La "Casa Batlló" (1904-1906) se encuentra en la denominada “Manzana de la Discordia” compitiendo con dos obras maestras de otros dos grandes arquitectos modernistas: La "Casa Lleó Morera" de Doménech i Montaner y la "Casa Amatller" de Puig i Cadafalch.
La "Casa Batlló" es de una gran belleza tanto de día como de noche. De día, los rayos de sol resaltan sus colores suaves y armónicamente combinados. El color de la fachada, según el momento de luz solar, recuerda al del mar. Las tonalidades azulosa y verdosa presentan una luminosidad de agua atravedsada por la luz solar. Los innumerables cristales y los botones de cerámica que recubren la fachada así como las escamas de piel de dragón del coronamiento brillan y lucen su esplendor de casa ensoñada.
De noche, una perfecta iluminación resalta los relieves, que se convierten en fondos marinos y burbujas de agua en los que reposan grandes crustáceos. Casi es imposible pasar por delante de esta casa sin encontrar a alguien que no la esté contemplando, fotografiando o haciendo cola para visitarla.
Gaudí no la construyó. Se trata de una reforma de un edificio de 1877 que el fabricante textil Josep Batlló i Casanovas quería convertir en su residencia. Algunos aspectos de la casa recuerdan partes del esqueleto humano.
Gaudí no la construyó. Se trata de una reforma de un edificio de 1877 que el fabricante textil Josep Batlló i Casanovas quería convertir en su residencia. Algunos aspectos de la casa recuerdan partes del esqueleto humano.
Cuando en 1905 se le preguntó a Antoni Gaudí qué quería conseguir con la Casa Batlló, su respuesta fue: “una visión del paraíso”. A su manera llegó a lograrlo, ya que la casa es un brillante ejemplo del Modernismo catalán, a pesar de que en la época de su construcción muchos lo consideraran un “edificio horrible”. Actualmente es una de las grandes joyas universales de Gaudí, y del Modernismo a nivel mundial y aún hoy sigue manteniendo ese aire arriesgado e innovador que lo marcó en su día.
El artista desplegó aquí toda su imaginación, jugando con colores, materiales y formas casi imposibles que hoy son todo un símbolo de la ciudad. Lo que hoy es una auténtica obra de arte, para Gaudí era entonces un encargo más, así que las ganancias que obtuvo de la Casa Batlló las destinó después por completo a su gran proyecto: la Sagrada Familia.
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