Con suerte y acierto, en medio del transcurrir del tiempo, para muchos de nosotros, algunos de los tantos recuerdos que siempre arrastramos, serán corcheas de risas y sabor a caramelo con el inigualable olor de una copa de un buen vino añejo.
Hoy, que puedo contar las miles de horas de los días que van quedando atrás, puedo vivir esos gritos y llantos sin fin, imaginar y envolverme en ese instante que sin piedad alguna, la naturaleza con su capricho de dominio arrastro a más de 60km/h, el sello de una planimetría urbana, que durante 90 años consecutivos, dio vida al inolvidable ARMERO.
El 13 de noviembre de 1985, al norte del Departamento del Tolima, el cuento que narraba en su historia recorridos prósperos con plantaciones de algodón y arroz, fue tomado por sorpresa a las 11: 30 p.m., siendo devorado por la furia del volcán Nevado del Ruiz. Tras 69 años de inactividad, aquel monstruo de capa blanca mostró su imponencia, tomando por sorpresa a cientos de familias colombianas y desapareciendo en medio de su lava, todo lo que su antojado movimiento encontrada por el camino, dejando un completo saludo de interminable sepultura de ceniza, en donde los que tuvieron la suerte de sobrevivir, sabían que ahí, en algún lugar y debajo de tanto horror, dolorosamente estaban sus familiares, bastaron solo unos cuantos parpadeos para que cientos de puntos y líneas puestos en pie, se convirtieran en una interminable mezcla de gritos, palpitares a velocidad incalculable, lagrimas que se fusionaban con la lava que arrastraba sus sueños y el sin fin descontrol emocional que crecía al transcurrir la noche.
Fueron sólo unos pocos minutos, pero ello fue suficiente para que aquello que instantes antes era un pueblo muy floreciente se convirtiera en una gigantesco osario, un acontecimiento que marcaría sus vidas, como el símbolo en el corazón de una persona que queda plasmado a la humillación del hierro al fuego.
Me pregunto, si imaginaban como seria todo en el nuevo sol que les esperaba, verían verde, o solo negro, aun cantarían los pájaros agonizantes o tendrían que conformarse con el eco de sus melodías que interpretaron en el ayer, mirarían al cielo, aunque fuera una sola vez en el día y buscarían incansables en donde había quedado la majestuosidad del mundo que tenían, indagando la mirada de Dios para abrazarla, queriendo sentir esa paz que veían hecha ruinas, queriendo ver las agujas del reloj marcar su fin, gritando sin control que su alma tiene prisa, pidiendo el acuerdo de su existencia y que el oído que escuchara sus gritos estrechara una mano a tiempo.
En el momento de la verdad, cuando Los esfuerzos de rescate llegaron al lugar, fueron obstaculizados por la composición que cubría al pueblo, lo que hacía casi imposible el moverse sin quedar atrapado. Para cuando los rescatistas alcanzaron a pisar lo que había sido Armero, doce horas después de la erupción, muchas de las víctimas con heridas graves habían muerto, LES FUE IMPOSIBLE ESPERAR. Los socorristas de la Cruz Roja, quedaron horrorizados tras observar el panorama de desolación dejado tras la erupción, con árboles caídos, restos humanos irreconocibles y escombros de edificaciones.
De 29.000 habitantes, aquella atroz tragedia, se llevo consigo un saldo de 23.000 muertos, 50 colegios destruidos, 5.000 viviendas arruinadas, instalaciones de todo tipo hechas basura, más de 200 maestros y 4.000 estudiantes desaparecidos. Con pérdidas superiores a los 30.000 millones de pesos, ARMERO se desvaneció del Mapa!!!
Hoy, que puedo tener la conciencia de lo que fue y de lo que nuevamente es, con seguridad si me paro en algunas de sus calles, sé que estoy pisando invisiblemente algún traste que dio de beber, alguna joya que se lucio, pedazos de retazos que en su debido momento abrigaron una piel fría y más aun, presionando con zapateos cientos de vidas que quedaron enterradas tal cualquier cimiento. No es un cementerio hecho por el hombre, es una cuna de cientos de M2 hecha por la naturaleza, que hoy aun se conserva como Camposanto.
…y su Arquitectura?
Todo lo anterior es arquitectura, un diseño hecho en segundos.
Imaginando un lugar que jamás conocí, puedo recrear en papeles un instante, dibujo un parque, el conocido como Los Fundadores, en donde el típico Armerita, se deleitaba escuchando los inigualables culebreros, refrescando el calor del día al ritmo bailable de las hojas de los árboles patronos que les hacían de pérgolas. Las fachadas coloniales, siempre imponentes, desfilaban estáticas al brillo del día chismoseando los enamoramientos sobre los balcones de madera maciza, que enmarcaban el alrededor de un vano testigo de una época de coqueteo tradicional.
La Iglesia, con su campaneo momentáneo, invitaba al agradecimiento y devoción diarios, su Cúpula testigo del horizonte, encabezaba las miradas lejanas de los turistas, que sentían la suavidad de los telones de algodón como si fueran de azúcar, al compas de sus miradas se fusionaban en el verde arquitectura con chispas frías de azul y un contraste de gris concreto que se iba suavizando con el correr de juegos y la huella de los cientos de recorridos en ciclas frente a los muros que por cientos de días, dividieron una caricia de la venta de la esquina guardando en medio de su amasijo, la acústica de la alegría de una ciudad que parecía nunca terminar, la prosperidad marcada sin imaginar ni pensar en la dolorosa magia de lo natural, en donde una puerta conocida como sinónimo de privacidad, iba a ser violada por el movimiento orgánico del que jamás pide nuestra libertad para pasar. Hoy, solo queda de la tradicional teja de barro, vestigios de lo que un día existió, inmensas materas con diversidad de olores y gamas en donde aun y por siempre, yacerá un olor frio, un color sin tonalidad y voces en silencio que aun se sienten.
Omayra Sánchez, una niña de 13 años, quien quedo atrapada entre los escombros, agonizando durante 3 días y finalmente murió, siendo víctima de la gangrena.
Con mucho cariño, para APUNTES DE ARQUITECTURA, un abrazo para ustedes y en especial para todos ellos. (qepd)
MARIA CECILIA CORONADO JIMENEZ
Arquitecta de 27 años, oriunda de Popayán-Cauca Colombia, autora de diversos poemas publicados en el periódico EL LIBERAL y en un catalogo de cocina Caucana, realizado por el SERVICIO NACIONAL DE APRENDIZAJE (SENA) de su ciudad natal; ha realizado estudios sobre Gestión de Calidad y Pedagogía. Actualmente es miembro activo de la SOCIEDAD COLOMBIANA DE ARQUITECTOS REGIONAL CAUCA (S.C.A) y estudiante de FORMULACION DE PROYECTOS.
Es increible como la fuerza de la naturaleza puede ser tan debastadora, y pues al leerlo me sumergì en la noltagia de todo lo que deben haber sufrido y de haber perdido un lugar tan especial...
ResponderEliminarPor cierto muy buen articulo.
...a pesar de lo doloroso del evento, de lo sinuosa que fue la vida desde ese momento...el escrito es delicioso...donde están los poemas?
ResponderEliminarSiempre he querido visitar Armero, o bueno lo poco que quedo de el, visitar el parque a la vida que se fundo encima de tantas cosas que quedaron debajo de los escombros o ahora monte y arboles.
ResponderEliminarGracias por esta historia.
Desde que conoci la noticia, he querido visitar Armero o bueno lo que quedo ahi, es increibl pensar que en este sitio hoy llamado Parque a la vida en memoria de todas las vidas que se perdieron aquel dia, en memoria a los recuerdos, sueños y esperanzas que alli se detuvieron para mucha gente.
ResponderEliminarArmero es uno de los sitios que mas me gustaria conocer, creo que sera para mi una experiencia de relexion y de pensamientos, en donde muchos aprenden a valorar la vida y entiendes que hoy estamos y quizas mañana ya no...
Me encanto su escritoo, espectacular.... Cuidate