el exterior e interior del país.
3. El Arquitecto Peruano
Una
de las primeras cosas de las que se percató Belaúnde a su regreso al Perú fue
“…la situación en la que se encontraban los arquitectos peruanos, en su mayoría
de formación extranjera, y que en su mayoría no poseían ninguna institución u
organismo que impulsara la profesión, así como la divulgación de los proyectos
e ideas que generaba este pequeño grupo de arquitectos peruanos, entre ellos
Enrique Seoane Ros y Rafael Marquina” (Chumpitaz 2011: 19). En el caso de los
dos arquitectos peruanos mencionados podemos indicar que se especializaron en
trabajos vinculados al patrimonio arquitectónico (Seoane introduciéndolo en sus
diseños, inicialmente con el neocolonial y posteriormente hacia algunos
referentes prehispánicos y, Rafael Marquina en trabajos de restauración y
enseñanza de la arquitectura peruana).
Es
interesante considerar -retomando la cita anterior- que desde el primer momento
que regresa al Perú Belaúnde busca publicar y difundir todo lo relacionado con
la actividad arquitectónica que se realiza en el país, de esta manera la
fundación de la revista El Arquitecto
Peruano, efectuada en 1937 (cuando apenas Belaúnde cuenta con veinticinco
años), es el resultado natural de este interés. La revista posee un formato similar
a otras revistas de arquitectura que se editaban en América (por ejemplo en
Uruguay o Argentina), incluyendo artículos breves, planos, gran difusión
fotográfica e incluso propaganda del rubro constructivo, pero expone además, desde
su nombre, la importancia de difundir una identidad común en el Perú; sus
portadas constantemente aludirán al tema histórico y estilístico de los
edificios peruanos, es más, muchas veces articulistas invitados (no
necesariamente arquitectos) publicaran sobre temas históricos. Aunque los
primeros años la sencillez de su portada se permitía fotografías de edificios
del Virreinato o en el estilo llamado Neocolonial eventualmente en años
posteriores aparecerán algunas portadas con referencia a edificios
prehispánicos (Machu Picchu, n° 183-184; n° 237, 238 y 239; Huánuco Viejo, n°
320-321; Vilcashuamán, n° 297-298-299; monolitos de Aija, n° 294-295-296;
cabezas de Huamachuco, n° 282-283-284; entre otras).
Entre
los primeros escritos que Belaúnde publica en la revista sobre el pasado andino
se pueden citar la reseña de la traducción del libro de Hiram Bingham, La ciudad perdida de los Incas,
publicado en el nº 161 de diciembre de 1950; al siguiente año ensaya un primer
análisis en su artículo El Planeamiento
en el Antiguo y el Moderno Perú, de nº 202-203 de mayo-junio de 1954
(producto de una conferencia dictada en 1951 en la Universidad de Puerto Rico),
en donde, de manera ingeniosa utiliza las fotos aéreas de asentamientos
prehispánicos extensos[4]
(Chan Chan, Pachacamac, Viracochapampa, Cajamarquilla) para esquematizar planos
urbanos (este mismo recurso lo usará años después el arquitecto Carlos Williams
con el mismo fin); además usa escalas de complejidad urbana para categorizar
niveles de asentamientos en unidades mensurables y explicar su funcionamiento
debido al cooperativismo (figura 1 y 2). Es interesante también la extrapolación
con las corrientes económicas y urbanísticas del siglo XX con la explicación
histórica y la realidad social andina que es el ayllu; en este punto se puede
asociar alguna vinculación ideológica con el indigenismo más cercano a la
política, precisamente con Hildebrando Pozo y a su gran obra Del ayllu al cooperativismo socialista
(1936). Una palabra rescata Belaúnde en este corto pero lúcido ensayo sobre
planificación: Minka.
En
1960 aparece su libro Pueblo por Pueblo,
obra en donde describe los largos recorridos por el territorio nacional, de
esta obra se puede extraer impresiones de la Gran Muralla del Santa, los
acueductos de Nasca, La Centinela, Huánuco Viejo, Sayhuite, Tambo Colorado,
Cumbemayo, Machu Picchu, Pisac y Sacsayhuaman; algunos de estas excursiones
eran desarrolladas y publicadas en El Arquitecto Peruano, de estos
distinguimos:
Huamachuco. Doble mensaje de pasada grandeza; en el n° 282-284, de enero a marzo de 1961, trabajo
en el cual hace apreciaciones pertinentes respecto a su potencial turístico de
dos sitios arqueológicos: Marca Huamachuco (figura 3, 4, 5 y 6) y
Viracochapampa (siempre comparando con definiciones modernas, las define por su
planimetría como orgánica y racionalista). También distingue en esta
oportunidad el apoyo bibliográfico de investigadores (como Charles Wiener o
Teodoro Mc Cown) dotando a sus observaciones de una actitud responsable sin
dejar de ser crítica. El método de registro prioriza la descripción positivista
de la sectorización o las medidas de ejes y, por otro lado, la valoración
perceptual casi romántica de las imágenes, usando en ambos casos la comparación
con otros ejemplos ya conocidos (en este punto es importante señalar que pocas
personas en el Perú pueden haber recorrido sitios tan alejados como el
arquitecto). Respecto a Viracochapampa destaca el concepto de “ciudad planeada”[5]
y ensaya nuevamente comparaciones históricas en base a su geometría, por
ejemplo con Piquillaqta en Cuzco, es en todo caso una hipótesis que antecede a
posteriores que efectuarán los arqueólogos.
En
1962, publica sucesivamente: Un monumento
a la tierra: andenerías de Moray, además de Pastor de almas y viejas culturas, ambas en El Arquitecto Peruano n° 294-296 de enero a marzo de 1962. La
primera corresponde a la tecnología agraria inca y la segunda respecto al museo
de Huaraz en donde encuentra un instrumento de nivelación. En el siguiente n°
297-299 de abril a junio de 1962, publica dos artículos: Cuerpo y alma de una ciudad: Machu Picchu, en donde ensayara una
revisión de referencias literarias (Neruda, Hidalgo o Martín Adán), además de Impresiones de un viaje a Vilcashuamán, en
donde incluye excelentes fotos (figura 7, 8 y 9) y un plano del sitio; su
método es descriptivo y con la fuente etnohistórica de Cieza de León,
apareciendo además su recurrente método comparativo, en este caso con la arquitectura
cuzqueña. Este último artículo también es un extracto de su obra Pueblo por Pueblo (1960).
Al
momento de asumir la Presidencia, en 1963, aparentemente dejará de hacer estos
ensayos, así como cederá la dirección de la revista El Arquitecto Peruano al
arquitecto Miguel Cruchaga; en opinión del historiador Antonio Zapata: “En
ocasiones el éxito político lleva a perder de vista el curso de la razón
profesional” (Zapata 1995: 117).
4. Algunas apreciaciones
Consideramos
que estamos en la posibilidad de señalar algunas apreciaciones (podrían ser
varias) sobre el interés que Belaúnde desarrolló sobre la arquitectura
prehispánica y en general sobre el pasado andino.
-El Urbanismo y la lógica andina
Belaúnde
fue también docente en la Escuela de Ingenieros a inicios de la década de los
cincuenta (posteriormente sería el primer Decano de la Facultad de Arquitectura
de la recién creada Universidad Nacional de Ingeniería) y siendo profesor pudo
proyectar el interés en el Urbanismo antiguo; algunos de sus trabajos por
ejemplo se basaban en el estudio de la planimetría de los asentamientos
prehispánicos (los más grandes) utilizando para este fin la fotografía aérea[6]
De los asentamientos más conocidos que analizó con sus estudiantes destacan
Pachacamac, Chan Chan, Wari, Cajamarquilla, etc.; es decir siempre la
complejidad de la urbe y sus elementos ensayando además, un acercamiento a la
lógica andina para entender estos sitios basado en la etnohistoria (entonces
muy en boga) aplicada a la demografía; hay que señalar que esta (la demografía)
era entonces un herramienta muy importante para entender la organización y
dimensión urbana.
Constantemente
en sus ensayos se aprecia el método comparativo cuando encuentra confluencias
en la forma de los edificios (por ejemplo la ortogonalidad), infraestructura
(caminos) o paisajes. La falta de información, la rapidez de sus inspecciones y
la falta de personal calificado que lo acompañaba en las mismas, hace que
siempre sus reflexiones sean solitarias y siguiendo una metodología adaptada a
su experiencia en campo, es decir una crónica erudita y empírica.
-Sensibilidad artística
Finalmente
es interesante exponer algunas evidencias que nos permiten considerar ciertas
licencias que Belaúnde utilizó para transmitir el conocimiento arqueológico, y
estas tienen que ver con la propia sensibilidad del autor. Por ejemplo podemos
citar el uso de palabras o modos literarios para complementar sus observaciones
para hacerlas entendibles y sensibles al lector, por ejemplo a la expresión Leit Motiv cuando encuentra una
recurrencia o patrón estético; también podemos citar el término Cicerone usado constantemente para
describir al guía que nos acompaña y nos permite descubrir algo.
Otro
aspecto es la sensibilidad de captar las imágenes de edificios antiguos por
medio de la fotografía (este fue uno de los medios más eficaces de comunicación
en la Revista El Arquitecto Peruano);
eventualmente Belaúnde presentará algunas de sus fotografías (pensamos que
pudieron haber sido muchísimas debido a sus constantes viajes) en donde
evidencia conocimientos de composición y valoración de cualidades estéticas,
tanto de la geometría y paisaje. Los planos escénicos (generalmente alejados),
así como las texturas y sombras, son cuidadosamente elegidos dentro de la
valoración de grises que convocaba la publicación de la revista (El Arquitecto Peruano Nº 228-229-230 de
julio a setiembre de 1956. Lima). Algunas muestras publicadas (figuras del 14
al 20) distinguen un interés de los lugares estudiados por Tello y Max Uhle
(Cuzco, Tambo Colorado, Huaca del Sol). Posteriormente en su relación con la
periodista y fotógrafa Violeta Correa ambos coincidirán en la admiración por
este arte.
-Belaúnde seguidor de Tello
Es
interesante reconocer, dejando de lado la perspectiva globalizada de nuestro
tiempo, que si bien la formación juvenil de Belaúnde se establece en el
exterior su preocupación siempre fue hacia el “interior” del Perú (en aparente
contraposición de su rival político Haya de La Torre que abría el interés del
Perú hacia el “exterior”)[7],
su obra Pueblo por Pueblo (1960)
resume bastante bien esto, recorrer el país para conocerlo, un método muy
similar al que había efectuado el arqueólogo Julio C. Tello, por ejemplo con
sus “expediciones”. Cuando Belaúnde llega al Perú ya las teorías de Julio C.
Tello ya estaban afincadas en la intelectualidad peruana; una de estas posturas
incluía el difusionismo y los centros de difusión de cultura, por ejemplo, en
Ancash (1921) en donde estudió lo que llamó la cultura megalítica y los monolitos
de Aija, esculturas antropomorfas de postura sedentaria. Estos monolitos
estaban en exposición en el Museo Regional de Ancash en Huaraz (figura 10 y 11);
Belaúnde visita este lugar y entrevista al padre Augusto Soriano Infante
(figura 12), gran estudioso de la región.
Posteriormente
Belaúnde se interesa (aunque ya no lo escribe) por los trabajos del
prehistoriador Fréderick Éngel en el valle bajo del Chillón y visita los descubrimientos
del prehistoriador (figura 13) que entonces se presentaban con gran expectativa
en América y sustentaban un temprano desarrollo en la costa andina (en
contraposición de otras regiones); nuevamente la motivación de lo más antiguo
aparecía. Las fotografías de su visita al edificio principal reconstruido son
presentadas en la revista El Arquitecto
Peruano n° 345-346, del noviembre a diciembre de 1966.
Finalmente
podemos mencionar su interés por Marcahuamachuco, lugar estudiado por Tello,
del cual reconoce a un predecesor en el conocimiento territorial andino:
“Podría avergonzarnos el poco interés que, en general, despierta este legado
histórico en nuestro propio país si la sombra de ese gran peruano que fue Julio
C. Tello no hubiera cubierto alguna vez, en reverente peregrinaje, estas ruinas
milenarias” (Belaúnde 1961: 31 y 36).
5. Reflexiones finales
Belaúnde
puede considerarse un arquitecto que publicó libros y artículos y que estos
fueron consecuencia del constante devenir de sus experiencias profesionales,
políticas y personales; el enfoque ideológico popular de sus escritos, así como
su dimensión geopolítica y territorial, siempre alude al pasado en general,
aunque no demuestre un conocimiento específico y técnico al respecto. Creemos
que Belaúnde, aunque pertenezca a una generación muy posterior a la del
Centenario, su espíritu y vocación se compromete con los grandes temas que, en la
primera mitad del siglo XX, eran muy vigentes: “El Perú como mestizaje e
integridad” y “La historia y el territorio” como bases de la nación y el
sentimiento patriótico; estos temas se proyectarán a la sociedad en la revista
que él fundara, El Arquitecto Peruano.
En
su “Mensaje a la Juventud” realizado el 11 de marzo de 1956 Fernando Belaúnde
expresa: “Debemos teñir de verde el arenal. Ampliar las áreas agrícolas por
medio de la irrigación, que requiere cuantiosas inversiones, inspirándose en la
relación de hombre y tierra que practicaba el Incario, la Sierra y la Selva no
deben esperar por más tiempo el impacto decisivo y beneficio del progreso”.
(Melgar 1991: 246).
6. Reconocimientos
Un
agradecimiento especial al Doctor Ferruccio Marussi Castellán por las
referencias compartidas sobre el arquitecto Belaúnde y la arquitectura peruana;
extiendo este saludo a mi amigo el arquitecto Miguel Guzmán Juárez por motivar
el interés y respeto a los maestros que nos han precedido en el estudio de lo
andino; finalmente a Jasmín Cárdenas por algunas observaciones al manuscrito.
7. Referencias bibliográficas
Alvino,
J. (2004). Procesos de reflexión sobre el
Patrimonio Arqueológico desde la actividad arquitectónica peruana Revista
de Investigaciones del C.E.AR. (6). Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Chumpitaz,
F (2011) Fernando Belaúnde Terry. El
arquitecto. En: Logo/topo. Materiales de investigación. Ludeña, W.
(Editor). Pontificia Universidad Católica del Perú. Facultad de Arquitectura y
Urbanismo.
Chirinos,
E. (1987) Conversaciones con Belaúnde.
Testimonio y confidencias. Editorial Minerva. 194 p. Lima.
Belaúnde
F. (1960) Pueblo por Pueblo.
Editorial Tahuantinsuyo. Lima.
“El
Planeamiento en el Antiguo y el Moderno Perú”. El Arquitecto Peruano
Nº 202-203 de mayo-junio de 1954. Lima.
“La
ciudad perdida de los Incas”. El
Arquitecto Peruano Nº 161 de diciembre de 1950. Lima.
“Ollantaytambo”.
El Arquitecto Peruano Nº 228-229-230
de julio a setiembre de 1956. Lima.
“Pastor
de almas y viejas culturas”. Arquitecto
Peruano Nº .294-296 de enero a marzo de 1962. Lima.
“Un
monumento a la tierra: andenerías de Moray”. Arquitecto Peruano Nº .294-295-296 de
enero a marzo de 1962. Lima.
“Cuerpo
y alma de una ciudad: Machu Picchu”.
Arquitecto Peruano Nº 297-298-299 de abril a junio de 1962. Lima.
“Impresiones
de un viaje a Vilcashuamán”. Arquitecto
Peruano Nº 297-298-299 de abril a junio de 1962. Lima.
Díaz,
J. (1992). El Perú como doctrina.
Librería Editorial Minerva. 230 p. Lima.
Melgar,
J. 35 años de protagonismo.
Tello,
J (1929). Antiguo Perú. Primera Época.
Comisión Organizadora del Segundo Congreso Sudamericano de Turismo. Lima.
Zapata
A. (1995). El joven Belaúnde. Historia de
la Revista El Arquitecto Peruano. 1937 – 1963. Librería Minerva. 173 p. Lima.
Nota: El autor de las fotografías en el Museo Arqueológico de Huaraz es Carlos Pestana Zevallos, arquitecto nacido en Lambayeque en 1929, y que fuera Ministro de Fomento y Obras Públicas, Jefe del Instituto Nacional de Planificación y gran impulsor de la Carretera Marginal de la Selva. (García, V. 1987: 284-287). García, V. (1988). Los ministros de Belaúnde. 1963-1965. Editorial Minerva. 425 p. Lima.
[1] Graduado de la Facultad de Arquitectura
y Urbanismo de la Universidad Ricardo Palma; graduado de la Escuela Académico
Profesional de Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Egresado de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos y de la Maestría en Arte Peruano y Latinoamericano de la Facultad de
Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
[2] Aunque muchos lo
consideran arequipeño, Fernando Belaúnde ha señalado que nació en Lima
(Chirinos 1987: 17) aun cuando la mayoría de su familia ciertamente es
arequipeña.
[3] Estudia en la
Universidad de Miami y posteriormente en la Universidad de Texas en Austin, en
donde se gradúa.
[4] Es evidente que el
análisis se hace sin mayor consideración cronológica o contextual, pero a la
fecha era poco lo que se sabía y finalmente el ejercicio de estudio urbanístico
didácticamente es válido para nuevos y mayores cuestionamientos.
[5] El concepto de
anticipación a la construcción o la existencia de un proyecto previo es un
razonamiento que los arquitectos valoran de manera natural y que se impone
sobre las características del contexto; Belaúnde distingue esta cualidad en un
tiempo en el que muy poco se abordaba este tema.
[6] El Servicio Aero
fotográfico Nacional permitía desde la década de los cuarenta disponer del uso
de las fotos aéreas para conocer el territorio (esta era una estrategia tomada
de acciones bélicas), Belaúnde utiliza las mismas para fines académicos y
didácticos, de hecho, en el mismo sentido el arquitecto Carlos Williams los
utilizaría muy posteriormente en sus investigaciones de gran trascendencia
sobre sitios arqueológicos monumentales de la costa central conocidos como
“Templos en U”.
[7] Esta característica
personal de Belaúnde la explica en una entrevista Alfredo Barnechea:
https://www.youtube.com/watch?v=UlBwTpUUr1I
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