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21 agosto 2012

Bestiarios. Grupo de arquitectura y otros cómputos - Elio Martuccelli



I
 
Los Bestiarios, más que un grupo determinado de personas, fue un conjunto de experiencias nacidas en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Ricardo Palma, que rebasaron sus límites. Fue, en otras palabras, una situación dada en un momento determinado. 

Tuvo lugar entre 1984 y 1987, años en que el Programa de Arquitectura se vuelve Facultad y se da la mudanza de los locales de Miraflores al campus universitario ubicado en Surco. Dicha facultad de arquitectura fue creciendo y ganando importancia, con alumnos de distinta procedencia.

 Allí  se dieron  propuestas de arquitectura y arte, a partir de un grupo de sus estudiantes, que pretendieron romper moldes tradicionales a través de expresiones revolucionarias en la forma, en una universidad donde era posible hacerlo por la falta de control y límites,  que dejaba un amplio margen a la imaginación y la acción. 

Esos estudiantes, a los que se sumaron artistas convocados de diversas expresiones, se agruparon en torno a los Esquisses del Bestiario, que finalmente terminó dando origen a las Bestias, Grupo de arquitectura y otros cómputos.



II

En un contexto mayor, la experiencia del Bestiario se ubica dentro de lo que ocurrió en Lima y el Perú durante la década de 1980. El retorno a la democracia durante dicha década está marcado por dos gobiernos sucesivos y opuestos que se vieron igualmente en problemas. El primero, el regreso a la presidencia de Fernando Belaunde (1980-85) que intentó poner en práctica una dudosa modernización restauradora en el país, de corte neo-liberal. 

El segundo, de manera más dramática, fue caracterizada por el gobierno aprista de Alan García (1985-90), quien se esforzó en alentar una política nacionalista y popular que sucumbió tanto por dificultades económicas como por la crisis social aguda que vivía la sociedad peruana.

Al final de la década de los ochenta el Perú aparece marcado por una fuerte y profunda desorganización social. La transformación del tejido social, la rapidez del proceso de urbanización, la presencia de Sendero Luminoso, promovían un sentimiento de inquietud en vastos sectores del país. 

Se hizo entonces patente la incapacidad del Estado por responder a diferentes demandas sociales, producidas por el crecimiento demográfico, la explosión de las expectativas, mayor acceso de las masas a la información, una urbanización sin industrialización y una crisis económica sin precedentes. En todo caso, la migración hacia las ciudades no se tradujo por una expansión de sectores modernos sino por un incremento vertiginoso del número de informales, lo cual acentuó el fenómeno de anomia política.

Alrededor del círculo oficial del arte, nuevas manifestaciones culturales se esforzaron en retratar la compleja realidad que el país vivía. Para hablar de esos años habría que tener de fondo el rock duro y frontal de la música subterránea, la poesía cruda y caótica, el teatro alternativo, la plástica que abordó la violencia como tema. Así pues, el lado “no-oficial” de la poesía, la música y la plástica se empapó de realidad, siendo imposible ser indiferente a la situación política. Lo que hizo fue buscar una manera de exteriorizar sensibilidad, incertidumbre, preocupación, malestar, rabia y repudio.

Hay que situarnos, entonces, entre la frágil  democracia, la crisis colosal y la guerra interna que fue extendiéndose a todo el país. Ese era el contexto: una democracia insuficiente, una subversión feroz, una represión brutal. Historia escrita entre dos fuegos, un momento especialmente intenso y dramático que algunas expresiones de arte (y arquitectura) trataron de reflejar.
 



III

La movida subterránea, dentro de la cultura limeña, proponía algo nuevo y vital, pero algo tan difuso políticamente que se escapaba de las manos. Aquello que en Europa intentaron algunas vanguardias, separar la aventura artística y la realidad política (durante años se pudo soñar con la revolución), en el Perú de los ochenta era casi imposible.

Sin que se pueda reducir la historia de la contracultura subterránea a la trayectoria personal de sus miembros, el curso de éstos es interesante. Por algún tiempo, desde el arte, cada uno expresó su seducción, ambigüedad o desencanto hacia la guerra. Lo que viene después ya es otra historia: el paso hacia Sendero o la delincuencia común, el consumo de drogas, la salida esteticista individual, el repliegue personal, la carrera artística comercial, en muchos casos, la asimilación a una sociedad contra la cual se despotricó. Pero esas trayectorias son interesantes porque indican cada una a su manera lo que el subterráneo quería y no podía ser, poniendo a prueba su capacidad o no de revolucionar el arte en comunicación con el público.

Fueron años de manifiestos, exposiciones, ambientaciones, encuentros y conciertos. De impulsos creativos, de ilusiones y excesos, de desgarros personales y colectivos.
Los diversos rumbos personales están marcados por la impronta de la época. Tanto, que no es exagerado decir que esta generación encarna y refleja su momento histórico. Además, como corresponde en estos casos, sus trabajos, logrados y fallidos, dejan una huella que se prolonga más allá de su propia práctica.



IV

Hablando específicamente del trabajo del Grupo Bestiarios, podemos decir que era crítico y experimental, en un clima de acción libertaria y lúdica. Había, además, una extraña y explosiva combinación de la tradición hippie y el punk. Las influencias, en la actitud y en el plano formal, venían de algunas vanguardias artísticas, en especial del expresionismo y el constructivismo, así como los recursos dadaístas se sentían en las formas agresivas y brutales. También el pop-art y ciertas experiencias del llamado Arte Povera estuvieron presentes en el grupo, marcando una estética primitivista.

Así mismo, lo realizado por el grupo tiene que ver con lo que luego vendría a llamarse arquitectura deconstructivista. La exploración volumétrica y espacial de formas audaces, productos de la fragmentación y el caos, de experimentos insólitos y expresiones espontáneas. Era algo fuera de lo común, si se piensa que el debate arquitectónico por aquellos años estaba ligado más bien a ciertas corrientes de la postmodernidad. Si bien las reflexiones sobre el lugar y el contexto también están presentes, lo que el grupo construyó era otra cosa.

Por entonces, tampoco se hablaba demasiado sobre reciclaje. Y esta fue, sin decirlo, una experiencia que anunciaba los esfuerzos cada vez más elaborados por lograr arquitectura que pueda aprovechar y ahorrar recursos, dentro de una gran austeridad. Objetos salidos de la basura eran transformados por la imaginación, dándole valor al desperdicio, alargando el ciclo de vida de los materiales, que recobran dignidad o adquieren la que nunca tuvieron, otorgándoles nuevos significados: en el fondo, todo se transforma.

Algunas categorías podrían intentar definir lo que fue el trabajo del Grupo Bestiarios durante cuatro años intensos, entre la arquitectura popular y académica, entre lo informal y lo formal. Las intervenciones efímeras y la arquitectura participativa, acompañada de reflexión teórica, tenían una serie de ingredientes: lo integral, lo expresivo, lo vital, lo espontáneo, lo colectivo, lo incierto, lo ambivalente.
Todos esos conceptos definen en parte lo que significaron cada una de las experiencias de trabajo y creación. En el fondo, el intento por aprovechar positivamente situaciones sociales dadas, inventar otras nuevas, incorporar referencias formales y espaciales de tradiciones aún presentes, transformar la realidad y proyectar nuevas alternativas de vida urbana.



Era, muy a pesar de todo, el intento de comunicación en una sociedad segmentada y violenta, al borde de la fractura. De cómo podía mantenerse la creatividad en medio del fuego cruzado.
Las valiosas experiencias del Grupo Bestiarios dan cuenta de este período por lo que ellas guardan de experimentación, búsqueda, encuentro y ensayo abierto.


Elio Martuccelli

Lima, julio de 2012 (Escrito para la Revista Esquina).

Algunos de los chicos sentados en el escenario preparado para Flor de mayo, ultimo evento producido por nosotros para recaudar fondos para viajar al CLEFA del Cusco, 1987.
Pórtico de ingreso al área de artesanías en el parque de la exposición para el SICLA 1986.


Segundo Bestiario, están Jordy Valderrama y Julio Montero haciendo mimo.


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