Sector Colonial en Popayán / Fotografía Carlos A. Rivera
Al suroccidente de Colombia, en medio de la Cordillera Occidental y Central, hay un lugar, una casa como muchas casas, una calle como muchas otras calles y miles de hermosos atardeceres inigualables entre ellos, que perduraran toda una eternidad para quienes dormimos en su esplendor, encontrando en su profundidad la oportunidad de vivirlos siempre, en todos esos segundos que separan mi vida infante a la de Arquitecta.
Cuando miro hacia atrás, me envuelvo con agrado en esa lejana voz de niña sumergida entre muchas más, entonando música con tertulia a ese inmenso e inconfundible juego de fachadas, en donde el timbre de un helado, hacia de cada paseo algo fantástico. Recuerdo esos increíbles segundos de adolescente, cuando el caminar por esos largos recorridos al abrazo de mis amigos era sinónimo de momentos inocentes, risas picaras y pactos que con un abrir o cerrar de ojos después se romperían.
Casa iluminada y La torre en Popayán / Fotografías Carlos A. Rivera
Hoy, que tengo la oportunidad de mirar con más lógica ese conjunto edificado por cientos de antepasados, que moldeaban en sus manos cerramientos con tapia pisada trasformadas en guaridas concluidas bajo teja de barro, dejando en sus planos, esos vanos que nos regalaban fotografías fantásticas, siempre presentes pero siempre diferentes en donde a la deriva de los balcones eran escenarios de coqueteos y demás romances de la época en medio de carretillas y negociantes, aun después de tanos días, las limaduras siguen impregnándose en esos trozos hierro forjado, dando testigo de todo su tiempo como dueño de mi mirar. En este instante puedo lanzar con libertad, aquellos criterios que como colaboradora del crecimiento de mi ciudad, me permito arrojar. Para robar su encanto la miro detenidamente, reuniendo todas esas estrofas que en algún pasado suspiro me inspiró, intento narrar poemas que me delatan ante tanta bella efusión que hoy después de compartirlos con mi alma, los expongo ante ustedes.
Sin duda alguna es la ciudad de zaguanes infinitos, solares adornados con cacareos y el fogón de leña para hervir la dulce magia de los sabores de época, en donde el vapor perfuma los guardianes que florecen arrojando de manera natural, coloridos y variados frutales que nos enloquecen a todos, esa sensación de humedad en nuestros poros al salir la luna y las sombras sin vida de cientos de atados descubiertos y muchos más que aun duermen en la incógnita de su existencia en medio de tierra, olvido o temor.
Popayán, perfecta ante mi alcance, melancólica y notable, jerarquiza el territorio montañoso enluciéndolo con largos desfiles religiosos como únicos, sobre líneas que divisan panoramas semidesnudos que permiten contemplar gamas luminosas perdidas en el horizonte, aromas de anochecer bajo las estrellas cómplices y luz constante de la oscuridad abrigando el juego de la melodía del sereno, que se rebosa como catarata en esta sangre de tierra que traspasa el caminar de una arquitectura soberana como dominante, sintiendo atracción total desde el primer contemplo de mirada, logrando robar de nuestros labios mucho menos que una palabra pero mucho más que un silencio, tras su elegancia de superioridad en escala sobre las sombras de siluetas humanas, que desfilan alrededor de imágenes arquitectónicas permanentes, conservas de una antigüedad viviente, desencajando con la presencia moderna de sus habitantes entre el ir y venir de un olor a historia que permanece a nuestro pie durante todo el camino.
Aquí, en este punto de ebullición, puedo resaltar con presición una total y real importancia, al aceptar que mi mirada no se cansa de abarcar maravillada, todo este sueño de frontones mixtilineos que con el transcurrir de sus años y de los míos, mutuamente nos vamos uniendo mas, dándonos la oportunidad de experimentar una textura, un sentimiento, un sabor, un color o una simple inquietud, pero con esta grandiosa oportunidad y por medio de las diferentes formas de comunicación, la particularidad que guarda en sus diseños mi arquitectura, ahora pueden ser comparados con modelos muy austeros de nuestra geografía contigua.
Con mucho cariño desde Colombia,
para APUNTES DE ARQUITECTURA.
MARIA CECILIA CORONADO JIMENEZ
Arquitecta de 27 años, oriunda de Popayán-Cauca Colombia, autora de diversos poemas publicados en el periódico EL LIBERAL y en un catalogo de cocina Caucana, realizado por el SERVICIO NACIONAL DE APRENDIZAJE (SENA) de su ciudad natal; a realizado estudios sobre Gestión de Calidad y Pedagogía. Actualmente es columnista de la revista TRAZOS de la FUNDACIÓN UNIVERSITARIA DE POPÁYAN, Institución de la cual es egresada, miembro activo de la SOCIEDAD COLOMBIANA DE ARQUITECTOS REGIONAL CAUCA (S.C.A) y estudiante de FORMULACION DE PROYECTOS.
y que interesante compañerita. Te felicito me encanta tu publicacion, un abrazo y muchos exitos...te cuidas: Carlos Cabrera
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