Destruir para construir… ¿es construir?
Como estudiante de arquitectura tengo la cualidad de mirar un poco más en detalle el paisaje urbano mientras recorro la ciudad y además aprendí con el tiempo que muchas veces lo mejor se encuentra mirando al cielo y no solamente hacia adelante.
En ese ejercicio diario e inconsciente que realizo note con gran tristeza en estos últimos años como la especulación inmobiliaria destruyo innumerables inmuebles de principios de siglo de un valor arquitectónico incalculable.
Destruir para construir…
Vale aclarar que estas líneas no tienen como finalidad atacar la evolución lógica que se da en todas las grandes ciudades con respecto a la construcción de edificios reconociendo que hoy por hoy la demanda exige albergar en pequeños lotes una cantidad mayor de personas que la que era necesaria hace un siglo.
Destruir para construir
Rosario es una ciudad que ha evolucionado en muchos aspectos los cuales entiendo aceleraron este proceso de modernización y de estructuración en la forma en que se encara el problema de la vivienda.
La enorme oferta de universidades e institutos hicieron que se convierta en un polo de atracción de jóvenes no solo de las ciudades o pueblos cercanos sino también de provincias limítrofes que vienen a formarse como profesionales y cuya estadía no implica los 5 o 6 años que normalmente demanda una carrera universitaria sino que luego de recibidos deciden instalarse definitivamente en Rosario.
Sumado a esto está la presencia del puerto, el más importante del país, el cual ha generado que las empresas más importantes en el rubro cerealero tengan sus oficinas en la ciudad demandando personal capacitado el cual se instala en la ciudad de forma temporal en algunos casos y en forma definitiva en muchos otros. Es innegable que todas están circunstancias y muchas otras hacen que el modo en que se va configurando una ciudad tenga que cambiar y adaptarse a los nuevos requerimientos.
… ¿es construir?
Ahora bien, este progreso implica que muchas viviendas de un alto valor patrimonial sean destruidas. Y al referirme de valor patrimonial no hablo únicamente de la vivienda en sí y su forma de construcción, distribución interna, su ornamentación, etc. Hablo de aquellas cosas tan o más importantes que lo material que no se ven a simple vista.
Al destruirse una vivienda construida en el 1900 se pierden años de recuerdos, momentos, rituales familiares, sabores, olores, sonidos, silencios, costumbres, risas, llantos. Esas viviendas fueron protagonistas de las grandes inmigraciones que poblaron este país desde toda Europa y claramente volver a empezar de cero en estas tierras fue una tarea muy dura y para nada fácil. Dejar tu tierra, abandonar tus raíces y embarcarte a otro continente en un largo viaje en el cual en los pequeños bolsos solo entraban unas pocas prendas pero muchos miedos e incertidumbres.
Destruir para construir
En pos de la modernización hemos cambiado viviendas de grandes puertas de madera o hierro – tras de las cuales había un trabajo artesanal y representaban muchas de ellas obras de arte en si – las cuales invitaban a descubrirlas, por edificios de ingresos ínfimos, con cámaras de vigilancia y rejas; cambiamos grandes habitaciones compartidas por hermanos los cuales a fuerza de la imaginación creaban infinidad de mundos de fantasía para jugar, por habitaciones semejantes a una caja de zapatos donde escasea la imaginación y la única manera de divertirse o pasar el tiempo es a través de un televisor y una PlayStation; cambiamos una abuela amasando una pasta con salsa casera, una rica torta, un café batido con amor, una comida reunidos en familia, por el delivery más cercano, comiendo solo o reunidos hipnotizados por la televisión; cambiamos juntarnos en el gran patio familiar de las viviendas chorizo a tomar mates y conversar de la vida, por sentarnos frente a una pc o un Smartphone a chatear.
En el pasado las viviendas eran grandes, vivían varias familias, ocupaban una importante superficie de la manzana pero contrariamente a lo que se piensa sus habitantes eran unidos, solidarios, compañeros, se ayudaban, se apoyaban, conocían a sus vecinos. Hoy por hoy los departamentos son muchos más pequeños lo cual no implica cercanía sino todo lo contrario, cada hijo está en su pieza encerrado con la pc o el celular, escasea el dialogo y predomina la televisión, desconocemos nuestros vecinos, desconfiamos de todos, no nos importa ayudar.
Quizás sea una visión anticuada pero es doloroso pasar por una vivienda antigua demolida y verla así, con sus ambientes desmembrados, vestigios de paredes revestidas de viejos azulejos, paredes destruidas. Es una herida desgarrada en esa manzana que la comprende, una herida que por más que se intente cerrar con un nuevo edificio de varios pisos nunca va a terminar de cicatrizar, porque hay risas que ya no se oyen, hay olores que ya no invaden la manzana, hay sonidos que no están y esto es obvio porque ya los dueños de esas risas, esos olores y esos sonidos no están entre nosotros físicamente… Pero viven en la memoria, en el corazón y en el alma de quienes los conocieron.
Destruir para construir
Mi nombre es Juan Ignacio Vallet, tengo 39 años y soy estudiante de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario donde restan 6 materias para recibirme. Siempre me intereso escribir artículos de Arquitectura y poder tener la posibilidad de que alguien lo publicara. Busco tener la posibilidad de ser ESCRITOR FREELANCE EN CUALQUIER SECTOR.
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