Escribo este articulo sobre la ciudad de La Paz, la cual se encuentra ubicada en Bolivia, ciudad a la que desde siempre ví con una mirada de asombro por la capacidad de albergar pequeñas y grandes construcciones como si no existiera la gravedad, todo sostenido por la propia topografía, cual un espectáculo de malabaristas suspendidos, no sólo por sus pies, sino por el fondo del cielo.
Quizá una de las tantas ciudades invisibles que nos relata Ítalo Calvino, en su fantástica obra “Ciudades Invisibles”.
Sin embargo, esta mi apreciación cada vez es corregida y desmitificada por los derrumbes, uno de ellos ocurrido en la Zona de Bella Vista, concretamente “Huanu Huanuni”, situada al sur, a veinte minutos del centro paceño, en el que 70 viviendas quedaron en escombros, dejando a más de 450 personas en situación crítica, el pasado mes de enero.
La ciudad de La Paz experimenta un crecimiento poblacional significativo, sede oficial de la administración política, siendo por esta razón una de las tres ciudades más importantes del país.
El trazo urbano de la misma fue precedido por la configuración natural de la afluencia de ríos, organización geológica entre mesetas y encuentros entre ellas, de topografía compleja y caprichosa. Acompañando su crecimiento en curiosa contraposición con las aspiraciones de los habitantes, así como, ritmos menos acelerados.
De acuerdo a los informes oficiales, el derrumbe se habría provocado por la saturación de aguas, las excesivas construcciones y la alta pendiente. Dicha saturación de aguas habría sido por las intensas lluvias y la ausencia de alcantarillado reemplazado por pozos sépticos.
Esta área, en el mapa de riesgos (elaborado el 2003 y actualizada por la alcaldía el 2007), fue identificada como zona de “alto riesgo”; sin embargo, la planimetría fue aprobada en noviembre del pasado año, otorgándole algunas recomendaciones a los propietarios, como ser: hacer intervenciones con muros de contención y sistemas de drenaje.
Mencionaré como antecedentes dos deslizamientos, el primero ocurrido hace un año, en la zona de Retamani II, donde informaron los técnicos municipales, que el desastre se debió a un movimiento geodinámico, provocado por aguas subterráneas, fenómeno totalmente incontrolable, según dijeron. El segundo, ocurrido hace diez días en la zona Retamani I, donde se confirma el colapso de 11 viviendas y 25 viviendas en situación de evacuación, teniendo como argumento técnico, nuevamente, la concentración de aguas sanitarias, subterráneas y de pluviales, las que habrían activado el movimiento denominado “geodinámico”.
La crítica situación de los afectados, demandó el apoyo por parte de las instituciones estatales, así como, el compromiso de inversión del gobierno central con considerables sumas de dinero, para la reposición de viviendas afectadas, del pasado y actual año.
Independientemente de ello, propongo la reflexión a través de las siguientes preguntas:
¿Quién es el responsable del control de la calidad y uso de suelo en una ciudad?
¿Cuál es la concepción que se tiene del mapa de riesgo y su aplicabilidad fáctica?
¿Cuál es el motivo de la apropiación del territorio “indiscriminadamente”?
¿Por qué se construye espacios habitacionales sin comprender una escala mayor?
¿Es posible planificar, prevenir y mitigar el riesgo”?
¿La gestión del riesgo podría proporcionarnos menor vulnerabilidad?
¿Por qué numerosos asentamientos transitan de lo informal a lo formal?
¿Es la especulación del suelo una variable para el riesgo?
Algún maestro decía que es muy importante preguntarse, pues una adecuada formulación de preguntas puede aportar en la resolución de las respuestas, al acercarnos a una comprensión acertada de una situación que nos inquieta como problema.
Estas preguntas nacen guiadas por un problema reiterativo, y a la vez, sin una propuesta clara, de parte de las instancias responsables. Por el contrario las acciones de las mismas, únicamente sobornan la coyuntura, resolviendo o tratando de resolver un problema, cuando este ya se consolida en otros problemas. Me refiero a los que desencadenan un deslizamiento, personas sin viviendas, destrucción de su patrimonio, inversión de recursos humanos y económicos, acudiéndolos en su fase terminal, sin existir una acción que haya considerado la prevención o la reducción del riesgo inicial, de los mismos.
Consideremos la existencia de numerosas zonas en la misma situación de vulnerabilidad, que superan la formalidad edil de un informe o un estudio en situación de desastre, los cuales reflejan el postergamiento en la comprensión de la magnitud del problema.
Es claro que la configuración del municipio en numerosas zonas, por el crecimiento y la especulación del suelo, acompañan a la naturaleza compleja de vivir debajo de más de 200 ríos y afluentes. Este tema precisa de una mirada reflexiva y crítica sobre los supuestos que establecen normas y regulaciones frías, producto de una concepción parcial de la problemática.
De acuerdo a los informes técnicos del municipio, es recurrente la búsqueda de justificaciones descriptivas sobre las causas de los deslizamientos, sin observar, en los mismos, una claridad de gestión sobre el riesgo.
En primer lugar, es necesario referirme sobre el mapa de riesgos existente, el cual está basado en una comprensión histórica-geológica de una ciudad plana, sin considerar otras variables que complejicen una situación de riesgo, puedo mencionar, por ejemplo: la no identificación de áreas sin sistemas de drenaje de aguas servidas y pluviales, áreas con saturación de basura, costumbres potenciales de riesgo, (como uso de la basura, deforestación etc.,), así como pendientes pronunciadas, es decir, variables que enriquecerían una mirada integral, y no sea solamente, una mirada descriptiva cartográfica, basada en lo histórico-geológico.
No siendo únicamente necesaria la pasiva incorporación de estas variables, sino también, el tratamiento de estas, por sobreposición; articuladas por modelos de simulación, permitiendo establecer sistemas combinados para la organización de un mapeo interactivo, vivo y en constante actualización.
La gravedad que observo en la postergación de esta problemática, es la que me indujo a la redacción de este artículo, suponiendo la misma, común a otras ciudades y otras tierras. Los habitantes de estos lugares, podrán comprender dicha inquietud, por la afinidad de ser parte de una ciudad, que cada vez se vuelve hostil, por la indiferencia y la impotencia.
La primera hipótesis presentada es que la ausencia de una mirada compleja e integral no permite una prevención fáctica adecuada, lo cual nos conduce a una situación de vulnerabilidad como habitantes de esta ciudad.
No olvidemos también, que a partir de esta concepción estática histórica-geológica, fue elaborada una nueva norma, que regulará en los próximos años, el uso y patrones de asentamientos, desconociendo las potenciales amenazas.
Sin desconocer los otros problemas de esta ciudad, como ser el crecimiento y la especulación del suelo, consolidado en su mayoría por loteadores, o regularizaciones de planimetrías por presión y por prebenda política, no siendo soluciones, sino sólo la instrumentalización que hace la política, en desmedro de la población.
Es necesario una administración que no solamente se limite a determinar si una zona es “legal” o “ilegal” -en términos de administración urbana-, sino, fundamentalmente, que vaya más allá de esa fría circunstancia, en resguardo de la seguridad ciudadana.
De igual manera, es irresponsable el sólo compromiso de recursos económicos de parte del gobierno central, para restituir viviendas, los cuales resuelven las necesidades de los perjudicados, pero ello no deriva en la supuesta comprensión del problema central.
Ciudad, aquel modelo triunfante de organización espacial y cultural es únicamente visto como la resolución parcial de momentos lamentables, sin entender la depreciación colectiva de la seguridad, de la certidumbre cotidiana, de la confianza sobre lo estatal y, finalmente, de la administración local.
La propuesta de metropolización de la actual administración edil, estaba concebida como una salida a los múltiples problemas que agobian a esta ciudad; sin embargo, quedó en nada su aplicación y disponibilidad práctica. Mas al contrario, estos deslizamientos demuestran carencias de importancia, como la falta de relacionamiento interinstitucional y trabajo colegiado con las empresas de servicio de agua y alcantarillado, para una mejor administración.
Finalmente, creo que es posible concebir una ciudad sin gravedad, abandonando la concepción estática, fragmentada e histórica-geológica, por una concepción dinámica, contradictoria y compleja, donde la gente construya su hábitat acompañado de procesos racionales, creativos, colectivos y perfectibles, legados por la reflexión y la inquietud crítica.
*Rocivel Oblitas Mollinedo Arquitecta de profesión, se dedica independientemente al diseño y a la construcción, estudia Filosofía, escribe sobre temas diversos, educación, ciudad, arte, arquitectura, filosofía, poesía.
Quizá una de las tantas ciudades invisibles que nos relata Ítalo Calvino, en su fantástica obra “Ciudades Invisibles”.
Sin embargo, esta mi apreciación cada vez es corregida y desmitificada por los derrumbes, uno de ellos ocurrido en la Zona de Bella Vista, concretamente “Huanu Huanuni”, situada al sur, a veinte minutos del centro paceño, en el que 70 viviendas quedaron en escombros, dejando a más de 450 personas en situación crítica, el pasado mes de enero.
La ciudad de La Paz experimenta un crecimiento poblacional significativo, sede oficial de la administración política, siendo por esta razón una de las tres ciudades más importantes del país.
El trazo urbano de la misma fue precedido por la configuración natural de la afluencia de ríos, organización geológica entre mesetas y encuentros entre ellas, de topografía compleja y caprichosa. Acompañando su crecimiento en curiosa contraposición con las aspiraciones de los habitantes, así como, ritmos menos acelerados.
De acuerdo a los informes oficiales, el derrumbe se habría provocado por la saturación de aguas, las excesivas construcciones y la alta pendiente. Dicha saturación de aguas habría sido por las intensas lluvias y la ausencia de alcantarillado reemplazado por pozos sépticos.
Esta área, en el mapa de riesgos (elaborado el 2003 y actualizada por la alcaldía el 2007), fue identificada como zona de “alto riesgo”; sin embargo, la planimetría fue aprobada en noviembre del pasado año, otorgándole algunas recomendaciones a los propietarios, como ser: hacer intervenciones con muros de contención y sistemas de drenaje.
Mencionaré como antecedentes dos deslizamientos, el primero ocurrido hace un año, en la zona de Retamani II, donde informaron los técnicos municipales, que el desastre se debió a un movimiento geodinámico, provocado por aguas subterráneas, fenómeno totalmente incontrolable, según dijeron. El segundo, ocurrido hace diez días en la zona Retamani I, donde se confirma el colapso de 11 viviendas y 25 viviendas en situación de evacuación, teniendo como argumento técnico, nuevamente, la concentración de aguas sanitarias, subterráneas y de pluviales, las que habrían activado el movimiento denominado “geodinámico”.
La crítica situación de los afectados, demandó el apoyo por parte de las instituciones estatales, así como, el compromiso de inversión del gobierno central con considerables sumas de dinero, para la reposición de viviendas afectadas, del pasado y actual año.
Independientemente de ello, propongo la reflexión a través de las siguientes preguntas:
¿Quién es el responsable del control de la calidad y uso de suelo en una ciudad?
¿Cuál es la concepción que se tiene del mapa de riesgo y su aplicabilidad fáctica?
¿Cuál es el motivo de la apropiación del territorio “indiscriminadamente”?
¿Por qué se construye espacios habitacionales sin comprender una escala mayor?
¿Es posible planificar, prevenir y mitigar el riesgo”?
¿La gestión del riesgo podría proporcionarnos menor vulnerabilidad?
¿Por qué numerosos asentamientos transitan de lo informal a lo formal?
¿Es la especulación del suelo una variable para el riesgo?
Algún maestro decía que es muy importante preguntarse, pues una adecuada formulación de preguntas puede aportar en la resolución de las respuestas, al acercarnos a una comprensión acertada de una situación que nos inquieta como problema.
Estas preguntas nacen guiadas por un problema reiterativo, y a la vez, sin una propuesta clara, de parte de las instancias responsables. Por el contrario las acciones de las mismas, únicamente sobornan la coyuntura, resolviendo o tratando de resolver un problema, cuando este ya se consolida en otros problemas. Me refiero a los que desencadenan un deslizamiento, personas sin viviendas, destrucción de su patrimonio, inversión de recursos humanos y económicos, acudiéndolos en su fase terminal, sin existir una acción que haya considerado la prevención o la reducción del riesgo inicial, de los mismos.
Consideremos la existencia de numerosas zonas en la misma situación de vulnerabilidad, que superan la formalidad edil de un informe o un estudio en situación de desastre, los cuales reflejan el postergamiento en la comprensión de la magnitud del problema.
Es claro que la configuración del municipio en numerosas zonas, por el crecimiento y la especulación del suelo, acompañan a la naturaleza compleja de vivir debajo de más de 200 ríos y afluentes. Este tema precisa de una mirada reflexiva y crítica sobre los supuestos que establecen normas y regulaciones frías, producto de una concepción parcial de la problemática.
De acuerdo a los informes técnicos del municipio, es recurrente la búsqueda de justificaciones descriptivas sobre las causas de los deslizamientos, sin observar, en los mismos, una claridad de gestión sobre el riesgo.
En primer lugar, es necesario referirme sobre el mapa de riesgos existente, el cual está basado en una comprensión histórica-geológica de una ciudad plana, sin considerar otras variables que complejicen una situación de riesgo, puedo mencionar, por ejemplo: la no identificación de áreas sin sistemas de drenaje de aguas servidas y pluviales, áreas con saturación de basura, costumbres potenciales de riesgo, (como uso de la basura, deforestación etc.,), así como pendientes pronunciadas, es decir, variables que enriquecerían una mirada integral, y no sea solamente, una mirada descriptiva cartográfica, basada en lo histórico-geológico.
No siendo únicamente necesaria la pasiva incorporación de estas variables, sino también, el tratamiento de estas, por sobreposición; articuladas por modelos de simulación, permitiendo establecer sistemas combinados para la organización de un mapeo interactivo, vivo y en constante actualización.
La gravedad que observo en la postergación de esta problemática, es la que me indujo a la redacción de este artículo, suponiendo la misma, común a otras ciudades y otras tierras. Los habitantes de estos lugares, podrán comprender dicha inquietud, por la afinidad de ser parte de una ciudad, que cada vez se vuelve hostil, por la indiferencia y la impotencia.
La primera hipótesis presentada es que la ausencia de una mirada compleja e integral no permite una prevención fáctica adecuada, lo cual nos conduce a una situación de vulnerabilidad como habitantes de esta ciudad.
No olvidemos también, que a partir de esta concepción estática histórica-geológica, fue elaborada una nueva norma, que regulará en los próximos años, el uso y patrones de asentamientos, desconociendo las potenciales amenazas.
Sin desconocer los otros problemas de esta ciudad, como ser el crecimiento y la especulación del suelo, consolidado en su mayoría por loteadores, o regularizaciones de planimetrías por presión y por prebenda política, no siendo soluciones, sino sólo la instrumentalización que hace la política, en desmedro de la población.
Es necesario una administración que no solamente se limite a determinar si una zona es “legal” o “ilegal” -en términos de administración urbana-, sino, fundamentalmente, que vaya más allá de esa fría circunstancia, en resguardo de la seguridad ciudadana.
De igual manera, es irresponsable el sólo compromiso de recursos económicos de parte del gobierno central, para restituir viviendas, los cuales resuelven las necesidades de los perjudicados, pero ello no deriva en la supuesta comprensión del problema central.
Ciudad, aquel modelo triunfante de organización espacial y cultural es únicamente visto como la resolución parcial de momentos lamentables, sin entender la depreciación colectiva de la seguridad, de la certidumbre cotidiana, de la confianza sobre lo estatal y, finalmente, de la administración local.
La propuesta de metropolización de la actual administración edil, estaba concebida como una salida a los múltiples problemas que agobian a esta ciudad; sin embargo, quedó en nada su aplicación y disponibilidad práctica. Mas al contrario, estos deslizamientos demuestran carencias de importancia, como la falta de relacionamiento interinstitucional y trabajo colegiado con las empresas de servicio de agua y alcantarillado, para una mejor administración.
Finalmente, creo que es posible concebir una ciudad sin gravedad, abandonando la concepción estática, fragmentada e histórica-geológica, por una concepción dinámica, contradictoria y compleja, donde la gente construya su hábitat acompañado de procesos racionales, creativos, colectivos y perfectibles, legados por la reflexión y la inquietud crítica.
*Rocivel Oblitas Mollinedo Arquitecta de profesión, se dedica independientemente al diseño y a la construcción, estudia Filosofía, escribe sobre temas diversos, educación, ciudad, arte, arquitectura, filosofía, poesía.
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