Los petroglifos de Pusharo parecen haber sido encontrados por primera vez en 1909, durante una "correría de indios" por un cauchero, quien los describió como letras góticas esculpidas. (Cenitagoya, 1943:138-140).
Doce años más tarde, el 14 de agosto del 1921, el misionero dominico Vicente de Cenitagoya, acompañado por el fraile de su congregación Jesús Broca y el sacerdote José Rodríguez así como por tres guías matsiguenkas, llegó a Pusharo desde la misión ubicada en la boca del río Manu y realizó los primeros dibujos de algunos petroglifos. Registró el lugar bajo el nombre de Río Shinkibenia.
Desafortunadamente perdió luego sus apuntes y tuvo que reelaborarlos de su memoria para un artículo que publicó veintidós años más tarde. Llegó a la conclusión de que se trataba de una escritura oriental y gótica y de escenas del Viejo y Nuevo Testamentos, como el hecho de la creación, el primer pecado, la Virgen con su hijo, el arrepentimiento y la promesa de redención. (Cenitagoya, 1943:142-145)
Sobre esta peculiar interpretación de los petroglifos, Kim Macquarrie y André Bärtschi (1998:276), en la segunda edición de su obra sobre el Parque Nacional del Manu, comentan que "....Satisfechos con sus resultados, los misioneros partieron, sin llegar nunca a darse cuenta de que acababan de participar en un auténtico test de Rorschach – un tipo de examen psicológico estándar, en el que se pide al paciente que describa lo que ve en una serie de manchas de tinta–.
Las figuras que se observan, no son inherentes a las manchas, sino que representan imágenes que existían previamente en la mente del paciente". La interpretación disparatada de los petroglifos por parte del religioso dominico no es un caso aislado y encuentra su parangón en las elucidaciones y elucubraciones absurdas que sobre ellos se han publicado en artículos periodísticos y libros de corte sensacionalista en las últimas décadas.
Pusharo y los buscadores del Paititi
Desde 1921 pasaron casi cincuenta años sin que se produjeran reportes de visitas a Pusharo. En julio de 1969, llegó al sitio el médico arequipeño Carlos Neuenschwander Landa, frenético buscador del legendario Paititi, quien, al verse impedido de aterrizar con el helicóptero a su disposición en la meseta de Pantiacolla, optó por la visita a Pusharo, junto con Santiago Yábar Calvo, empresario turístico del Cusco, los hermanos Corisepa, indígenas huachipaeris de Shintuya, y el taxidermista Celestino Kalinowski, entre otros.
Un año más tarde, en 1970, el Padre dominico Adolfo Torralba fotografió el panel de petroglifos para el archivo de los Misioneros Dominicos. El misionero español Joaquín Barriales, de la mima congregación, investigador aficionado del arte rupestre (quien en 1982 publicara el trabajo del alemán Christian Bües sobre los petroglifos de la cuenca del Alto y Bajo Urubamba, en la región amazónica del Cusco), hizo dibujos a partir de las fotografías de Torralba y los incluyó en la publicación referida. (Barriales, 1982: 48).
En 1975, los aventureros Nicole y Herbert Cartagena (pareja franco-peruana) llegaron a Pusharo y en su libro "Sobre la pista de los incas" lo describieron como un nuevo descubrimiento realizado por ellos. En 1978, el cusqueño Fernando Aparicio Bueno, quien recibió una distinción de parte de la empresa Rolex, por sus méritos en la búsqueda del Paititi, visita el sitio y Carlos Neuenschwander continúa pasando por Pusharo en varias de sus múltiples expediciones durante los años setenta y ochenta.
Gregory Deyermenjian, junto con gente local, un guardaparque, tres matsiguenkas de Palotoa-Teparo y guiado por Santiago Yábar Calvo, visitó Pusharo en octubre de 1991 durante su expedición en búsqueda del Paititi, patrocinada por el Instituto Nacional de Cultura del Cusco. En otras expediciones visita el complejo arqueológico inca de Mameria, al parecer descubierto por el explorador peruano Ludwig Essenwanger, y publica en la página web www.paititi.com una relación de sus viajes y algunas fotografías de los restos arquitectónicos y artefactos encontrados.
En las últimas tres décadas, muchos otros exploradores, buscadores de tesoros y aventureros han visitado a Pusharo, buscando pistas para el descubrimiento del Paititi. Los relatos de sus odiseas por la selva del Manu y sus descripciones de los vestigios arqueológicos hallados (por muy problemáticas y criticables que la mayoría de éstas incursiones sean, desde el punto de vista del respeto a la vida de los indígenas en aislamiento voluntario y de la protección del patrimonio arqueológico de la zona), mientras no se realicen estudios científicos serios –debidamente autorizados por la entidad competente– sobre las evidencias arqueológicas en el Parque Nacional y sus alrededores, seguirán constituyendo la única fuente de información para los que buscan datos sobre vestigios de la presencia humana de épocas precolombinas en esta parte de la selva amazónica.
En diferentes páginas web se puede encontrar parte de esta información dispersa y divulgada en diversos idiomas, como los emocionantes relatos de Gregory Deyermenjian sobre sus múltiples expediciones al interior del Manu y el resumen de un interesante artículo suyo sobre los petroglifos de Pusharo, publicado en la Revista Athenas Review en el año 2000. El periodista peruano Jorge Riveros Cayo sintetizó los principales descubrimientos de Deyermenjian en un reportaje aparecido en la revista de arquitectura ARKINKA, en octubre del 2000, acompañado de varias fotografías a color sobre restos arqueológicos y algunos ceramios y artefactos de cobre y tumbaga de facción inca, hallados en el interior del PNM.
Exploraciones de carácter científico
Uno de los primeros arqueólogos que visitó a Pusharo fue el peruano Federico Kauffmann Doig, en 1970, quien publicó una fotografía y un corto párrafo en su libro "Manual de la Arqueología Peruana" (edición de 1983), con un primer calco de los petroglifos a manera de bosquejo.
Diez años más tarde, entre 1980 y 1981, ingresó al lugar la expedición veneciana del Centro Studi Ricerche Ligabue, bajo la dirección del arqueólogo italiano Giancarlo Ligabue. Se tiene conocimiento (comunicación personal del Dr. Kauffmann Doig) de que el equipo calcó y documentó por primera vez de manera rigurosa todos los grabados del sitio principal, desconociéndose, lamentablemente, el resultado de esta labor pionera. En el mismo año, 1981, el alemán Hans Ferstl realizó su investigación antropológica sobre los matsiguenkas, recopilando información sobre sus mitos y su relación con los petroglifos (Baer et al., 1983).
En 1996, la entonces estudiante de antropología de la UNSAAC, Patricia M. Vega Centeno A., recibe apoyo económico de la ONG peruana Pro-Naturaleza para realizar una documentación pormenorizada de los petroglifos de Pusharo y Queros en el marco de sus prácticas pre profesionales. A pesar de presentar algunos errores de descripción y análisis, tiene el mérito de constituir el primer trabajo conocido que aporta calcos a escala de los petroglifos de la parte visible del panel principal de Pusharo, ejecutados mediante la técnica de frottage 5). En ellos, sin embargo, no aparecen los dos grandes soles de la parte superior del panel ni los grabados erosionados existentes en la base de la pared rocosa.
En 1999, el Proyecto Especial PLAN COPESCO de Cusco, por encargo de Pro-Manu (Proyecto de un convenio bilateral peruano-europeo) y con financiamiento de la Comisión Europea, realiza una prospección de Pusharo para incluirlo en un circuito turístico manejado por los matsiguenkas de Palotoa-Teparo. El equipo contratado por esta institución paraestatal, sobre la base de un registro fotográfico del panel de petroglifos del sitio principal (sector A), elaboró el primer mapa digitalizado de los grabados (ver Figs. 23 a 27). No mencionan en su informe los petroglifos de los sectores B y C de Pusharo.
Del vasto material documental producido por investigadores particulares o instituciones nacionales y extranjeras en forma de películas, fotografías y calcos sobre los petroglifos de Pusharo, sólo una mínima parte se encuentra publicada en artículos y libros científicos o de corte popular. En el medio peruano sólo están disponibles en bibliotecas a cargo de instituciones gubernamentales (INRENA) y privadas (Pro-Naturaleza) los resultados de los dos registros mencionados en los acápites anteriores. El INRENA, a pesar de haber autorizado en varias ocasiones el ingreso a la zona de Pusharo de personas registradas como camarógrafos, escritores o antropólogos, no cuenta con los informes de las visitas y tampoco con los resultados publicados sobre los estudios realizados.
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