1.
Introducción
El ser humano siempre se ha
preguntado sobre su pasado, sobre el tiempo y la gente que le ha antecedido, y
de la cual conserva sólo rastros específicos como por ejemplo los edificios
antiguos; la reconstrucción del pasado es una motivación constante y legítima, pero
compleja y difícil de acceder. Desde la disciplina arqueológica se considera
que esta existencia humana deja evidencias, solo que algunas son más accesibles
o tangibles que otras, pero a pesar de esto siempre se intenta llegar a un
nivel de interpretación, aunque sea preliminar, del propio ser humano. Es aquí
en donde además ejerce un papel importante la ideología asociada a las
evidencias, en nuestro caso el carácter de la sociedad andina antigua y
específicamente en el caso que estudiamos a la sociedad yunga.
De los muchos aspectos
culturales (los cuales dicho sea de paso hoy los entendemos de manera aislada
pero que en el pasado no necesariamente era así) hemos asumido a la
arquitectura para nuestro estudio y exposición, es esta, a través de las
edificaciones las que proyectan gran parte de las necesidades e intereses de la
gente del pasado que invirtió mucho de su esfuerzo en realizarla. Los edificios
contienen y comunican gran parte de la vida antigua, pero a veces somos
nosotros los que proyectamos sobre ellos prejuicios e ideas contemporáneas.
Por otro lado, los antiguos
documentos escritos (por ejemplo crónicas, visitas e incluso probanzas) manifiestan
hechos particulares que ya poseen una intencionalidad vinculada a su tiempo y
que es necesario entender en su cabalidad; los documentos nos abren además un
escenario, parcializado pero muy profundo, de las preocupaciones, ideas y
memoria de la gente del pasado. Esto es muy importante pues muchas veces otorga
identidad a los que simplemente vemos como individuos.
Al igual que otros casos
similares, el conocimiento sobre pasado prehispánico del valle bajo de
Carabayllo (o como se le conoce actualmente: valle bajo del Chillón), se
encuentra aún fragmentado y con grandes e inocultables vacíos. La acelerada
pérdida de las evidencias físicas y documentales parece indicar que estos
vacíos difícilmente serán clarificados. Sin embargo conviene avanzar con las
limitaciones correspondientes considerando el potencial de las diferentes
disciplinas avocadas al estudio histórico.
Este pequeño ensayo
intenta exponer de manera sintética una visión general, no sólo de un grupo
humano, sino de los procesos sociales que pudieron presentarse en un lugar y
momento determinado, en nuestro caso en el valle bajo del Chillón durante los
períodos tardíos y específicamente en el sitio conocido como “Fortaleza de
Collique”, sitio arqueológico actualmente inserto dentro del llamado “Cono
Norte” de la ciudad de Lima, sitio muy conocido y que poco a poco ha sido
asumido dentro del imaginario local como referente de pasado e identidad.
2.
Los asentamientos arqueológicos tardíos en el valle del Chillón
En el valle del Chillón aún se
evidencia físicamente la presencia de complejos y especializados asentamientos
de ocupación arqueológica tardía (a juzgar por el material cerámico, textil,
lítico y óseo encontrado en superficie) emplazados en distintas realidades
geomórficas. Actualmente, si bien es cierto, ya no existen extensos
asentamientos de este periodo (al menos de carácter poblacional), si es posible
hallarlos en el valle medio y en sus quebradas laterales; estos sitios también comparten
algunas características con asentamientos de los valles de los valles vecinos,
por ejemplo algunas ocupaciones fortificadas en la cúspide de los cerros, la
presencia de geoglifos en las quebradas secas, el uso de tapias o roca canteada
como material constructivo, la presencia de cementerios sectorizados, etc.; sin
embargo no existen los indicadores importantes de otros valles, por ejemplo el
adobe como sistema constructivo principal o incluso no se ha logrado determinar
la existencia de edificios con rampa central existentes en Lurín y Chancay.
Es importante considerar que
la gente de un valle no solamente se organiza o desplaza en sentido vertical (es
decir paralela al río o valle) por motivos económicos tal como lo expresa Murra
(1975, 82-96) sino también constantemente utilizan los cerros para vincularse
con gente de otros contextos, por ejemplo con el valle de Chancay, en este
sentido los asentamientos de Maca, Guaraví y Trapiche, se organizan, por
ejemplo, cercanos a la desembocadura de grandes quebradas como la de Quilca, la
cual salvando el paso de Huachoc, accede a la quebrada de Orcón y
posteriormente al valle medio de Chancay, posibilitando una vía de comunicación
muy utilizada en períodos tardíos. Tanto Maca como Trapiche además comparten
soluciones arquitectónicas de asentamientos en relieve y presencia de
cementerios aislados en donde es abundante la cerámica y las evidencias
funerarias (ajuares, deformaciones óseas, textiles) ya identificadas para esta
sociedad del valle vecino. Lo mismo sucede para el material en superficie del
sitio de Chocas, Zapán y Huanchipuquio (todos en la margen izquierda) en donde
los edificios además han sido construidos con una técnica de roca canteada y
argamasa (similar a los edificios existentes en Collique) y una menor escala. La
evidencia arqueológica en estos lugares es de clara filiación Chancay,
principalmente la cerámica conocida como Negro sobre Blanco (existiendo incluso
formas como “cuchimilcos”), sin embargo existen otros estilos que hacen recordar
a Ychsma tardío y estilos norteños como el estampado piel de ganso o estilo Pativilca. Un interesante tipo alfarero
presenta ollas que presentan el borde en forma de solapa o cuello de camisa, siempre en pasta marrón oscura. Esta confluencia
de variantes alfareras nos hace pensar en una complejidad y alcance social aun
no explicado.
Todos los datos anteriores son
parte de información arqueológica que se va construyendo dificultosamente a lo
largo de años, lo cierto es que muy poco se ha investigado sobre los llamados
períodos tardíos en el Chillón, incluso a diferencia de otros valles no existía
una documentación de crónicas tempranas que alcanzara información sobre la
gente que habitaba esta región a la llegada de los españoles. Es María
Rostworowski quien propone la existencia de un “señorío” llamado Colli y que
abarcó desde el valle bajo del río Chillón hasta un lugar llamado Chuquicoto
(Rostworowski, 2004, 30), cercano a la actual Santa Rosa de Quives, y que
políticamente comprendía curacazgos menores, supeditados al Collicapac, el cual
residía en Collique. De esta manera se ha interpretado desde la etnohistoria el
enfrentamiento entre los Colli y el ejército del Tawantinsuyu bajo dirección de
Tupac Yupanqui; este evento supuso la derrota de los Colli y la muerte del
Collicapac, incluso la captura y ejecución del curaca yunga de Quivi, Chaume
Caxa (además de aniquilar a toda su gente y establecer mitimaes en el valle).
En la llamada “chaupiyunga”, la tierra más apta para el cultivo de la coca, los
administradores cuzqueños instalaron a los Yauyos y a los Chacllas, también los
Canta recibieron amplias tierras. El Inca puso por señor a un yanacon yanayacu,
quien formó una nueva dinastía dividiendo el territorio en 10 pachacas, cada
una con su curaca pachacamayoc (Rostworowski, 2004, 35).
Existen algunos indicadores
contundentes del manejo político militar impuesto por el Tawantinsuyu en
contexto de guerras y posterior estrategia de dominación territorial y control
social. Son evidencia de un interés de los cusqueños en el Chillón Bajo, además
del camino conocido como Capaq Ñam (llamado por los cronistas “camino de los
llanos”) en un tramo entre Puente Piedra y el inicio del serpentín de Pasamayo,
la presencia del gran edificio de Tambo Inga (actualmente a la altura del
kilómetro 29.5 de la Panamericana Norte). Sin embargo no se han registrado
llactas o asentamientos poblacionales, lo que podría implicar que los
anteriores poblados podrían haber seguido funcionando. También es posible que
los sitios de la margen derecha mantuvieran su autonomía durante el Horizonte
Tardío debido a una vinculación pacífica con el Tawantinsuyu; por ejemplo en la información de la Visita de Martínez (1572)
se menciona que el sitio de Maca tuvo una población considerable bajo el
gobierno de su curaca Paúcar, el cual mantenía su poder político ya que “…
siendo cacique el dicho Paucar y habiendo ido a visitar al ynga a Caxamalca
entraron los españoles en la tierra…” (Espinoza, 1963, 59). Esto subraya la
importancia de este curaca con Atahualpa a quien incluso va a visitar hasta
Cajamarca antes de su apresamiento por Pizarro.
3. Estudios sobre Collique
Es importante indicar que el
sitio se ubica al final de las estribaciones andinas bajas que descienden hacia
el llano del valle de Carabayllo (hoy llamado Chillón); entre los cerros que
son visibles desde el sitio destacan el Cerro Pirámide (1,051 m.s.n.m.) y el
más cercano llamado el Cerro Zorro (617 m.s.n.m.). El sitio de Collique también
llamado “Fortaleza de Collique” se emplaza sobre el último cerro que remata
esta secuencia y flanqueada por una pequeña quebrada a su lado norte y una
mucho más grande y árida al sur. Actualmente todo este contexto se haya ocupado
por casas consolidadas.
Políticamente pertenece
actualmente en el distrito de Comas, provincia de Lima, capital del Perú y se
ubica de manera colindante a la avenida Túpac Amaru, a la altura de su
kilómetro 16.5, junto al Hospital Nacional Sergio Bernales (figura 1); su
altura en la parte inferior (a la altura de la carretera) es de 172 m.s.n.m, y
en su cúspide más alta (18L 278311 y 8682401N) alcanza los 266 m.s.n.m.
Históricamente fue
identificado por diversos estudiosos entre los que se encuentran los viajeros
del siglo XIX como George Squier (1877) quien realiza una descripción espacial
con algunas imprecisiones pero que se complementa con un interesante plano
(figura 2). Una de las observaciones del viajero norteamericano es la similitud
formal con otras fortificaciones como las de “Calaveras y Quisque” en Casma
(Squier 1974 [1977]: 46). Una observación importante es sobre la existencia de
“…grupos de adobes muy desmantelados” (1974[1877]: 47) que contrasta con el
resto de edificaciones del sitio realizadas con roca canteada. Otro viajero que
reconoció el sitio fue el alemán Ernst Middendorf quien lo describe de la
siguiente forma:
“La colina, situada en la
parte izquierda del borde del valle, tiene la forma de un cono ovalado, carece
de vegetación y su altura es de 400 pies, aproximadamente. Dejamos nuestros
caballos cerca del camino y subimos a la cumbre del cerro para explorar la
fortaleza, la que en cierto modo nos produjo una decepción. Las fortificaciones
consisten en dos pequeños muros circulares, bajos, construidos con piedras
irregulares que rodean las faldas del cerro en su tercio superior. En la cumbre
hay un tercer muro, más alto y mejor construido, que circula una torre redonda,
que es en realidad la fortaleza y también se encuentran otros edificios. Una
empinada escalera en parte labrada en la roca, conduce a la plataforma sobre la
que se levanta la fortaleza, y lo más interesante de ella es una especie de
bastión, en el que existen aún algunos montones de las pequeñas piedras
redondas que arrojaban los defensores para repeler los ataques. Los siglos que
han transcurrido desde que fueron amontonadas estas piedras es algo que ni
siquiera se puede conjeturar, pues la fortaleza es muy antigua, y su origen, a
juzgar por la manera de su construcción y la colocación de las piedras, se
remonta a tiempos anteriores a los Incas”. (2007 [1894] 35)
Pasarán muchas décadas hasta
que, ya entrado el siglo XX, Pedro Villar Córdova catalogara el sitio como un
“pucará” (Villar Córdova, 1935, 189) haciendo una larga argumentación de su
carácter militar. Una hipótesis adicional propone Villar Córdova se basa en la
crónica de Agustín de Zárate titulada Historia
del descubrimiento y conquista del Perú (1968 [1555]); específicamente en
el capítulo V, en donde narra una secuencia de acontecimientos entre el
enfrentamiento de los españoles en Lima contra Quizu Yupanqui quien dirigió el
“cerco de Lima” en 1536. Según Villar Córdova, el cronista Zárate al narrar
estos acontecimientos hacer referencia de escenarios de enfrentamientos en
donde se puede identificar la “Fortaleza de Collique”:
“…tuvo nueva el Marqués que
tras Diego de Agüero venía gran copia de indios de guerra, envió a un Pedro de
Lerma con más de setenta de caballo y con muchos indios amigos, que salieron al
reencuentro a la gente del Inga, con los cuales pelearon gran parte del día,
hasta que en un peñol los indios se hicieron fuertes y los españoles los
cercaron por todas partes, y aquel día quebraron los dientes al capitán Lerma y
hirieron otros muchos españoles, aunque no mataron más de uno de caballo. Y los
cristianos los pusieron en tal aprieto, que si el Marqués no los mandara
recoger, aquel día se diera fin a la guerra, pero los indios estaban muy
apretados en aquella pequeña sierra, y no tenían lugar para pelear… Y
levantando de allí el real, se fueron a poner sobre una alta sierra que está
junto a la ciudad de los Reyes, el río en medio, peleando a la continua con los
españoles. El caudillo destos indios era un señor llamado Tizoyopangui...”
(1968 [1555]: 184-5);
Un curioso y breve registro
parcial de las murallas aparece en una película de la Biblioteca Nacional del
Perú
que trata sobre el Sanatorio Infantil construido a fines de la década, el cual
es un complejo arquitectónico que durante décadas será el único edificio
moderno en la zona y actualmente es el Hospital Nacional Sergio Bernales.
Mucho tiempo después es el
alemán Hans Horkheimer quien menciona el sitio como “fortaleza” (Horkheimer,
1965, 51) y efectúa observaciones importantes como la existencia hacia el sur
de plazoletas “similares a las que forman parte del complejo de marcas de las
de Nazca” (1965: 51); esta observación puede confirmarse en la foto aérea del
SAN de 1945, en la cual se evidencian unas líneas sobre la desembocadura de la
quebrada adyacente. Al igual que Villar, Horkheimer también subraya el hallazgo
de “piedras para hondas” (1965: 51). Durante estas décadas se conocía la
existencia del sitio y se daba por sentada su función como lo menciona César
García Rosell: “Es una de las dos grandes obras militares –la otra es la pucará
de Atocongo– que construyeron los antiguos pobladores del valle antes de la
ocupación incaica”. (García 1968: 50).
El primer plano de
exigencia científica (figura 3) es el publicado por Frédérick Éngel en 1987 y
que levantó (como muchos sitios de la costa central) Bernardino Ojeda. A
diferencia del plano de Squier, Éngel señala la existencia de muchos detalles
que indican un complejo uso de pequeños recintos agrupados en diferentes sitios
y basurales dispersos. Otro
estudio pertinente es el que realiza Tom Dillehay en el cual aporta una
interpretación social del valle considerando que existía un “sistema
multiétnico” y pudieron darse “estrategias económicas” distintas (Dillehay,
1987, 443). Lo interesante de esta propuesta es que abre una visión (aunque de
manera general) de varios grupos de gente, cada uno con su propio sistema de
arraigo, que participaron en la historia del valle y no solamente se centra en
uno solo.
Como vemos, a
pesar de su cercanía a la ciudad de Lima y, a las principales instituciones de
investigaciones sobre el pasado andino, la llamada “Fortaleza de Collique” no
ha sido objetos de estudio detallado y concluyente; quizás uno de los trabajos
más estructurados es el que desarrollaron los arqueólogos Daniel Morales e Inés
Correa a fines de la década de los ochenta. Una conclusión de Morales y Correa
califica al sitio como “… una ciudad fortificada” (Morales 1993:529); Correa
agrega que en la “fortaleza” se ha podido encontrar “…una secuencia de
ocupación que va, al menos desde el Intermedio Temprano (0-600 d.n.e.) al
Horizonte Tardío (1476-1532). (Correa 1992: 140). Estos dos alcances, tanto de
función como de cronología, son importantes pues comprometen nuevas preguntas.
La cronología propuesta se sustenta en la existencia de cerámica del Intermedio
Temprano (0-600 d.C.) lo cual demostraría que “… los Collis indudablemente
tiene sus antecedentes en la cultura Lima” (Morales 1993: 523); otro de los
hallazgos más reveladores fue la presencia de una muralla asociada precisamente
a este tipo de cerámica:
“la evidencia
arquitectónica más temprana se ubica al norte en la parte media del cerro, muy
cerca a la entrada principal y fuera de las murallas que datan del Intermedio
Tardío. Se trata de un grueso muro de tapial de 5 metros de largo hasta con
tres capas de pintura amarilla, signo de sucesivas remodelaciones. Dicho tapial
corre perpendicularmente a otro de 15 m. de lado con orientación NS, que
formaba parte de una gran rampa que ascendía desde la base del cerro” (Correa
1992: 140-141).
Es poco lo que
se puede decir sobre el Horizonte Medio (600 – 1000 d.n.e.)
pues se hallaron “…sólo tres fragmentos de cerámica de la época 1B
correspondiente al estilo Nievería, pero es necesario señalar que carecemos de
asociaciones arquitectónicas…” (Correa 1992: 141).
Es durante el Intermedio
Tardío cuando se construyeron la mayoría de edificaciones en Collique, esto
coincide con lo que Rostworowski había planteado que el mismo período durante
el cual se desarrollan conflictos “interétnicos” en el valle (2004 [1972]: 31),
algo similar lo deduce Dillehay (1987: 427); en cada caso el control de los
cultivos de coca en el valle es considerado el motivo más importante; siguiendo
el correlato de este argumento Correa propone que: “… la ciudadela fortificada de Collique sería una respuesta a esta
situación de conflictos”. (Correa 1992: 141). La categoría de ciudadela (o
“ciudad fortificada” como se había indicado antes) sin duda evoca conceptos
occidentales pero también implica un carácter autogestionario y militarizado.
Por otro lado, la sucesión y aumento de murallas hacia el noroeste sería un
indicador de la intensificación de estos supuestos conflictos.
Finalmente, las
investigaciones demuestran que existieron varias ocupaciones aunque las más
características y conocidas (el amurallamiento) parecieran ser tardías dejando
algunas modificaciones durante el Tawantinsuyu lo cual se evidencia por la
presencia de algunos materiales Inca pues según Morales: “Ludeña encontró en el
sector del cacique escudillas de estilo Inca imperial, fragmentos de aríbalos y
otros testimonios más” (Morales 1993: 530).
4.
El complejo arquitectónico denominado “Fortaleza de Collique”
Aunque
no es posible disgregar los edificios en funciones exclusivas o únicas y,
considerando una importante sectorización de Morales (1993), podemos organizar
los edificios tentativamente en base a su formalidad y cualidades contextuales
(figura 5), de la siguiente forma:
-Edificaciones defensivas
Representadas por murallas que
discurren sobre la pendiente alrededor de todo el cerro (figura 7); la “primera
muralla” que rodea todo el sitio y que hacia el norte (sobre la ladera de menos
pendiente) se subdivide ampliando la restricción sobre una pequeña quebrada
natural que actualmente desemboca en la avenida Túpac Amaru y (figura 10), las
murallas se vuelven a integrar en una sola hacia la ladera sur (que es más
empinada). La muralla que se desprende de esta primera es considerada por
algunos como una “segunda muralla” (Morales 1993: 529) y presenta una
mampostería irregular y de grandes rocas sobrepuestas las que en apariencia no
poseen argamasa para cohesionarlas.
En todo caso la última o “tercera muralla” rodea de manera muy horizontal la
cúspide del cerro (figura 20 y 21) y presenta un interesante acceso asociado a
una escalinata.
El esfuerzo realizado en la
construcción es considerable pues “la muralla periférica es de 1,350 metros con
cuatro accesos en cada uno de los puntos cardinales” (Morales 1993: 529) y
alcanza un distanciamiento en el eje este-oeste de la “primera muralla” de 386
metros. Es necesario mencionar que aún existen proyectiles líticos (cantos
rodados para hondas) cercanos a las murallas (figura 29) “…la mayor acumulación
se encontraba en la cumbre del cerro, al costado de la principal residencia del
Collicapa”. (Morales 1993: 529) Estas unidades no son del lugar y fueron
escogidas por su tamaño y forma en las cuencas de los ríos.
-Edificaciones ceremoniales
Aunque es difícil determinar
sin excavaciones y asociaciones a eventos determinados que edificios presentan este
carácter se pueden postular algunos espacios. El primero es un interesante
lugar delimitado por un muro de planta cuadrangular ubicado hacia el noreste y que
es exterior a la primera muralla; este espacio en pendiente encierra una
plataforma asociada a grandes rocas y probablemente era un “altar” (figura 11).
Consideramos que la categorización
ceremonial implica un seguimiento de pasos evidenciados en las mismas
cualidades físicas de las edificaciones frente al acto humano de percibirlas e
interactuar en su dominio físico; el recorrido, por ejemplo, es orientado por
sistema de pasajes y restricciones diseñados para efectuar en el ser humano una
sucesión de visuales, audiciones y sensaciones determinadas, además del propio desplazamiento.
En este sentido existe un evidente acondicionamiento hacia el frente noroeste donde
existe una hondonada natural en donde las dos primera murallas se acercan de
forma paralela y es posible distinguir un acceso en la parte más baja de la
primera muralla. Sucesivamente se atraviesa varios afloramientos rocosos hasta
llegar a una explanada rodeada de las elevaciones cercanas de tal manera que
asemeja un gran espacio central de 30 metros de lado aproximadamente (figura 13
y 14). Finalmente algunas edificaciones laterales hacia el este son de planta
rectangular y se encuentran en sucesivos escalonamientos adaptándose al relieve
del cerro que en esta parte aumenta su altura.
-Edificaciones de
“almacenamiento”
Sobre un espacio de forma de
media circunferencia de 75 metros de diámetro delimitado por un muro bajo se
distribuyen seis edificaciones cilíndricas; cada una ellas posee un diámetro
superior a los seis metros y, aunque se encuentran organizadas en hilera de
este a oeste (figura 15), cada una presenta una exposición distinta al viento y
asolamiento. Se les ha conferido una función de depósito de bienes, de hecho
“…en la limpieza de una de ellas se ha recuperado semillas de lúcuma, maíz,
pallar, frijoles, maní, calabaza, algodón, pacay” (Morales 1993: 529). También existen unos dieciséis depósitos
subterráneos entre este sector y el ingreso de la primera muralla que
aparentemente tuvieron la función de depósitos, aunque esto debe certificarse
con excavaciones arqueológicas. Finalmente otro “…complejo de
almacenamiento, exclusivo de maíz en la parte alta, lado suroeste del cerro,
son estructuras pequeñas de forma cuadrangular adosadas al cerro” (Morales
1993: 529).
-Edificaciones
habitacionales
Ubicado al extremo noroeste del
sitio y accesible desde el espacio central por una escalera. Es evidente el
acondicionamiento de la topografía para convertirla en una voluminosa terraza
de tierra clara que mantiene enterrados muchos vestigios arqueológicos. En esta
terraza existen agrupadas varios
edificios de planimetría rectangular, separados por pasajes y emplazados sobre bajas
plataformas.
Un primer grupo, inmediato al
acceso desde la “plaza central” rodea un área libre o explanada delimitada
hacia su lado Sur con las paredes escarpadas del cerro, precisamente apoyada en
esta pendiente se emplaza un interesante edificio que alcanza casi 26 metros de
largo y 6 de ancho, con entrada central que se orienta hacia la explanada
anteriormente mencionada y se alinea a la pendiente del cerro, flanqueando a su
vez a una escalinata que asciende en zigzag hacia la cumbre misma; por su
ubicación parece un edificio importante pero se ignora su función. Es necesario
indicar que existen muchas edificaciones menores en las pendientes y que se
encuentran enterradas o desplomadas y que pudieron ser áreas habitacionales.
Un segundo agrupamiento se
emplaza sobre una plataforma inferior y ubicada hacia el Oeste del anterior
agrupamiento; en este segundo grupo existen al menos existen dos conjuntos
importantes bien delimitados por muros perimetrales y separados y desfasados
entre sí por un pasaje (figura 16 y 17). Al interior cada conjunto tiene
subdivisiones y dentro de ellas accesos sucesivos a cada recinto inmediato que
permite reconocer una complejidad espacial digna de estudiar,
Internamente las paredes aún presentan enlucido amarillo lo cual propone
espacios habitados al menos de manera temporal. Otra función propuesta para
estos edificios es la de Morales quien considera que podrían“…tratarse
de talleres de producción artesanal.” (Morales 1993: 530)
-Edificaciones de poder
Se emplazan en la cúspide del
cerro, a 85 metros sobre el nivel de la carretera adyacente, y se encuentra
delimitado por un muro perimetral que encierra un espacio de casi 200 metros de
largo y un máximo de 50 metros; desde este sector se puede observar los
alrededores del valle. El acceso se realiza por una escalera que arranca desde
los afloramientos inferiores y atraviesa un vano en el muro de la “tercera muralla”
(figura 18 y 19). Inmediatamente atravesando el vano se llega a un recinto de
11.10 x 7.70 metros (figura 22); otro recinto más pequeño se encuentra a 13
metros al Este y, en medio de ambos una serie de rocas aflorantes y erosionadas
eólicamente distingue el contexto desde lejos; Morales considera esta parte
como “sector del cacique” (1993: 530). Hay que precisar que hacia el extremo
Este se agrupan una serie de rocas erosionadas algunas de las cuales parecen
haber sido hincadas (figura 23, 24 y 25); también Éngel señala en este extremo
como plataformas circulares concéntricas.
De manera complementaria es
necesario mencionar que en un sitio inmediato a la “fortaleza”, en Cerro
Volcán, Morales y Correa investigaron también un pequeño asentamiento donde
según su propuesta: “…residía la población agrícola durante la época del
período Intermedio Tardío, la cual pertenecía a la etnia de los Collis o
Colliques” (Morales 1993: 526). Esta aseveración implica la existencia de gente
que se autoreconoce como parte de un grupo Colli y conforma una base
trabajadora sustentante, aunque en el presente caso sea un ejemplo muy
focalizado y puntual.
Finalmente, es
necesario indicar que al pié de la ladera Oeste del cerro, estudiando la foto
aérea de S.A.N., es evidente la existencia de un pequeño cementerio que
actualmente se encuentra allanado y anexo al Hospital Sergio Bernales.
5.
Algunas consideraciones
-Sobre el emplazamiento. La compleja tipología de la llamada
“Fortaleza de Collique” propone un análisis mayor a la simple explicación de
una característica particular de un grupo social (sustentada arqueológica o
etnohistóricamente), sobrepasa incluso una argumentación histórica respecto al
advenimiento del Tawantinsuyu. La presencia física de estos complejos (llamadas
“fortalezas”) en los valles de Huaura, Chancay y el Chillón proponen como
parámetro de análisis, no solamente la situación social de un señorío en particular, sino quizá, la
respuesta de las sociedades yunga tardías hacia realidades sociales que
implicarían momentos de enfrentamiento recurrentes en el tiempo y que poseen
como escenario el delta de deyección de los ríos y la expansión horizontal de
los valles bajos que permiten la comunicación de norte a sur y viceversa. Por
otro lado, las escalas monumentales de estos complejos, su emplazamiento sobre
cerros cónicos relativamente cercanos al mar, la utilización de cercados
geomórficos circulares, áreas y edificios de resguardo superior, el sistema
constructivo, etc., los vincula a pesar de la distancia entre los valles
mencionados.
Consideramos que estos complejos
como la llamada “Fortaleza de Acaray” y Cerro Colorado” (valle de Huaura), la
“Fortaleza de Pasamayo”, La Viña, Cerro Mascarín (valle de Chancay), la
“Fortaleza de Ancón” (Bahía de Ancón), y la “Fortaleza de Collique” (valle del
Chillón), estarían sustentando la necesidad del imponer y defender un
posicionamiento territorial, probablemente entre grupos vecinos o enemigos
comunes. Indudablemente antes que la intervención cuzqueña, la expansión Chimú
es la única responsable de conflictos de gran magnitud en estos valles (fuentes
etnohistóricas mencionan incluso el alcance Chimú hasta Carabayllo). Collique
no es pues, única en su tipo formal ni tampoco la más extensa, por lo que
creemos que este fenómeno merece ser estudiado de manera integral.
-Sobre las edificaciones. En cuanto a la
distribución de edificios que hemos ensayado se distingue una clara separación
física que propone una diferenciación de funciones, tanto horizontal como
verticalmente, ésta sigue una lógica sencilla y tácitamente apoya una
contemporaneidad entre los diferentes sectores la cual, reconocemos, no se
encuentra comprobada; por otro lado hay que considerar que además de las
óptimas ubicaciones por motivos medioambientales (por ejemplo en el caso de
edificaciones para almacenamiento) las motivaciones ideológicas pudieron
decidir el emplazamiento de ciertos edificios, por ejemplo las orientaciones de
los edificios o la importancia de las visuales, investigaciones de este tipo no
se han realizado aún. La circulación también es un tema importante pues aunque
existen grandes espacios abiertos los indicadores de circulación, por ejemplo
los accesos para atravesar las murallas eran restringidos y exigían un sentido
de movimiento por medio de sendas y escalinatas; las dimensiones considerables
hacen posible también una concurrencia considerable de ser necesaria.
Finalmente,
ya desde el punto de vista técnico, el sistema constructivo presenta una similitud
con algunas fortificaciones del valle y algunos sitios de la margen izquierda.
Las rocas canteadas parecen provenir de la misma cantera y presentan
adosamientos laterales, a su vez ciertos rellenos internos y las rocas mayores
y mejor trabajadas sirven de tizón al muro; estos rasgos arquitectónicos
deberían estudiarse mejor.
-Sobre el material
arqueológico. El sitio se encuentra expuesto constantemente a la destrucción por
causas antrópicas y la contaminación urbana que cubre de una capa oscura todas
las edificaciones por lo que cualquier observación es limitada. En el informe
presentado por los arqueólogos Daniel Morales e Inés Correa se menciona la
presencia de evidencias de distintas plantas y material asociado a la
elaboración de cerámica, esto permite considerar un complejo hasta cierto punto
vital y siendo mantenido por una cantidad de personas, lo cual podría cambiar
drásticamente de acuerdo a algunas crisis políticas. Concluimos que se
necesitan hacer excavaciones y disponer de contextos primarios para aproximarse
a una interpretación apropiada, considerando incluso que, siendo el sitio de
grandes dimensiones, cualquier interpretación será parcial hasta que no se
realicen extensas excavaciones. El poco material alfarero en superficie parece
vincularse a formas ychsma, incluso los escuetos informes arqueológicos de
sitios cercanos coinciden con esta observación, no distinguiendo un corpus
representativo en morfología, diseño o iconografía que pudiera asignarse a un
grupo social o al menos un estilo distinto a los mencionados en este ensayo.
6. Epílogo
¿Cuál es la
importancia que pudo tener la llamada “Fortaleza de Collique” en el pasado?,
esta es una pregunta que trasciende la propia forma de las edificaciones y que
no es evidente fácilmente. Hay que recordar que gran parte del contexto
original de las edificaciones en el valle bajo del Carabayllo “prehispánico” ya
no existen, posiblemente lo que ha sobrevivido sea un 20% de lo que vieron los
primeros españoles que cruzaron el valle a fines de enero de 1533 en su
expedición a Pachacamac y que sin duda pudieron observarla pues el Capaq ñan (o
“Camino de los Llanos”) que ellos siguieron pasaba a sólo 4 kilómetros al oeste
de la “fortaleza”. Sabemos que el camino que siguieron estaba también
delimitado por altos muros de tapias que existieron hasta el siglo XX y que
tanto los cerros Oquendo, el complejo Maranga, etc., presentaban grandes muros
que encerraban edificios importantes, para acceder a la misma Pachacamac (lugar
altamente sagrado) tuvieron que atravesar grandes murallas que aún se conservan.
Los muros (o murallas) entonces tenían una importancia vigente.
También podemos
discrepar y pensar que las murallas (como las de Collique) representan un
tiempo más conflictivo, anterior al Tawantinsuyu vigente que por primera vez
vieron los españoles del XVI, Guaman Poma de Ayala hace referencia en su
conocida obra El primer nueva corónica y
buen gobierno sobre un tiempo antiguo, anterior a los Incas, llamado El cuarto edad de in[d]os. Aucaruna, cuando
la gente “De sus pueblos de tierra
baja se fueron a poblarse en altos cerros y peñas y por defenderse comenzaron a
hacer fortalezas que ellos les llaman pucara.” (Guaman Poma de Ayala 2010 [1615] 62) (figura
32) Sea éste el caso las murallas tienen una función de protección militar.
Entonces, ¿Por
qué se construyeron las murallas? La documentación etnohistórica (como vimos)
nos propone un señorío, un cacique, un pueblo guerrero, y es ésta la que condiciona nuestro entendimiento
integral del pasado, no sólo de un grupo sino de todo el valle por ejemplo. Una
de las aseveraciones más difíciles de sostener arqueológicamente es la
propuesta de Rostworowski quien dice que: “… el dominio territorial del
“Collicapa” se extendía desde el mar hasta más allá de Quivi y también en un
momento dado fue suyo parte de Lima” (1977: 93). Es difícil en principio por
una evidente falta de delimitación de lo que materialmente puede diferenciar lo
Colli con otros grupos culturales (no solo estilísticamente sino en
asociaciones y secuencias), pero también por la falta de estudios de otros
sitios (supuestamente dentro de este territorio) en donde a lo largo de varias
décadas y algunas investigaciones, el corpus arqueológico deriva hacia lo
conocido como ychsma o incluso chancay.
Como se
mencionó reconstruir el pasado requiere precisamente tiempo, es un proceso
lento y no necesariamente ordenado o integral, las investigaciones son
limitadas, generalmente individuales y casi nunca publicadas. Aprendemos por
fragmentos.
Figura 1.
Ubicación del sitio de “La
Fortaleza de Collique” y de los principales sitios arqueológicos cercanos
dentro del distrito de Comas, margen izquierda del valle bajo del río Chillón.
Figura 2.
Plano de
Collique del viajero George Squier (1974[1877]) que indica los sectores
principales del sitio.
Figura 3.
Plano
de Collique (Éngel 1987: 153) en donde se distinguen, además de las murallas,
las agrupaciones de edificaciones y las diferencias de escala entre estas.
Figura 4.
Fotografía
aérea (Servicio Aerofotográfico Nacional) Nº 1112-17, del 4 de abril de 1945,
que muestra el cerro y las murallas concéntricas; a la izquierda la antigua
carretera a Canta y las chacras de la hacienda Collique.
Figura 5.
Reconstrucción
hipotética de la “Fortaleza de Collique” con los edificios más destacados.
Figura 6.
La
llamada “Fortaleza de Collique” vista desde el edificio arqueológico llamado
“La Alborada 1”. El sendero claro a la izquierda señala el acceso Noroeste. En primer término
la avenida Túpac Amaru.
Figura 7.
Las
tres murallas sucesivas; foto muy tomada cerca a la confluencia de las dos
primeras con vista hacia la ladera Norte. Nótese el talud y la mampostería.
Figura 8.
Espacio
de circunvalación interna inmediata a la muralla y que demuestra el uso de
parapeto lítico.
Figura 9.
Mampostería
consolidada con pachillas y grandes rocas cantadas y con aplomo vertical.
Figura 10.
Acceso
desde el Noroeste de la muralla más baja.
Figura 11.
Probable
“altar” conformado por un recinto rectangular de muros bajos, una plataforma
baja y grandes rocas.
Figura 12.
Muro
de tapia con rocas medianas y barro de tonalidades amarillas.
Figura 13.
Vista
hacia el Noroeste desde el “Espacio Central”. Nótese a la izquierda el
acondicionamiento cultural a modo de terraza sobre una elevación natural.
Figura 14.
El
llamado “Espacio central” (actualmente limpiada y alterada) ubicado al fondo de
la hondonada natural del cero. Nótese los recintos que lo delimitan
principalmente los adosados a la pendiente de manera escalonada. Arriba la
“Tercera Muralla” sobre la pendiente más empinada.
Figura 15.
Probable
depósito de bienes alimenticios cuyos muros se elevan ligeramente del suelo.
Figura 16.
Sector
habitacional (y probablemente talleres) actualmente afectadas por invasiones.
Figura 17.
Reconstrucción
hipotética de dos edificaciones con una interesante complejidad espacial
interna. (Alvino 2007)
Figura 18.
Escalera
que cruza la “Tercera Muralla” vista desde la parte superior. Nótese el espacio
cortado al cerro y el acceso extendido. Abajo un edificio alargado pegado al
cerro, un espacio abierto y más abajo el sector habitacional. (Alvino 2009)
Figura 19.
Parte
de la escalera de ascensión que cruza la “Tercera Muralla” y allega al nivel
superior.
Figura 20.
“Tercera
Muralla”, mampostería y relieve rocoso.
Figura 21.
Perfil
de la “Tercera muralla” sobre la ladera rocosa del cerro (Alvino 2009).
Figura 22.
Antiguo
recinto de planta rectangular que se ha considerado como la “Residencia del
Collicapac”. Al fondo una plataforma desde la cual se visualiza todo el valle.
Figura 23.
Rocas
de la parte superior del cerro, muy visibles desde el valle.
Figura 24.
Algunas
de las rocas erosionadas de la parte superior del cerro.
Figura 25.
Perfil
del declive superior del cerro con un aterrazamiento y una posible huanca que
es muy visible desde los sectores inferiores. La avenida Túpac Amaru y
urbanizaciones modernas.
Figura 26.
Parte
superior de la “fortaleza”. Vista hacia el Este, con restos de un antiguo
recinto trapezoidal, las agrupaciones de rocas y la plataforma de la cúspide
proyectada hacia los cerros vecinos. Se aprecian las laderas vecinas totalmente
pobladas.
Figura 27.
El
actual Hospital Nacional Sergio Bernales y el antiguo cementerio (cercado por
un muro bajo). Al fondo el sitio arqueológico “La Alborada 1”.
Figura 28.
Cerros
hacia el Suroeste con edificaciones de tapia en la parte superior; sitios
arqueológicos conocidos como “La Alborada 1” y “La Alborada 2”. En primer
término la avenida Túpac Amaru y a lo lejos las urbanizaciones del distrito de
Comas
Figura 29.
Agrupación
de cantos, probablemente antiguos proyectiles para hondas.
Figura 30.
Ofrenda
ritual contemporánea y afectación sobre un muro prehispánico.
Figura 31.
Ofrenda
ritual contemporánea bajo una roca en la zona arqueológica.
Figura 32.
Dibujo
de Guaman Poma de Ayala que grafica la lucha en un pucará durante la mitológica Cuarta
Edad. Guaman Poma de Ayala 2010 [1615]: 62.
Figura 33.
Acuarela
desde la cúspide de Collique (Alvino 2003).
Jorge Alvino
Loli
Arqueólogo UNMSM
jc_alvino@hotmail.com
7.
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Revista de la Región Lima Norte. (14). Pp. 14-15. Lima.
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Marcos. Editores Técnicos Asociados S.A. Lima.
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Las
recientes investigaciones de Samuel Querevalú en el cercano sitio de Tungasuca
no han identificado un estilo particular de esta parte del valle, sino alfarería ya identificada como ychsma
en otros sitios de la costa central (en conversación con Querevalú.
Diciembre del 2019).
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