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17 diciembre 2020

FERNANDO BELAÚNDE TERRY - EL ARQUITECTO Y LOS ANDES - JORGE CARLOS ALVINO LOLI

 


Fernando Belaúnde Terry. El arquitecto y los andes

Jorge Carlos Alvino Loli[1]

 

Resumen

Este breve ensayo intenta exponer algunas ideas sobre la obra escrita del arquitecto Fernando Belaúnde Terry respecto al pasado andino y como, en ellas, se pueden distinguir algunas características asociadas al contexto intelectual de su tiempo y a motivaciones propias vinculadas con principios de la nacionalidad peruana. Muchas de nuestras observaciones son razonamientos efectuados a partir del análisis de breves artículos, métodos de trabajo detectados, percepción de las obras o mensajes expresados (muchas veces de modo retórico) por Belaúnde, es pues en este sentido, una aproximación cualitativa siempre abierta a la espera de mayor información.

1. Introducción

Fernando Belaúnde es probablemente el arquitecto peruano con mayor trascendencia social a partir de su concepción de una visión integral del Perú; esta visión sin duda se canalizó por su intensa vida política proyectada hacia la gente, pero también, debido a su formación y cualidades personales, a partir de las cuales pudo desarrollar obras intelectuales, a veces no consideradas por su imponente figura pública. Aspectos importantes son, además de su desarrollo profesional como arquitecto diseñador y urbanista, sus obras estéticas y sus ensayos históricos; en ambos casos la geografía y la historia son materia de indudable valor, de esta manera se puede detectar una particular forma de compromiso con el pasado prehispánico andino, que es lo que en esta oportunidad nos interesa.

Nacido en 1912[2], heredó un fuerte vínculo con la política principalmente por su padre, Rafael Belaúnde, e incluso por su tío Víctor Andrés Belaúnde, este último un gran intelectual que ejerció una fuerte influencia sobre el pensamiento social del Perú en concordancia con el pasado andino y europeo. Sin embargo, este mismo vínculo hizo que su padre fuera deportado en 1924 durante el gobierno de Leguía, de esta manera la adolescencia del joven Fernando le permitió conocer Francia y Estados Unidos pero siempre permaneciendo pendiente del Perú. Sus estudios profesionales en el extranjero (como lo hacían otros siguiendo la formación en Beaux Arts) adquieren en Norteamérica un sentido más social y amplio de la finalidad de la arquitectura[3]. Hay que recordar que en Estados Unidos se realizaban imponentes obras urbanas como los rascacielos o los puentes (la era del acero y el concreto), pero sin embargo ideológicamente era escenario de diversos discursos como el planteado por Lewis Mumford o la influencia de obras significativas de Frank Lloyd Wright.


2. La historia y arqueología en el Perú

Cuando volvió al Perú, en abril de 1936, Belaúnde encuentra en Lima una ciudad creciente, con nuevos edificios institucionales, vías que conectan el centro con nuevas urbanizaciones y una yuxtaposición de diversas tendencias estilísticas en arquitectura; es posible que también llegara a notar las monumentales y trabajosas carreteras que la Ley de Conscripción Vial logró materializar durante el Oncenio de Leguía. Por otro lado, pudo notar la gran importancia que la Historia, como ciencia, estaba alcanzando en la sociedad peruana a través de la obra de intelectuales de diversas disciplinas. Podemos colegir que aunque Belaúnde pudo tener alguna formación de arquitectura histórica esta no implicaba la formación de arqueólogo ni historiador, pero sí pudo complementar sus conocimientos con algunos cursos luego de su llegada al Perú, tal como él mismo indica: “Invitamos a conferencistas tan notables como Porras, Muelle y Valcárcel. Tello nos dio un memorable cursillo en el Museo Arqueológico. Ellos nos adentraron en los misterios del Perú Milenario. Yo asistía a esas y otras clases con la avidez del estudiante” (Chirinos 1987: 67).

Aunque no existen mayores datos podemos coincidir en que estos cursos datan de inicios de la década de los cuarenta o un poco después, es decir antes del inicio de la enseñanza de la arqueología profesional en las universidades peruanas (1955-1960) y obviamente luego de los descubrimientos de Julio C. Tello. Hay que advertir sin embargo que la difusión de los estudios arqueológicos era muy limitada incluso en ámbitos académicos; los otros conferencistas que alude Belaúnde son grandes intelectuales que aportaban desde la etnohistoria, la historia del arte y la antropología sin duda complementando los descubrimientos de Tello. También se puede colegir que la capacitación recibida puede inscribirse dentro de las tendencias de la antropología cultural y con la firme idea de un origen autóctono; no es de extrañar que (al igual que Tello) Belaúnde recorriera el territorio peruano en busca de conocimiento, y que incluso viera en la selva grandes proyectos a futuro.

Comprendamos que ya Julio C. Tello se encontraba en los años finales de su vida pero los museos que había fundado se encontraban en pleno funcionamiento, así como sus publicaciones, Introducción a la historia antigua del Perú (1921) y Antiguo Perú (1921), pero también aparecían nuevos descubrimientos en la costa norte como los de Larco Hoyle, los cuales planteaban nuevas incógnitas. Otro de los acontecimientos importante de esa época fue el XXVII Congreso Internacional de Americanistas, realizado en su primera parte en México en su segunda en Perú, éste se realizó durante el mes de setiembre de 1939 en Lima; este congreso contaría con exposiciones Toribio Mejía Xesspe, Rebeca Carrión, Jorge Muelle y el arquitecto Héctor Velarde.

El contexto artístico implicaba también una decadencia de estilos nacionalistas como el indigenismo pictórico e inclusive el neocolonial que aun así extendería su influencia algo más de tiempo; la Segunda Guerra Mundial y el crecimiento de Lima por ejemplo con las primeras barriadas planteaba nuevas perspectivas sociales hacia el exterior e interior del país.


3. El Arquitecto Peruano

Una de las primeras cosas de las que se percató Belaúnde a su regreso al Perú fue “…la situación en la que se encontraban los arquitectos peruanos, en su mayoría de formación extranjera, y que en su mayoría no poseían ninguna institución u organismo que impulsara la profesión, así como la divulgación de los proyectos e ideas que generaba este pequeño grupo de arquitectos peruanos, entre ellos Enrique Seoane Ros y Rafael Marquina” (Chumpitaz 2011: 19). En el caso de los dos arquitectos peruanos mencionados podemos indicar que se especializaron en trabajos vinculados al patrimonio arquitectónico (Seoane introduciéndolo en sus diseños, inicialmente con el neocolonial y posteriormente hacia algunos referentes prehispánicos y, Rafael Marquina en trabajos de restauración y enseñanza de la arquitectura peruana).

Es interesante considerar -retomando la cita anterior- que desde el primer momento que regresa al Perú Belaúnde busca publicar y difundir todo lo relacionado con la actividad arquitectónica que se realiza en el país, de esta manera la fundación de la revista El Arquitecto Peruano, efectuada en 1937 (cuando apenas Belaúnde cuenta con veinticinco años), es el resultado natural de este interés. La revista posee un formato similar a otras revistas de arquitectura que se editaban en América (por ejemplo en Uruguay o Argentina), incluyendo artículos breves, planos, gran difusión fotográfica e incluso propaganda del rubro constructivo, pero expone además, desde su nombre, la importancia de difundir una identidad común en el Perú; sus portadas constantemente aludirán al tema histórico y estilístico de los edificios peruanos, es más, muchas veces articulistas invitados (no necesariamente arquitectos) publicaran sobre temas históricos. Aunque los primeros años la sencillez de su portada se permitía fotografías de edificios del Virreinato o en el estilo llamado Neocolonial eventualmente en años posteriores aparecerán algunas portadas con referencia a edificios prehispánicos (Machu Picchu, n° 183-184; n° 237, 238 y 239; Huánuco Viejo, n° 320-321; Vilcashuamán, n° 297-298-299; monolitos de Aija, n° 294-295-296; cabezas de Huamachuco, n° 282-283-284; entre otras).

Entre los primeros escritos que Belaúnde publica en la revista sobre el pasado andino se pueden citar la reseña de la traducción del libro de Hiram Bingham, La ciudad perdida de los Incas, publicado en el nº 161 de diciembre de 1950; al siguiente año ensaya un primer análisis en su artículo El Planeamiento en el Antiguo y el Moderno Perú, de nº 202-203 de mayo-junio de 1954 (producto de una conferencia dictada en 1951 en la Universidad de Puerto Rico), en donde, de manera ingeniosa utiliza las fotos aéreas de asentamientos prehispánicos extensos[4] (Chan Chan, Pachacamac, Viracochapampa, Cajamarquilla) para esquematizar planos urbanos (este mismo recurso lo usará años después el arquitecto Carlos Williams con el mismo fin); además usa escalas de complejidad urbana para categorizar niveles de asentamientos en unidades mensurables y explicar su funcionamiento debido al cooperativismo (figura 1 y 2). Es interesante también la extrapolación con las corrientes económicas y urbanísticas del siglo XX con la explicación histórica y la realidad social andina que es el ayllu; en este punto se puede asociar alguna vinculación ideológica con el indigenismo más cercano a la política, precisamente con Hildebrando Pozo y a su gran obra Del ayllu al cooperativismo socialista (1936). Una palabra rescata Belaúnde en este corto pero lúcido ensayo sobre planificación: Minka.

En 1960 aparece su libro Pueblo por Pueblo, obra en donde describe los largos recorridos por el territorio nacional, de esta obra se puede extraer impresiones de la Gran Muralla del Santa, los acueductos de Nasca, La Centinela, Huánuco Viejo, Sayhuite, Tambo Colorado, Cumbemayo, Machu Picchu, Pisac y Sacsayhuaman; algunos de estas excursiones eran desarrolladas y publicadas en El Arquitecto Peruano, de estos distinguimos:

Huamachuco. Doble mensaje de pasada grandeza; en el n° 282-284, de enero a marzo de 1961, trabajo en el cual hace apreciaciones pertinentes respecto a su potencial turístico de dos sitios arqueológicos: Marca Huamachuco (figura 3, 4, 5 y 6) y Viracochapampa (siempre comparando con definiciones modernas, las define por su planimetría como orgánica y racionalista). También distingue en esta oportunidad el apoyo bibliográfico de investigadores (como Charles Wiener o Teodoro Mc Cown) dotando a sus observaciones de una actitud responsable sin dejar de ser crítica. El método de registro prioriza la descripción positivista de la sectorización o las medidas de ejes y, por otro lado, la valoración perceptual casi romántica de las imágenes, usando en ambos casos la comparación con otros ejemplos ya conocidos (en este punto es importante señalar que pocas personas en el Perú pueden haber recorrido sitios tan alejados como el arquitecto). Respecto a Viracochapampa destaca el concepto de “ciudad planeada”[5] y ensaya nuevamente comparaciones históricas en base a su geometría, por ejemplo con Piquillaqta en Cuzco, es en todo caso una hipótesis que antecede a posteriores que efectuarán los arqueólogos.

En 1962, publica sucesivamente: Un monumento a la tierra: andenerías de Moray, además de Pastor de almas y viejas culturas, ambas en El Arquitecto Peruano n° 294-296 de enero a marzo de 1962. La primera corresponde a la tecnología agraria inca y la segunda respecto al museo de Huaraz en donde encuentra un instrumento de nivelación. En el siguiente n° 297-299 de abril a junio de 1962, publica dos artículos: Cuerpo y alma de una ciudad: Machu Picchu, en donde ensayara una revisión de referencias literarias (Neruda, Hidalgo o Martín Adán), además de Impresiones de un viaje a Vilcashuamán, en donde incluye excelentes fotos (figura 7, 8 y 9) y un plano del sitio; su método es descriptivo y con la fuente etnohistórica de Cieza de León, apareciendo además su recurrente método comparativo, en este caso con la arquitectura cuzqueña. Este último artículo también es un extracto de su obra Pueblo por Pueblo (1960).

Al momento de asumir la Presidencia, en 1963, aparentemente dejará de hacer estos ensayos, así como cederá la dirección de la revista El Arquitecto Peruano al arquitecto Miguel Cruchaga; en opinión del historiador Antonio Zapata: “En ocasiones el éxito político lleva a perder de vista el curso de la razón profesional” (Zapata 1995: 117).


4. Algunas apreciaciones

Consideramos que estamos en la posibilidad de señalar algunas apreciaciones (podrían ser varias) sobre el interés que Belaúnde desarrolló sobre la arquitectura prehispánica y en general sobre el pasado andino.

-El Urbanismo y la lógica andina

Belaúnde fue también docente en la Escuela de Ingenieros a inicios de la década de los cincuenta (posteriormente sería el primer Decano de la Facultad de Arquitectura de la recién creada Universidad Nacional de Ingeniería) y siendo profesor pudo proyectar el interés en el Urbanismo antiguo; algunos de sus trabajos por ejemplo se basaban en el estudio de la planimetría de los asentamientos prehispánicos (los más grandes) utilizando para este fin la fotografía aérea[6] De los asentamientos más conocidos que analizó con sus estudiantes destacan Pachacamac, Chan Chan, Wari, Cajamarquilla, etc.; es decir siempre la complejidad de la urbe y sus elementos ensayando además, un acercamiento a la lógica andina para entender estos sitios basado en la etnohistoria (entonces muy en boga) aplicada a la demografía; hay que señalar que esta (la demografía) era entonces un herramienta muy importante para entender la organización y dimensión urbana.

Constantemente en sus ensayos se aprecia el método comparativo cuando encuentra confluencias en la forma de los edificios (por ejemplo la ortogonalidad), infraestructura (caminos) o paisajes. La falta de información, la rapidez de sus inspecciones y la falta de personal calificado que lo acompañaba en las mismas, hace que siempre sus reflexiones sean solitarias y siguiendo una metodología adaptada a su experiencia en campo, es decir una crónica erudita y empírica.

-Sensibilidad artística

Finalmente es interesante exponer algunas evidencias que nos permiten considerar ciertas licencias que Belaúnde utilizó para transmitir el conocimiento arqueológico, y estas tienen que ver con la propia sensibilidad del autor. Por ejemplo podemos citar el uso de palabras o modos literarios para complementar sus observaciones para hacerlas entendibles y sensibles al lector, por ejemplo a la expresión Leit Motiv cuando encuentra una recurrencia o patrón estético; también podemos citar el término Cicerone usado constantemente para describir al guía que nos acompaña y nos permite descubrir algo.

Otro aspecto es la sensibilidad de captar las imágenes de edificios antiguos por medio de la fotografía (este fue uno de los medios más eficaces de comunicación en la Revista El Arquitecto Peruano); eventualmente Belaúnde presentará algunas de sus fotografías (pensamos que pudieron haber sido muchísimas debido a sus constantes viajes) en donde evidencia conocimientos de composición y valoración de cualidades estéticas, tanto de la geometría y paisaje. Los planos escénicos (generalmente alejados), así como las texturas y sombras, son cuidadosamente elegidos dentro de la valoración de grises que convocaba la publicación de la revista (El Arquitecto Peruano Nº 228-229-230 de julio a setiembre de 1956. Lima). Algunas muestras publicadas (figuras del 14 al 20) distinguen un interés de los lugares estudiados por Tello y Max Uhle (Cuzco, Tambo Colorado, Huaca del Sol). Posteriormente en su relación con la periodista y fotógrafa Violeta Correa ambos coincidirán en la admiración por este arte.

-Belaúnde seguidor de Tello

Es interesante reconocer, dejando de lado la perspectiva globalizada de nuestro tiempo, que si bien la formación juvenil de Belaúnde se establece en el exterior su preocupación siempre fue hacia el “interior” del Perú (en aparente contraposición de su rival político Haya de La Torre que abría el interés del Perú hacia el “exterior”)[7], su obra Pueblo por Pueblo (1960) resume bastante bien esto, recorrer el país para conocerlo, un método muy similar al que había efectuado el arqueólogo Julio C. Tello, por ejemplo con sus “expediciones”. Cuando Belaúnde llega al Perú ya las teorías de Julio C. Tello ya estaban afincadas en la intelectualidad peruana; una de estas posturas incluía el difusionismo y los centros de difusión de cultura, por ejemplo, en Ancash (1921) en donde estudió lo que llamó la cultura megalítica y los monolitos de Aija, esculturas antropomorfas de postura sedentaria. Estos monolitos estaban en exposición en el Museo Regional de Ancash en Huaraz (figura 10 y 11); Belaúnde visita este lugar y entrevista al padre Augusto Soriano Infante (figura 12), gran estudioso de la región.

Posteriormente Belaúnde se interesa (aunque ya no lo escribe) por los trabajos del prehistoriador Fréderick Éngel en el valle bajo del Chillón y visita los descubrimientos del prehistoriador (figura 13) que entonces se presentaban con gran expectativa en América y sustentaban un temprano desarrollo en la costa andina (en contraposición de otras regiones); nuevamente la motivación de lo más antiguo aparecía. Las fotografías de su visita al edificio principal reconstruido son presentadas en la revista El Arquitecto Peruano n° 345-346, del noviembre a diciembre de 1966.

Finalmente podemos mencionar su interés por Marcahuamachuco, lugar estudiado por Tello, del cual reconoce a un predecesor en el conocimiento territorial andino: “Podría avergonzarnos el poco interés que, en general, despierta este legado histórico en nuestro propio país si la sombra de ese gran peruano que fue Julio C. Tello no hubiera cubierto alguna vez, en reverente peregrinaje, estas ruinas milenarias” (Belaúnde 1961: 31 y 36).

 

5. Reflexiones finales

Belaúnde puede considerarse un arquitecto que publicó libros y artículos y que estos fueron consecuencia del constante devenir de sus experiencias profesionales, políticas y personales; el enfoque ideológico popular de sus escritos, así como su dimensión geopolítica y territorial, siempre alude al pasado en general, aunque no demuestre un conocimiento específico y técnico al respecto. Creemos que Belaúnde, aunque pertenezca a una generación muy posterior a la del Centenario, su espíritu y vocación se compromete con los grandes temas que, en la primera mitad del siglo XX, eran muy vigentes: “El Perú como mestizaje e integridad” y “La historia y el territorio” como bases de la nación y el sentimiento patriótico; estos temas se proyectarán a la sociedad en la revista que él fundara, El Arquitecto Peruano.

En su “Mensaje a la Juventud” realizado el 11 de marzo de 1956 Fernando Belaúnde expresa: “Debemos teñir de verde el arenal. Ampliar las áreas agrícolas por medio de la irrigación, que requiere cuantiosas inversiones, inspirándose en la relación de hombre y tierra que practicaba el Incario, la Sierra y la Selva no deben esperar por más tiempo el impacto decisivo y beneficio del progreso”. (Melgar 1991: 246).

 

6. Reconocimientos

Un agradecimiento especial al Doctor Ferruccio Marussi Castellán por las referencias compartidas sobre el arquitecto Belaúnde y la arquitectura peruana; extiendo este saludo a mi amigo el arquitecto Miguel Guzmán Juárez por motivar el interés y respeto a los maestros que nos han precedido en el estudio de lo andino; finalmente a Jasmín Cárdenas por algunas observaciones al manuscrito.

 

7. Referencias bibliográficas

Alvino, J. (2004). Procesos de reflexión sobre el Patrimonio Arqueológico desde la actividad arquitectónica peruana Revista de Investigaciones del C.E.AR. (6). Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Chumpitaz, F (2011) Fernando Belaúnde Terry. El arquitecto. En: Logo/topo. Materiales de investigación. Ludeña, W. (Editor). Pontificia Universidad Católica del Perú. Facultad de Arquitectura y Urbanismo.

Chirinos, E. (1987) Conversaciones con Belaúnde. Testimonio y confidencias. Editorial Minerva. 194 p. Lima.

Belaúnde F. (1960) Pueblo por Pueblo. Editorial Tahuantinsuyo. Lima.

“El Planeamiento en el Antiguo y el Moderno Perú”. El Arquitecto Peruano Nº 202-203 de mayo-junio de 1954. Lima.

“La ciudad perdida de los Incas”. El Arquitecto Peruano Nº 161 de diciembre de 1950. Lima.

“Ollantaytambo”. El Arquitecto Peruano Nº 228-229-230 de julio a setiembre de 1956. Lima.

“Pastor de almas y viejas culturas”. Arquitecto Peruano Nº .294-296 de enero a marzo de 1962. Lima.

“Un monumento a la tierra: andenerías de Moray”.  Arquitecto Peruano Nº .294-295-296 de enero a marzo de 1962. Lima.

“Cuerpo y alma de una ciudad: Machu Picchu”. Arquitecto Peruano Nº 297-298-299 de abril a junio de 1962. Lima.

“Impresiones de un viaje a Vilcashuamán”. Arquitecto Peruano Nº 297-298-299 de abril a junio de 1962. Lima.

Díaz, J. (1992). El Perú como doctrina. Librería Editorial Minerva. 230 p. Lima.

Melgar, J. 35 años de protagonismo.

Tello, J (1929). Antiguo Perú. Primera Época. Comisión Organizadora del Segundo Congreso Sudamericano de Turismo. Lima.

Zapata A. (1995). El joven Belaúnde. Historia de la Revista El Arquitecto Peruano. 1937 – 1963. Librería Minerva.  173 p. Lima.

 

Nota: El autor de las fotografías en el Museo Arqueológico de Huaraz es Carlos Pestana Zevallos, arquitecto nacido en Lambayeque en 1929, y que fuera Ministro de Fomento y Obras Públicas, Jefe del Instituto Nacional de Planificación y gran impulsor de la Carretera Marginal de la Selva. (García, V. 1987: 284-287). García, V. (1988). Los ministros de Belaúnde. 1963-1965. Editorial Minerva. 425 p. Lima.



[1] Graduado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Ricardo Palma; graduado de la Escuela Académico Profesional de Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Egresado de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y de la Maestría en Arte Peruano y Latinoamericano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

[2] Aunque muchos lo consideran arequipeño, Fernando Belaúnde ha señalado que nació en Lima (Chirinos 1987: 17) aun cuando la mayoría de su familia ciertamente es arequipeña.

[3] Estudia en la Universidad de Miami y posteriormente en la Universidad de Texas en Austin, en donde se gradúa.

[4] Es evidente que el análisis se hace sin mayor consideración cronológica o contextual, pero a la fecha era poco lo que se sabía y finalmente el ejercicio de estudio urbanístico didácticamente es válido para nuevos y mayores cuestionamientos.

[5] El concepto de anticipación a la construcción o la existencia de un proyecto previo es un razonamiento que los arquitectos valoran de manera natural y que se impone sobre las características del contexto; Belaúnde distingue esta cualidad en un tiempo en el que muy poco se abordaba este tema.

[6] El Servicio Aero fotográfico Nacional permitía desde la década de los cuarenta disponer del uso de las fotos aéreas para conocer el territorio (esta era una estrategia tomada de acciones bélicas), Belaúnde utiliza las mismas para fines académicos y didácticos, de hecho, en el mismo sentido el arquitecto Carlos Williams los utilizaría muy posteriormente en sus investigaciones de gran trascendencia sobre sitios arqueológicos monumentales de la costa central conocidos como “Templos en U”.

[7] Esta característica personal de Belaúnde la explica en una entrevista Alfredo Barnechea: https://www.youtube.com/watch?v=UlBwTpUUr1I


























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